Granta, “revista de la nueva escritura”, con base en el Reino Unido, que adelantó a muchos de los hoy Premio Nobel, en su nueva selección de “lo mejor de novelistas de lengua española”, que hace diez años había señalado a los argentinos Oliverio Coelho, Federico Falco, Andrés Neuman, Patricio Pron, Pola Oloixarac, Lucía Puenzo y Samanta Schweblin, esta vez solo distinguió a Camila Fabbri, que acaba de publicar “Estamos a salvo” (Seix Barral). Fabbri es dramaturga, actriz, directora teatral y escritora. Dialogamos con ella.
Fabbri: lo siniestro que acecha en cada esquina
La narradora, actriz y dramaturga acaba de publicar “Estamos a salvo”.
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Camila Fabbri. Seleccionada este año por la revista inglesa Granta.
Periodista: ¿Qué la llevó a reunir historias de personas que sobreviven a accidentes emocionales o físicos?
Camila Fabbri: Hay una especie de germen que se repite en “Estamos a salvo” que empezó en los cuentos de “Los accidentes”, mi primer libro, y que tiene que ver con personas que en su vida cotidiana todo es normal pero temen que algo de eso se corra. Mis cuentos siempre hablan de ese otro lado que no conocemos. Hay algo de lo anímico y de lo físico que está en juego. Me gusta pensar que eso es como una obsesión propia que se puede transformar en ficciones.
P.: Quienes cuentan lo sucedido son seres que se salvan.
C.F.: En el cuento “Meteoro” una chica toma un taxi en plena noche, y el taxista la rapta, la lleva a un lugar desconocido. Uno está todo el tiempo esperando que ocurra algo terrible y eso no termina de pasar, la devuelve a la casa como si nada hubiera ocurrido, y surge la sensación de que eso tampoco es tan bueno. Ese cuento me provoca una sensación extraña y espero que eso se transmita a otros, tiene que ver con haber pasado por algo traumático que no necesariamente lo es, pero sí lo es.
P.: Su galería de seres anonadados que quedan a salvo tienen la contracara es la mujer de la tapa, que no se salva.
C.F.: Buscando una foto para la tapa di con una donde está Christa McAuliffe, una maestra, viendo el despegue del Challenger desde el Centro Espacial Kennedy. La NASA había hecho un sorteo para llevar a un civil al espacio y ella lo ganó, fue la excepción de la tripulación. Iba a ser su gran aventura, no se había formado en astronomía. En la foto muestra un entusiasmo melancólico que va a ser arrasado por la catástrofe. Hay algo en su mirada que creo que conecta con las sensaciones que dejan los cuentos y sus personajes que viven en grandes ciudades, rodeados de gente, de ruidos, en una selva opuesta a la selva, porque en la selva reina el silencio.
P.: ¿Cómo elaboró ese estilo que mezcla el lenguaje oral con el literario?
C.F.: Cuando escribo me surge unir la oralidad con la poesía a partir del uso que hago del lenguaje al hablar y con agudizar mucho el oído para capturar el decir de otros, es como si me pusiera unos auriculares para aislar las expresiones de la gente y eso después se me da al narrar, sin que me imponga un estilo determinado.
P.: ¿Con que escritores se siente vinculada?
C.F.: Con muchos de mi generación. En México Jazmina Barrera, Antonio Vázquez, Brenda Navarro, Isabel Zapata. Entre nosotros Romina Paula. Hay algunos que como es mi caso están en el catálogo de Granta como Paulina Flores, Michel Nieva, Felipe Castagnet. Están haciendo cosas disruptivas y monstruosas, y me encantan.
P.: ¿Buscó relacionar su libro “Los accidentes” con “Estamos a salvo”?
C.F.: Los dos títulos pareciera que siguieran un circuito, hay que ver en el próximo qué pasa. Además, en el libro está el cuento que se llama “Corremos peligro”. Es la contraposición de accidentarse y estar a salvo.
P.: ¿Qué pasó con la película sobre la tragedia de Cromagnon basada en su libro “El día que apagaron la luz”
C.F.: Está parada por los problemas que hay con el INCAA, los fondos que están detenidos y los que no actualizaron. “El día que apagaron la luz” es un híbrido entre ficción y documental que yo dirigiría, y que por ahora está en pausa.
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