Atiq Rahimi, «Tierra y cenizas». (Madrid, Lengua de Trapo, 2001, 93 págs.)
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Los terroristas de Bin Laden y los dogmáticos talibanes son la imagen de Afganistán, esta breve novela, escrita en 1997, que muestra a la otra gente que habita esa tierra ha cobrado actualidad. Permite captar los padecimientos de la población afgana, que lleva vividos dos siglos de guerras, y se ve hoy ante una trágica situación porque como ha explicado su autor «al terror ideológico siguió el religioso».
Rahimi buscó un estilo seco, lacónico, duro, alucinado para contar de un mundo desgarrado por la guerra, de un pueblo llevado al primitivismo y la desesperada desolación. La historia se inicia al costado de un camino polvoriento y desierto, donde un viejo espera con su nieto la llegada de un camión que lo lleve a la mina donde está escondido su hijo para contarle que las tropas soviéticas han arrasado la aldea y ellos son los únicos sobrevivientes y que el chico ha quedado sordo por las explosiones.
El chico descubre que la guerra roba la voz, los sonidos, los ruidos. «Escribí un relato sobre la guerra afgano-soviética (1979-1989), quería contarla de una forma distinta a la de los medios, mostrar sus consecuencias. No ofrezco un héroe, sino seres inocentes no comprenden en absoluto el sentido de la política, de lo que les pasa. Hablo del pasado, pero muestra cómo la voz de Afganistán ha desaparecido junto a su libertad», ha dicho Atiq Rahimi.
Al escritor le molestaba que Occidente se hubiera escandalizado por la destrucción de los Budas, milenarias obras de arte, en su país y no tomara en cuenta (hasta las tragedias de Nueva York y Washington) que su país, sometido a la mano de hierro del régimen de los talibanes, había hambreado (la novela comienza con el grito «¡Tengo hambre!») y recortado los derechos de los habitantes hasta límites insoportables y creado una generación de jóvenes fanáticos dispuesto a morir por su dogma. Rahimi (Kabul, Afganistán, 1962), estudió literatura en la universidad de su ciudad.
A los 22 años la guerra afgano-soviética lo obligó a refugiarse en Paquistán y luego exiliarse en Francia, donde se doctoró en La Sorbona en Comunicación Audiovisual. Comenzó escribiendo y dirigiendo obras teatrales, entre las que se destaca la coreografía sobre los padecimientos de las mujeres afganas «Del cuerpo y el grito». Ha realizado documentales sobre los exiliados afganos y sobre la suerte de la gente que fue deportada durante la guerra con la ex Unión Soviética. Ahora está por llevar al cine esta novela.
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