“El cine de autor incomoda muchísimo. Comparar ese cine con el mainstream es como comparar la poesía con el best seller, se requiere de otra paciencia, otra distribución, otro público”, dice Francisco Lezama, director de “Un movimiento extraño”, cortometraje que ganó el Oso de Oro en la última Berlinale y está en la carrera al Oscar. Este corto se proyectará junto a dos trabajos previos del director, “Dear Renzo” y “La novia de Frankenstein” (estos dos en codirección con Agustina Gálvez), en el Malba en septiembre.
Una comedia romántica entre quien puede comprar dólares y quien no
El director Francisco Lezama presentará en el Malba “Un movimiento extraño”, cortometraje que ganó el Oso de Oro en la última Berlinale y está en la carrera al Oscar, junto con “Dear Renzo” y “La novia de Frankenstein”.
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Los cortos retratan la progresiva crisis económica de la Argentina, la obsesión por el dólar y la situación de los jóvenes. Conversamos con Lezama.
Periodista: ¿De dónde viene ese interés en esos temas que se reiteran en tus cortos?
Francisco Lezama: Cuando empecé con la serie de cortos que van a estrenarse yo trabajaba en el MALBA y la idea era poder hacer cine con los elementos que tuviéramos a mano, en base a la observación de las locaciones, del barrio, sin tener que moverme demasiado. En la zona de Barrio Parque había varios departamentos o habitaciones de casas que eran puestas en alquiler a extranjeros via AirBnB; y el cambio de pesos por dólares era una constante. Empecé a trabajar el guión del primer corto en base a personajes jóvenes, algo perdidos, que trabajaban como arbolitos: traduciendo el inglés de los turistas al español. Las ideas iban surgiendo de observar esos pases, y esas traducciones. Cuanto más observábamos más inverosímiles y cómicas resultaban las situaciones. En el mundo del turismo en Buenos Aires había muchas claves para la comedia. Un terreno civilizado, protocolar como el del turismo en zonas ricas, podía entrar en colisión con las desprolijidades de empleados excéntricos, torpes o irresponsables.
P.: ¿Qué otras cuestiones aparecen en tus películas?
F.L.: No sólo me interesa el culto al dólar o la obsesión con el idioma inglés de las clases media y media alta, sino también la obsesión que pueden tener algunas personas por narrarse a sí mismas historias “a lo película norteamericana”. Estamos completamente empapados de narrativas del Hollywood clásico, y eso fue algo que quise explorar con estas comedias. En un movimiento extraño, una guardia de seguridad logra prever una corrida cambiaria, se hace despedir y con la indemnización compra dólares. Con ese resto, esa “tranquilidad”, pasa a tener tiempo libre y así, empieza a fantasear una especie de comedia romántica norteamericana con un arbolito que claramente no puede acceder a comprar dólares y no está tan tranquilo. Me interesaba la idea de narrar una comedia romántica imposible entre quien puede comprar dólares y quien no.
P.: Tus films pasaron por varios festivales y el premio mayor en Berlín, ¿qué le atrae al mundo de nuestra coyuntura?
F.L.: Creo que en los cortos se hace un cruce entre la comedia de enredos con otro tipo de cine más adherido a la realidad. Esa combinación quizás sea tentadora, porque es un límite difícil de trazar (puede salir verdaderamente mal). Por ejemplo, si uno mira los tres cortometrajes uno al lado del otro puede ir viendo como el peso argentino va perdiendo valor a partir del paso del tiempo. Por otro lado, creo que ya es famoso el caso económico en Argentina, y en algunos países en los que empieza a haber inflación puede despertarse un poco más de interés por estos temas.
P.: ¿Cómo es el camino de los festivales vs. la exhibición y permanencia en salas a nivel local?
F.L.: La exhibición es un tema muchas veces desatendido, no sólo en Argentina, sino en el mundo. Existe una producción anual muy vasta de cine valioso pero muy pocas salas que puedan darle continuidad a esas películas. El cine de autor necesita otros ritmos de distribución, otra paciencia, otro tipo de recomendación boca en boca. Al no contar con los medios económicos y las celebridades sea de estrellas locales o tanques hollywoodenses, el cine independiente requiere de otro sistema de distribución. Así como la poesía circula de modo distinto a los best-sellers, el cine de autor o independiente requiere de otro sistema. Por otro lado el valor de las entradas de cine es muy caro.
P.: ¿Cómo ves el cine en Argentina en este momento?
F.L.: La veo mal. Entre la inflación y las políticas que se vienen llevando a cabo en el INCAA, la producción de cine se paralizó. Una cosa es ordenar, auditar, corregir y otra muy distinta es paralizar un instituto que se creó con fines noblísimos. Da la sensación de que no sólo no interesa el cine autoral (artístico, hecho con humanidad) sino que incomoda muchísimo. Creo que esto tiene que ver con una forma polarizada de plantear el mundo que es muy útil para gobernar. Se crean relatos de blanco y negro: “o estás conmigo o sos un enemigo”, “o adherís o sos un inmoral”. No hay ningún tipo de contemplación por lo frágil o lo ambiguo. Todo tiene que ser contundente. A su vez, al valorarse (y hasta ahí) sólo la producción de películas taquilleras que estén completamente desligadas del pensamiento o el registro de la realidad, se marca una línea similar al de algunas películas Italianas previas al neorrealismo. El neorrealismo Italiano surge después de la Segunda Guerra Mundial y filma “lo que está pasando”. Lo paradójico es que fue sumamente taquillero y exitoso en el mundo entero. Las películas que se hacían en Italia antes del neorrealismo eran en muchos casos imitaciones de las películas genéricas norteamericanas. Un instituto de cine como el INCAA fue pensado en parte para que puedan hacerse películas nacionales no nacionalistas. Es decir, películas que interpelen a los espectadores argentinos en sus propios cuestionamientos y ambigüedades. Defender este tipo de films más humanos no es “populismo de izquierda”, sino sentido común.
P.: ¿Cómo se sustenta un cineasta argentino?
F.L.: Como no hay dos cineastas iguales, no hay dos modos de sustento iguales. Creo que en muchos casos el cine se ha vuelto una disciplina para gente con dinero, porque exige mucho tiempo y dedicación y no siempre vuelve bien pago el esfuerzo. En los casos que conozco (generalmente cineastas independientes), el sustento viene en parte de ventas de las películas (aunque cada vez paguen peor las plataformas), fondos para desarrollo (aunque suelen darse a cineastas con trayectoria), y trabajos paralelos (talleres, clases, asesorías, trabajo de guion etc.). También hay muchos cineastas que tienen otros trabajos no relacionados al cine y hay otros cineastas que viven de la publicidad, de filmar series o de hacer películas por encargo.
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