6 de junio 2005 - 00:00
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Mario «Pacho» O’Donnell: «Por mi experiencia psicoanalítica
yo escribo una historia fragmentaria y tengo una gran
opinión de la anécdota, como también la tenía Jesucristo,
que enseñaba contando parábolas».
Periodista: La versión anterior de esta obra se llamó « Vincent y los cuervos»...
Pacho O'Donnell.: Así es, «Trigal con cuervos» es el último cuadro que pintó Van Gogh antes de suicidarse. En la obra, los cuervos son las personas que quisieron « normalizarlo»: los profesores que le exigen una profesión académica, los parroquianos que lo consideran un loco porque anda de noche con un sombrero rodeado de velas para iluminar su caballete, los compradores que rechazan sus cuadros por diferentes o los psiquiatras que lo consideran un loco que se la pasa pintando.
P.: Usted, como psicólogo, ¿también lo consideraría un loco?
P.O.: Diagnosticar a Van Gogh sería una herejía, porque básicamente fue un diferente, un artista genial que defendió su convicciones con una obstinación extraordinaria.Yo creo que era un maníaco depresivo con algunos elementos psicóticos. Raúl Rizzo lo interpreta ahora, y está muy bien porque no caracteriza a un loco, sino a alguien muy puro y extremadamente sensible, casi un ingenuo. Van Gogh simboliza los valores que esta sociedad ha perdido y añora, la lucha por una utopía, la defensa de los deseos y de una identidad propia sin temor a ser diferente. Tal vez por las mismas razones fue que escribí la biografía del Che Guevara. Son personas que han llevado sus ideas hasta el límite.
P.O.: Puede ser, pero en mi libro no está idealizada para nada. Las biografías, en general, ofrecen una visión cubanizada del Che, yo me ocupé de sus 39 años de vida y de cómo se construye familiarmente un hombre así. Me gusta trabajar sobre figuras conflictivas porque tienen una gran riqueza dramática y literaria. Escribir sobre personajes que no provocan ningún tipo de polémica no vale la pena.
P.: ¿Fue por eso que propuso que rebautizaran un tramo de la Avenida Sarmiento con el nombre de Juan Manuel de Rosas?
P.O.: Seguramente fue un error. Mi idea era que se juntaran Sarmiento, Rosas y Libertador para dar una imagen de unidad. Pero fue muy mal interpretado y yo lo debería haber previsto. Aunque escribí un libro sobre Rosas y una obra de teatro («El sable», estrenada el año pasado con Rodolfo Bebán), no soy rosista. Pero busqué ser ecuánime con él, la figura más execrada de la historia oficial.
P.: Y también propuso rebautizar una calle con el nombre del Che Guevara. Aquí también podrían malinterpretarlo.
P.O.: Es el ícono argentino más conocido en todo el mundo. Más allá de su ideología y de la caída del comunismo, el Che es un ejemplo de idealismo ¿cómo no va a tener su calle? Pero es cierto que cambiarleel nombre a las calles es muy delicado; tal vez pequé de ingenuo al meterme con Sarmiento, pero en el tramo que propuse sólo viven la jirafa y el elefante, no afectaba a nadie.
P.: Pero usted como psicoanalista debe saber cuánto peso tiene lo simbólico.
P.O.: Debo confesar que se reabrió una polémica muy interesante, que me divertió mucho. El Che y Rosas son personajes por los que la gente se puede seguir agarrando a trompadas, por eso me gustó escribir sobre ellos. Y también deberíamos incluir a Eva Perón.
P.: ¿Piensa escribirle una biografía?
P.O.: No, ya lo hizo demasiada gente.
P.: ¿Alguna vez soño con llevar al cine a algún personaje histórico?
P.O.: Cuando estaba por morir, María Luisa Bemberg me llamó y me dijo: «Pacho, no sé si salgo de ésta, pero si salgo voy a filmar tu Juana Azurduy». ¡Me hubiera encantado!
P.: El historiador José Luis Romero está enojado con usted. Lo acusa de lucrar con la historia.
P.O.: Sí, y ya anda haciendo papelones. Pero es bueno provocar polémicas. Tal vez por mi experiencia psicoanalítica yo escribo una historia fragmentaria y tengo una gran opinión de la anécdota, como también la tenía Jesucristo, que enseñaba contando parábolas o como quiera llamarlas.
P.O.: Yo en realidad, no debería tener ningún conflicto con los historiadores porque ellos tienen su campo, sus investigaciones y su metodología y yo soy sólo un escritor apasionado por la historia argentina y por los maravillosos argumentos que brinda. El problema con el historiador es que muchas veces escribe para otro historiador, como pasa con los psicoanalistasque escriben para otros psicoanalistas, y esto hace que todo se vuelva muy hermético. Si a los chicos les contaran cómo fue realmente el 25 de mayo hoy podrían entender mejor el conflicto entre Kichner y Duhalde, o lo que está tratando de hacer Felipe Solá, por ejemplo. Se trata de entender lo que nos está pasando para que todo vaya mejor en nuestro país. Por eso es tan importante que la historia llegue a toda la gente.
Entrevista de Patricia Espinosa




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