25 de julio 2020 - 00:00

Argentina y el fantasma de la hiperinflación

La exceso de oferta monetaria para financiar el gasto público y un colapso en la demanda de dinero podrían combinarse desencadenando un escalada hiperinflacionaria.

En lo que va del año la emisión monetaria supera los 1,5 billones de pesos .

En lo que va del año la emisión monetaria supera los 1,5 billones de pesos .

El País Diario

Hay dos condiciones necesarias que aparecen en toda hiperinflación. La primera es un exceso importante de emisión monetaria, la segunda es un colapso en la demanda de dinero. La combinación de estos dos males tiene como resultado un proceso hiperinflacionario.

Por el lado de la oferta monetaria, en la Argentina los gobiernos siempre han hecho trabajar miles de horas extras a las máquinas de imprimir billetes. Y como siempre pasa, cuando hay un exceso de oferta, la moneda se desvaloriza y suben los precios. Parafraseando al premio Nobel de Economía, Milton Friedman, la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario.

En cuanto a la demanda de dinero, la misma es sencillamente la cantidad de pesos que los argentinos queremos tener para poder utilizar con inmediatez, por ejemplo, los billetes que tenemos en nuestros bolsillos, en un cajón o en las cuentas corrientes. La demanda de cualquier moneda se basa en la confianza, una confianza que tarda bastante tiempo en consolidarse, y poco en evaporarse.

Revisemos los números actuales

Días atrás, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), difundió que la inflación de junio fue 2,2% y acumuló una suba de 13,6% en el primer semestre. El índice de Precios al Consumidor (IPC) sumó en la marca interanual una suba de 42,8%.

Estos datos muestran que la inflación está comenzando a crecer a medida que la economía comienza a girar nuevamente, y es que en lo que va del año la emisión monetaria supera los 1,5 billones de pesos y resta aún, una emisión de al menos $2,5 billones adicionales hasta fin de año teniendo en cuenta el déficit proyectado. A esto hay que sumarle la emisión de Leliq por parte del Banco Central, para absorber esos pesos excedentes, que ya se aproxima al billón de pesos.

Este contexto, de dantesca expansión monetaria para financiar el déficit fiscal y asistir a millones de personas y empresas (mediante los IFE y los ATP), la progresiva caída en la demanda de pesos que se pone en evidencia ante la amplia brecha cambiaria (hoy en torno al 70%) y el estrepitoso hundimiento de la actividad económica, producto de la cuarentena primitiva llevada adelante por el Presidente Alberto Fernández, hace que más de uno se pregunte: ¿Vuelve el fantasma de la hiperinflación?

Si ponemos a prueba nuestra memoria, advertiremos que todas las hiperinflaciones que tuvimos en la Argentina son el resultado de gobiernos que emitían excesivamente para poder financiar el abultado gasto público, produciendo así un exceso de oferta monetaria (primera condición). Llegando al punto que la sociedad, ya muy acostumbrada a convivir con la inflación, se desprendía de los pesos (segunda condición) y huía hacia los dólares en búsqueda de refugio, provocando así, que el Banco Central se quede sin reservas y que el tipo de cambio oficial explote. Paréntesis, no importa si se va al dólar, al euro o a la libra, lo importante es que está demandando menos pesos. No es amor al dólar, es pánico al peso.

Hoy, el nivel de reservas internacionales netas del BCRA es de u$s 7.590 millones, una cifra más que suficiente para aventar el riesgo de una hiperinflación, teniendo en cuenta que los depósitos a plazo fijo en pesos –los que pueden dar inicio a una hiperinflación– son solo el equivalente a u$s 18.600 millones.

¿Qué puede desatar este fenómeno atroz?

Por el momento la inflación se encuentra reprimida por los efectos de la cuarentena. Así, el aislamiento limita la demanda a consumos de primera necesidad, por caso: alimentos, medicamentos y servicios públicos. Adhiriendo que el cepo cambiario pone un techo en el precio del dólar y con ello al precio de los productos transables. Por su parte, las tarifas congeladas sujetan la suba de los servicios públicos. Y los controles de precios frenan la suba de los bienes de primera necesidad. Pero todas estas regulaciones son medidas de mecha corta.

Por lo tanto, la dificultad aparecerá cuando el Gobierno quite la cuarentena, intente reactivar la actividad económica con obra pública financiada con emisión de pesos, empuje el crédito para financiar el consumo privado y el capital de trabajo para empresas. Toda esta circulación a altas velocidades de los pesos excedentes, que muchos de ellos buscarán refugio en el dólar, hará que la brecha cambiaria se vuelva cada vez mayor, tornándose insostenible y desencadenando una hiperinflación o un plan Bonex.

(*) Economista e investigador en el CISE (Centro de Investigaciones Sociales y Económicas) de la Fundación Libertad.

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