14 de agosto 2024 - 15:06

Gonzalo Garcés: la épica sobre una grieta imaginaria

El autor de "Los impacientes" acaba de publicar una nueva novela, "El refugiado", que en clave fantástica plantea una Argentina que, en el pasado, terminó en una guerra de Secesión

Gonzalo Garcés acaba de publicar una nueva novela, El refugiado

Gonzalo Garcés acaba de publicar una nueva novela, "El refugiado"

Una guerra de secesión divide la Argentina en dos, una nación arruinada, pobre, y una nueva y pujante, el Estado libre, en “El refugiado” (Seix Barral) nueva novela de Gonzalo Garcés, que fue ganador del Premio Seix Barral con “Los impacientes”. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué lo llevó a contar de una Argentina que, tras una Guerra de Secesión, dio lugar a dos países?

Gonzalo Garcés: Fui imaginando la historia durante veinte años con imágenes de la Argentina contemporánea entremezcladas en sueños con momentos de nuestra historia, Rosas, Sarmiento, y asuntos, como la grieta, que nos marcaron los últimos años. Un periodista, Luis Alberto Cossa, había advertido del peligro de la Secesión tratando de impedirla. Finalmente, una guerra civil instaló dos países, al norte el Estado Libre, al sur la Argentina. Cuando Cossa vuelve del Brasil, adonde había escapado, recupera su trabajo y decide en televisión, en horario central, revelar quiénes y para qué llevaron adelante la Secesión.

P.: ¿Por qué centra la historia en un periodista que se vuelve un detective torpe al que su novia vive salvando?

G.G.: Julián es naturalmente torpe y ser detective no es su oficio. Investiga porque siempre tuvo la ambición de escribir crónicas a la manera de Tom Wolfe o Leila Guerriero. Cuando Cossa es asesinado, él, que fue el último que lo entrevistó, siente una responsabilidad filial, como si fuera un padre y tuviera que investigar y dar a conocer su explosiva denuncia. Emilia, su novia, es práctica, inteligente, y sin proponérselo investiga mejor que él. Sabe detectar los peligros, aunque no es lo que más le importe en la vida.

P.: ¿En Emilia y su familia, Julián es “el refugiado”?

G.G.: Proviene de una familia de clase alta, fría y distante. En la familia de Emilia, de clase media baja, familiera, afectuosa, encuentra una tierra prometida, su país.

P.: ¿Cómo surge la idea de la Secesión?

G.G.: Creo que en el imaginario argentino siempre estuvo la idea de secesión. Mientras otros países pensaron en hacer crecer su territorio, Argentina es el único caso, que yo conozca, en el que sus militares, ideólogos e intelectuales, y no poca parte del pueblo llano se preguntaron desde el comienzo mismo de qué iban a prescindir, que parte de su territorio o población deben quitarse de encima para poder ser un país próspero. Para Rosas era sacar a los unitarios, la élite liberal, la ciudad cosmopolita. Para Sarmiento quitarse de encima al gaucho, al federal, al indio. Dos lados de la grieta.

P.: ¿La grieta impulsada por una sociedad secreta remite a la de “Los siete locos”?

G.G.: De Arlt me deslumbró esa conspiración cuyos partícipes son pobres diablos, no grandes cerebros sino personas quebradas. El Rufián Melancólico es un psicópata, el Astrólogo un castrado que inicia la gesta por resentimiento, Erdosain un cornudo humillado, endeudado, desesperado. Piensan que la revolución la van a hacer los desdichados, los rotos. En “El refugiado” hay algo de eso. La parte central, que abarca de 1810 hasta 1970, traza el derrotero de la sociedad secreta El Círculo. Lo revela Hipólito, un escritor fracasado que nunca comprendió lo que estaba haciendo. Militar en la Secesión era para él sentirse especial y único.

P.: El Círculo hace una secesión de la Masonería, su origen, y va por la secesión del país entre la vieja Argentina y el nuevo Estado libre.

G.G.: Eso parte de la idea de que los países necesitan un enemigo para prosperar, y para eso hay que producir un contrincante. El enemigo fuerza a la nación a aguzar su ingenio, a vivir alerta. Impulsa la innovación tecnológica y genera prosperidad. Esa idea de Carl Schmitt sirvió tanto a sectores de izquierda como de derecha. El Circulo no busca destruir a la Argentina sino dividirla en dos, y al ser dos naciones, en virtud del enemigo a sus puertas, buscar competir y ser mejores.

P.: El Círculo hace del Estado Libre su utopía, el país moderno, soñado, jauja.

G.G.: “Él refugiado” no ofrece la idea de un país real. El Estado libre es esa imagen fantasmagórica que cultivamos los argentinos, fantasías de ser cómo es allá afuera, Europa o Miami. Los argentinos tenemos, por lo general, una imagen idealizada que llega hasta el ridículo. Otro aspecto del Estado Libre es poner en su territorio algo semejante a lo que es apreciado afuera.

P: Allí se ve la nostalgia y el deseo de parecerse.

G.G.: En el Estado Libre los inmigrantes argentinos con nostalgia han construido en la nueva capital, que tiene todo lo soñado, un barrio parecido al Palermo de Buenos Aires, doble nostalgia porque remite al otro Palermo, a la capital de Sicilia. El país que seccionó la Argentina precisa construir un barrio nostálgico. Esa nostalgia está en el corazón de la aguda y sagaz Emilia, que a pesar de todo lo que le brinda Jauja, siente que no es tan Jauja.

P.: ¿“El refugiado” es una distopía, una ficción conspiranoica como “El hombre del castillo” de Dick o “Fascinación” de Don DeLillo?

G.G.: Más que una distopía es una historia de amor con un trasfondo épico, no en sentido laudatorio sino porque en el trasfondo está la guerra y la paz y la vida colectiva de las naciones.

P.: ¿Por qué en el último tiempo aparecieron novelas (Michel Nieva, María Lobo) que muestran una Argentina partida y rearmada?

G.G.: Porque expresan en términos novelescos algo real en la imaginación de los argentinos. La Argentina real es un país empobrecido, pero relativamente próspero, aunque suene herejía decirlo en este contexto de crisis. Lo que pasa es que los argentinos somos adictos a los efectos dramáticos, siempre estamos ante una encrucijada histórica, el fin de algo. En los últimos años eso se ha exacerbado. En el imaginario colectivo es un país dramáticamente, irremediablemente, escindido en dos y eso es una materia rica para la novela.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

G.G.: Un libro de relatos encadenados sobre amores raros, fuera de lo común, en distintas épocas

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