«Evolución» («Evolution», EE.UU., 2001, habl. en inglés). Dir.: Ivan Reitman. Int.: David Duchovny, Orlando Jones, Julianne Moore, Ted Levine, Dan Aykroyd.
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Cuando el director de «Los cazafantasmas» se junta con el actor de « Expedientes secretos X», lo lógico es que el resultado se parezca un poco a «Hombres de negro»: hay marcianos, efectos digitales de todo tipo, y una vasta gama de gags, chistes guasos y un tono delirante con toques inocentes y detalles surrealistas.
Reitman es un buen director, capaz de hacer reír al público sin dejar de desplegar imágenes originales y muy bien elaboradas. Pero en esta película todo parece ceñirse rigurosamente a la idea de que hay que imitar el estilo de «Men in Black», insistiendo con esa idea tan común en el Hollywood de la última década que consiste en creer que, si se calca un éxito de taquilla, automáticamente se obtiene otro.
Esto le quita espontaneidad y clima a la película, pero el asunto se equilibra con sorpresas monstruosas, divertidas e inquietantes (obviamente digitales, pero aplicadas en forma razonable), y los chistes contundentes que Reitman lanza a cada rato al público.
La trama es una especie de variación de «El color que cayó del cielo», de Lovecraft -ya parodiado por Stephen King y George A. Romero en la clásica «Creepshow»-. Un meteorito viene del espacio con toda una flora y fauna extraterrestres, que incluye hongos rarísimos, insectos enormes de todo tipo, cocodrilos marcianos, perrosapos y hasta pterodáctilos carnívoros (uno entra en un shopping center en una secuencia muy divertida).
Matices
Si bien los límites que impone la copia a otra película son claros, Reitman los aprovecha al máximo, por lo que la imaginería de bichos es generosa en matices, lo que se traduce en buen ritmo y cambios rápidos entre humor y terror.
La fotografía de Michael Chapman -«Taxi Driver», «Toro salvaje»- está a la altura de las circunstancias, y otro punto a favor es el buen elenco: con intérpretes talentosos como Dan Aykroyd, Julianne Moore, y Ted Levine, irreconocible como un militar amante del napalm. Pero lo que más recordará el espectador al salir del cine son los chistes. Algunos son tan buenos que hasta consiguen que Duchovny sea divertido (sin las sombras azuladas y la música misteriosa de la serie que lo hizo famoso, queda claro que su talento es limitado). En cambio, Orlando Jones es un comediante de primera, y se roba algunas de las escenas más dementes de una película ideal para una matiné.
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