El turismo rural en la provincia de Buenos Aires suma propuestas cada vez más curiosas, ideales para quienes buscan desconectar en lugares poco explorados. Entre ellas aparece un paraje diminuto, con apenas un centenar de habitantes y una particularidad que lo distingue: se lo conoce por dos nombres diferentes.
El pueblo de Buenos Aires con dos nombres y solo 100 habitantes que todos quieren visitar
En el mapa del turismo rural de Buenos Aires, Villa Grisolía sorprende con su doble nombre, su calma infinita y apenas 100 vecinos.
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Sigue la medida de fuerza en todas las líneas de trenes y hay demoras en el servicio
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La escapada ideal para desconectar solo 100 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Entrada a Villa Grisolía, también conocida como Achupallas, un rincón de Buenos Aires que invita al turismo rural y a la calma absoluta.
Lejos del ruido de las grandes ciudades, este rincón sorprende con tradiciones vivas, construcciones históricas y una calma difícil de encontrar en otros destinos. Allí, el tiempo parece haberse detenido y la hospitalidad de los vecinos completa la experiencia. El lugar se llama Villa Grisolía, aunque muchos lo identifican como Achupallas.
Dónde se ubica Villa Grisolía
Villa Grisolía —también llamada Achupallas— se encuentra en el partido de Alberti, a menos de 200 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El viaje en auto dura poco más de dos horas, lo que la convierte en una escapada perfecta de fin de semana para quienes quieren combinar campo, aire puro y tranquilidad.
El doble nombre se explica en su historia. El pueblo nació como Villa Grisolía en homenaje a su fundador, Pascual Grisolía. Sin embargo, en 1909 la llegada del ferrocarril marcó una nueva etapa: la estación recibió el nombre de Achupallas, que con el tiempo ganó fuerza popular hasta convertirse en un alias tan válido como el original.
Qué se puede hacer en Villa Grisolía
Aunque hoy apenas viven allí unas 100 personas, hace décadas el pueblo tuvo más de 1.500 habitantes gracias al impulso de la estación de tren y de una fábrica de tejas que funcionó como motor económico. Con el cierre de esas actividades, el ritmo se volvió más lento, pero esa misma calma es hoy su gran atractivo.
Caminar por sus calles permite encontrarse con antiguas rancherías de barro, la Capilla Nuestra Señora de Luján y la estación de tren aún en pie, convertida en parte del patrimonio local. Cada rincón respira historia, ofreciendo al visitante una postal distinta a la del turismo masivo.
El corazón social de la comunidad está en El Boliche de Moro, un bodegón donde se sirven comidas caseras y se organizan peñas con música y baile. Allí, turistas y vecinos se mezclan en un ambiente distendido que refleja la esencia del pueblo, conocido también como “el pueblo de amigos”.
Para quienes viajan en familia, Villa Grisolía resulta ideal. Los niños pueden andar en bicicleta sin riesgos o jugar en los campitos, mientras los adultos disfrutan de la serenidad del paisaje. Todo esto hace de la experiencia algo sencillo, auténtico y memorable, alejado de las típicas propuestas turísticas.
Cómo ir hasta Villa Grisolía
Llegar es sencillo. Desde la Ciudad de Buenos Aires hay que tomar el Acceso Oeste hasta Luján y luego continuar por la Ruta Nacional 5 en dirección a Chivilcoy. Tras pasar esa ciudad, se debe empalmar con la Ruta Provincial 51 y, luego de cruzar el río Salado, aparece la entrada al pueblo.
El viaje demora alrededor de dos horas y media en auto, por caminos bien señalizados y transitables. La cercanía con Chivilcoy también lo convierte en una parada interesante dentro de un recorrido más amplio por los pueblos rurales de la provincia de Buenos Aires.
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