4 de septiembre 2025 - 13:50

Imperdible ciclo de un cineasta japonés de culto, Seijun Suzuki

Se inicia hoy en Sala Lugones del Teatro San Martín una retrospectiva de sus películas, entre ellas "Carmen de Kawachi", "Marcado para matar" y "El vagabundo de Kanto".

Con Carmen de Kawachi se inicia hoy el ciclo de Seijun Suzuki

Con "Carmen de Kawachi" se inicia hoy el ciclo de Seijun Suzuki

Delincuentes juveniles, yakuzas compitiendo a ver quién es el mayor asesino, cabareteras, chicas de burdeles, peleas a palos, puñetazos y tiro limpio, mujeres abofeteadas que ni en “Amo y señor” (y solo una vez ocurre una buena devolución), el cine de Seijun Suzuki era de acción, crueldad, sentimientos básicos y soluciones rápidas, pensado para “la popular”.

Eso quedaba claro desde el título, por ejemplo “El pueblo de Satán”, “Ocho horas de terror”, “La mujer desnuda y la pistola”, “Pasaporte a la oscuridad”, “La locura de la juventud”, “Apunten al camión de policía”, “El canal sangriento”, “La juventud de la bestia”, “La puerta de la carne”, cosas como éstas Suzuki hacía cuatro por año, entre 1954 y 1967, todas de bajo presupuesto producidas por la Nikkatsu Corporation sin la menor exigencia artística.

Vale decir, nadie de la empresa esperaba que el director tuviera alguna aspiración artística. Pero la tenía, y en grado sumo. Rostros en primerísimo primer plano, ángulos inesperados, montajes inhabituales y más adelante un empleo inhabitual de los escenarios, los colores y el sonido, sobre todo cuando formó equipo con el director artístico Takeo Kimura. Al hombre le gustaba experimentar, jugar con el material, burlarse del argumento más dramático, inventar un “sushi western”, sorprender al público.

En 1958 la empresa anunciaba sus películas con la frase “con la genial dirección de Seijun Suzuki”. En 1967 la misma empresa se cansó de sus genialidades. El público no las entendía, la taquilla no respondía, y al responsable no le importaba. Lo desplazaron a un trabajo rutinario en televisión, para que se calmara un poco.

De todos modos, allí dejó mediometrajes inquietantes como “Buenas tardes, querido esposo. Un duelo”, “El colmillo en el agujero”, “Las garras de la divina bestia” o “La elección de una familia: puedo matar a su marido por usted”, entre otros pasatiempos hogareños. Y al fin volvió al cine, con unas historias de fantasmas que ganaron premios en Tokio, Berlin y el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz, unas comedias raras, incluso un dibujo animado de ladrones, hecho en colaboración, hasta una opereta de efectos digitales ambientada en viejos tiempos sobre el amor imposible de un mortal y una princesa de origen divino. Pero lo mejor, según dicen algunos, está en aquella primera etapa.

Quienes lo dicen son Quentin Tarantino, que le rindió homenaje en el desenlace de “Kill Bill”, y también Robert Rodríguez, John Woo, Mikio Naruse, los directores de la Nouvelle Vague japonesa y actualmente los devotos del cine bizarro hecho con verdadero conocimiento del oficio.

Sala Lugones le dedicó un ciclo en 2017, con motivo de su muerte. La plataforma Filmin hizo otro en 2023, celebrando el centenario de su nacimiento. Ahora, desde hoy, Sala Lugones y la Embajada de Japón presentan diez de sus películas más elogiadas, todas en copia fílmica de 35 mm. y restauración 4K enviadas desde Tokio.

La selección comienza con “Carmen de Kawachi”, 1966, libremente inspirada en los films eróticos de Kinoshita, más que en Bizet o Merimée, y “Marcado para matar”, 1967, exquisito delirio visual donde la historia, una sucesión de asesinatos, poco se entiende, pero a nadie le importa. Luego, “El vagabundo de Kanto”, 1963, un guardaespaldas en conflicto, y “El vagabundo de Tokio”, 1966, un asesino a la espera de ser asesinado.

Más adelante, “Senos jóvenes”, 1958, un loquito peligroso se enamora de su asistente social, “Nacido bajo una mala estrella”, 1965, joven nervioso frente a la dura disciplina, la chica buena y la otra, “La bella del submundo”, 1958, un ex convicto, el amigo, una mujer y una trampa, “El sueño de la bestia”, 1960, quien parece un respetable comerciante de golpe se hace humo, “El tatuaje del dragón blanco”, 1965, un yakuza intenta rehacer su vida, pero el clan lo persigue hasta Manchuria. Culmina con “Pistol opera”, 2001, también llamada “El baile de los sicarios”, suerte de relectura de “Nacido para matar”, pero protagonizado por una mujer yakuza, joven, bonita y peligrosa, como es el gusto de este siglo.

Quedan para otra vuelta “Historia de una prostituta”, versión libre de un amor pasional en medio de la guerra, sobre novela de Taijiro Temura varias veces llevada al cine, y, junto a otros títulos, el documental del español Carles Prats “Seijun Suzuki. Kabuki & Yakuzas”, que pone el acento en la estilización teatral de las cintas de pistoleros, una puesta en escena propia de este autor singular.

Dejá tu comentario

Te puede interesar