S us personajes televisivos le dieron unperfil de Danny DeVito porteño. Hizo de mafioso en «Mamitas», deanimador de box en «Campeones» y de ladrón muy torpe en «Chiquititas».Pero Jorge Noya todavía se sorprende de poder trabajar en un ambienteque «sólo convoca a los carilindos». Con su metro y medio de estatura ysu fluidez para la comedia sigue componiendo simpáticos antihéroes como «Insecto»,el director de cámaras de «Primicias» (un cuarentón que todavía vive consu madre) o el taxista de «Corazón iluminado», la película de HéctorBabenco, donde tiene por esposa a una hermosa mujer de más de un metroochenta de altura. Noya es consciente de las limitaciones actorales quepueden llegar a imponer este tipo de papeles. Es por eso que ha decidido volvera la escena con «La última noche» un unipersonal de corte dramático,escrito y dirigido por Silvia Spina que se ofrece en la Sala Bukowski(Bartolomé Mitre 1525) todos los viernes a las 21.
Periodista: En la obra, usted compone a unviejo y empobrecido titiritero...
Jorge Noya: Es un viejo titiriteroque se atrinchera en su pieza de pensión con sus mu-ñecos. El ya no puedemanejar más a sus títeres porque le duelen las manos y porque tiene problemascon una pierna, debido a viejas heridas de guerra. Es muy negador con suhistoria, pero como están a punto de echarlo de la pensión, esta situaciónlímite lo hace retroceder a momentos muy críticos de su vida. Para componerlovisitamos hoteles y pensiones muy humildes. Encontramos una por Once que tienehabitaciones hasta en los descansos de la escalera. Por suerte la obra tiene unfinal insólito y bastante esperanzado. No queremos que el público sólo vea a unviejo sino que se sienta identificado con esa situación de pobreza y abandonoen la que hoy estamos todos.
P.: ¿Por qué eligió a un personaje de corte tandramático?
J.N.: A mí me gusta el humor peronecesito de otras expresiones, porque si no, uno siempre repite los mismosgestos y recursos. El humor no tiene muchos secretos, una vez que encontrastelos resortes básicos no hay demasiadas variaciones. Además, lo que tiene elteatro que no tiene la televisión ni el cine, es la respuesta inmediata de lagente. Los actores somos ansiosos tenemos la necesidad de encontrarnos con larisa, con el llanto y con el aplauso, ya. No podemos esperar.
P.: ¿Cómo fue su experiencia con cámarasocultas?
J.N.: Yo trabajé en «Video-match»durante tres años haciendo la cámara oculta de deportes. Cuando los jugadoresestaban en la tribuna yo aparecía con un peluquín naranja y los hacía enojardiciéndoles que eran unos mediocres y que no servían para nada. La verdad,nunca me gustó el humor agresivo y eso que yo no estuve en la etapa en querompían coches. A los pibes les pegaban vuelta a vuelta, sobre todo en lasprimeras grabaciones en las que no había ninguna truca. Yo salí corriendo de 3ó 4 cámaras ocultas porque directamente me querían matar. Decirle a un arquerocomo Pumpido, que tiene toda una trayectoria: «Vos para mí sos unarquero mediocre. Yo fui arquero y sé lo que te digo» era algo muy fuerte,porque él se me quedaba mirando y después se daba cuenta de que le estabatomando el pelo. ¡Qué iba a ser yo arquero con mi metro cincuenta de estatura!
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