2 de enero 2017 - 10:02
"Salirse de los lugares comunes es primordial en la literatura"
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R.C.: Me interesaba que los personajes tuviesen esos rasgos, sí. Al principio no fue algo meditado hasta que un editor me dijo que en mis cuentos había siempre personajes de chicos en situaciones extrañas con adultos. Ahí empezó un trabajo mucho más analítico. Son chicos transparentes en su crueldad, por decirlo de alguna manera, personajes que echan por tierra la idea de que los niños son "almas blancas", son "buenitos". Creo que la crueldad es inherente al ser humano y en la corta edad no hay reconocimiento de la maldad y la bondad desde lo moral, eso llega más tarde, con los años, de chicos ese límite es difuso. Da mucho trabajo explicarle al chico qué no puede decir en voz alta, por ejemplo que una señora tiene un ojo chueco o la cola grande. El chico te va a retrucar que si es verdad, por qué no lo puede decir. Bueno, hacia ahí creo que van estas historias. Y sí, también hay situaciones con personajes donde los chicos son el botín del adulto. Pero no sé si lo llamaría abuso de poder del chiquito, si no es consciente, y si el adulto no pone límites. Lo mismo pasa con la maldad. Se dan juegos de poder entre el adulto y el niño. ¿Pero quién dice qué está bien y qué está mal? ¿Cómo es el mecanismo por el cual se establece que ciertas cosas no se pueden decir? ¿Qué pasa si ese mecanismo impuesto por la sociedad de pronto no funciona?
P.: ¿Por qué elegiste centrarte en los vínculos entre chicos y adultos?
R.C.: Porque hay cosas de esas relaciones que se naturalizan, se estereotipan y si no suceden de esa forma, se catalogan como anormales. Y no creo que sea tan así. La sociedad está repleta de lugares comunes acerca de la maternidad y la paternidad que se dan de bruces con lo que vemos todos los días.
P.: Tus cuentos parecen romper el mito de la familia feliz. ¿Te lo propusiste o fue algo que salió?
R.C.: Sí. Me interesa mucho trabajar con los "baches sociales", lo que no se dice, lo aparentemente oscuro que todos cargamos. El incesto, el abandono, el dilema de una pareja cuando uno de los integrantes quiere abortar y el otro no, lo que se espera de nosotros en equis ámbito, el lado B de las fiestas tradicionales. Escribir para mí es entrar en todo eso.
P.: Dos de los cuentos incluidos en Fiestas Sísmicas fueron publicados bajo el título Máscaras indestructibles. Ahora todos fueron reunidos en este libro. ¿Cómo evolucionaste como escritora desde que empezaste hasta que lo terminaste?
R.C.: Supongo que toda escritura es aprendizaje sobre uno mismo y sobre el modo en que nos relacionamos con el mundo cercano, con los otros. Creo que el escritor siempre sale transformado al terminar algo, en cualquier instancia de su trayectoria. En cuanto a lo narrativo, claro que se madura desde ese lugar, vas encontrando qué te funciona y qué no, qué rasgos pueden llegar a constituir un estilo personal, explorando autores de los cuales querés sentirte cerca. Aunque creo que las cosas que funcionan en un momento pueden no ser tan útiles en otro. Hay mutaciones con los años.
P.: ¿Qué te inspira?
R.C.: Para escribir y pensar historias, un poco lo que decía antes, me gusta ocuparme de lo oscuro, lo tapado, lo que no habría que hacer ni decir, los juegos de poder. Lo micro me gusta mucho también, no necesito hablar de grandes mundos, de lo macro, me gusta estar en situaciones cotidianas y pensarlas desde el anti-estereotipo, por decirlo de algún modo. Salirse de los lugares comunes es primordial en la literatura. Hay un filósofo que se llama Michel De Certeau, que escribió un texto que se llama La invención de lo cotidiano. Él dice que en lo cotidiano las personas despliegan tácticas y estrategias. La táctica es el recurso que tiene el más débil para enfrentar o aminorar la estrategia del poderoso. Bueno, esta idea estuvo muy presente en toda la elaboración de las historias. Esos "rincones" me sirven para crear.
*Rocío Cortina es autora de Fiestas Sísmicas (Textos Intrusos), y Máscaras indestructibles (Colección "Leer es futuro").
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