10 de marzo 2006 - 00:00

Vanguardias rusas: arte transformador

La obra deKasimirMalevich, comola de muchos desuscontemporáneos,asimiló ellenguajeimperante en lasociedad rusade entre 1907 y1930, un períodode granconvulsiónpolítica ycultural.
La obra de Kasimir Malevich, como la de muchos de sus contemporáneos, asimiló el lenguaje imperante en la sociedad rusa de entre 1907 y 1930, un período de gran convulsión política y cultural.
La exposición «Vanguardias rusas», que se exhibe hasta el 14 de mayo en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid es una buena oportunidad para recordar la diversidad de tendencias, contenidos y estilos que se encuadran dentro del experimento cultural que ellas suscitaron. El período que abarca se sitúa entre 1907 y aproximadamente 1930, un período para Rusia y lo que se convertiría en la Unión Soviética de gran convulsión política y cultural en el que la vida artística fue sacudida por cientos de exposiciones de grupo así como de manifiestos que han atraído la atención de los historiadores durante las últimas tres décadas.

Más de 280 piezas entre pinturas, esculturas, fotografías, carteles, cubiertas de libros, tejidos, cerámicas provenientes del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, la Galería Tretiakov, museos provinciales, el Centro Pompidou de París y el IVAM de Valencia que ha prestado su colección de fotografía del siglo XX, así como colecciones privadas.

La exposición, curada por Tomás Llorens con el asesoramiento de un comité científico integrado por, entre otros, John Bowlt, Evgenia Petrova y Ekaterina Selezneva, está dividida en cinco secciones. «La Lección de los Bárbaros» se centra en los años 1907-1912, un período en el que los artistas de vanguardia se movieron por el sueño de una nueva cultura rusa revitalizada por el ejemplo de una gran variedad de tradiciones populares o «primitivas». Hay obras dedicadas a la imagen de una Rusia imaginaria, realizadas por Kandinsky y Jawlensky desde Munich así como de Goncharova, Larionov y obras primeras de Malevich, por nombrar a los más conocidos.

«Un Torbellino de Energía»
muestra las innovaciones formales del período 1912-1915. La teoría del «rayonismo» se articula en torno a la autonomía de los medios pictóricos, el cuadro es algo que desaparece, que da la sensación de estar más allá del tiempo y del espacio, Larionov escribe que «hace nacer la sensación de lo que se podría llamar la cuarta dimensión», reflexiones afines a los escritos de 1911 de «Lo Espiritual en el Arte» de Kandinsky. En cuanto a los futuristas rusos que preferían llamarse «cubo-futuristas», oscilaban entre implosión o autoinmolación y explosión y autopromoción, es decir, eran impetuosos, intransigentes, conflictivos.

«Experimentos Individuales»
presenta la investigación artística llevada a cabo por artistas individuales que prefirieron trabajar al margen de formaciones colectivas y de las cambiantes asociaciones de artistas de la época. Está dedicada a Chagall, Kandinsky y Filonov con obras realizadas aproximadamente entre 1912, 1914 y 1922 y 1930. Los artistas del «Movimiento Orgánico» observaban la naturaleza, un mismo motivo en distintos momentos del día y en diversas estaciones era el fundamento principal de su arte.

«La Construcción del Hombre Nuevo»
que se exhibe en la Fundación Caja Madrid es la más extensa e intenta mostrar la dialéctica entre vanguardia artística y cambio político-social durante los primeros años tras la revolución. Aquí se ven obras correspondientes al Suprematismo y Constructivismo con obras de los creadores de estos movimientos como Malevich, Popova, Rodchenko o Lissitsky. En el texto del catálogo, Tomás Llorens señala que por primera vez los estudios de las vanguardias rusas no son ya los que proceden del mundo occidental sino los que vienen desde el interior de Rusia.

A partir del fin del régimen soviético y de la guerra fría se permite ver el arte ruso de las primeras décadas del siglo XX con ojos libres de imposiciones ideológicas que han pesado excesivamente sobre la historiografía del pasado. La radicalidad con la que algunos poetas y pintores postulaban un lenguaje nuevo respondía a la necesidad de entrar en un mundo sustancial y radicalmente nuevo. Con gran erudición, Llorens remarca que ese impulso fundamentalista se alimentaba en Rusia de unas raíces antiguas que se remontaban al romanticismo y también a su propio cristianismo nacional. Un cuadrado, un círculo o una cruz sobre un fondo blanco, regresaba a los cánones del arte ruso antiguo. en los íconos el fondo claro representaba la pureza, la santidad, la eternidad; el negro, el abismo, el infierno, la oscuridad pero a diferencia de los maestros pintores de íconos, Malevich elimina la narración y reduce la representación a formas puras, convirtiéndolas a formas contemporáneas.

En suma, un nuevo abordaje sobre el arte que ya no explicaba el mundo sino que se involucraba en la lucha por transformarlo, desde las formas monumentales en la escultura, la decoración de las ciudades, la organización de los festejos de masas, así como los carteles, la gráfica y hasta la porcelana que asimilaron el nuevo lenguaje de la política. Clausura el 14 de mayo.

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