El artista Fernando Maza nació en Buenos Aires en 1936, y aunque a los 22 años se radicó en el extranjero, nunca se apartó de la Argentina. La muestra “La construcción de la pintura” inaugurada en el Museo Nacional de Bellas Artes, atraviesa su vida hasta el año de su muerte, 2017, en Nogent sur Marne, Francia.
Fernando Maza: para redescubrir un artista silencioso
La muestra “La construcción de la pintura”, que puede visitarse en el Museo Nacional de Bellas Artes, recorre sus extraños paisajes, poblados por formas arquitectónicas
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Fernando Maza, Sin título, 8.4.85, Nogent1985. Óleo sobre tela, 92 x 60 cm
Curada por Pablo De Monte, la exhibición coloca al espectador frente a más de 50 óleos y acuarelas y, desde el principio hasta el fin, se percibe el encuentro con un grande de nuestro arte. La producción se inicia a fines de la década del 50 con las expresiones informalistas, cuya estética Maza nunca acató a rajatablas, al igual que el resto de las influencias, como la pintura metafísica y de un modo más difuso, el surrealismo y el pop, relegadas ante el imperativo de preservar su propio estilo, personal e inconfundible.
El director del Museo de Bellas Artes, Andrés Duprat, señala: “La trayectoria de Maza se forjó en el recorrido por distintas geografías. Sus estancias en Buenos Aires, Nueva York, Londres y París le permitieron conocer distintas escenas artísticas. En sus obras, los símbolos se despliegan como personajes misteriosos. Enigmáticas e inquietantes, sus imágenes vuelven inestables los significados, los códigos de la percepción y las coordenadas espaciales con las que aprehendemos la realidad”,
Los extraños paisajes de Maza, están poblados por formas arquitectónicas que imponen su poderosa presencia como monumentos imaginarios, siempre liberados de cumplir cualquier función utilitaria. Sus composiciones suelen estar enmarcadas con arcos de la arquitectura porticada y ejercen la atracción de las ruinas.
Cuando en 1964 expone en Bonino, Jorge Romero Brest lo presenta, plantea las cualidades de sus tipografías y signos, dispensados de su razón de ser y, así lo describe: “Fernando Maza, un joven con aire maduro, gesto reflexivo y hablar pausado, que pinta objetividades ficticias (arquitectura y demostraciones matemáticas imposibles, letras que no forman sílabas, números que no indican cantidad, flechas que no apuntan hacia nada, tintas sin referencias descriptivas) El juego atrae”.
Si bien el artista rehusaba teorizar sobre su obra, el MNBA posee en su propia colección, una pintura realizada en 1974 que ofrece una pista sobre el sentido de los elementos que utilizaba en sus composiciones. Para comenzar, está titulada, se llama “E.C.2.”, nombre que, según el texto de Roberto Amigo, remite a una ecuación. Luego, en la pintura figura una letra Y junto a una X, que bien podrían ser las incógnitas a revelar.
El signo (&) ampersand, utilizado como (y) “and” en inglés, se reitera como si faltaran varias cuestiones que agregar. Después de vivir durante 13 años en Nueva York, Maza pintó este cuadro en Londres, y se supone que, dado el idioma, el signo ampersand era de uso común para el artista. Sin embargo, en este caso, se cumple su deseo de preservar su obra de los afanes interpretativos. Hoy, en el MNBA informan que el nombre “E.C.2.”, coincide con el código postal.
Las obras que expone el MNBA no poseen títulos. Se aclara que dejó de utilizarlos en los años 70, ausencia que sin dudas favorece la ambigüedad interpretativa. Los objetos, letras, números y los signos poseen un sentido que el artista se niega a revelar. Sus conocidas palabras: “y todavía no he averiguado por qué la letra A es matriarcal, por qué el “Aleph” se conserva tan joven o por qué soy a veces el número 7”, parecen destinadas a disuadir los análisis críticos.
No obstante, algunos perciben los más diversos mensajes en sus obras, incluso, el teórico K. Rosselot Laspiur, en su texto “La tipografía metafísica de Fernando Maza”, observa: “Intuitivamente lo relacionamos a M. con la escuela de los antiguos pitagóricos”. A continuación, transcribe un texto de Julián Marías sobre dicha escuela y observa que, bien podría confundirse con una descripción de las imágenes de Fernando Maza.
Al promediar el recorrido, se destaca en la muestra el predominio de la arquitectura bañada por la luz suave del sol del Mediterráneo. Son las obras que pintó durante los veranos en su casa de Cala Deià, en la isla de Mallorca. En esas playas deshabitadas hay escaleras que no conducen a ningún lado y anchos paredones en medio del paisaje.
Allí mismo, se acentúa el dominio de la técnica, el carácter de las pinceladas, los juegos de las transparencias, los colores muy elaborados y el mágico aislamiento que recuerda la pintura metafísica. Los signos y tipografías tienden a desaparecer y entre los objetos hay unos cubos y formas geométricas en medio de esos espacios escenográficos que configuran las playas.
Su silenciosa obra obtuvo los mayores reconocimientos. En Nueva York, Maza ganó una beca de la Unión Panamericana para estudiar artes gráficas en el Pratt Graphic Art Center. En 1971 recibió la beca Guggenheim. Ganó numerosos premios, entre ellos, el de la Bienal de San Pablo de 1965, Festival de Arte de Cali de 1968, el Primer Premio del Salón Nacional de Pintura de 1984, el Premio Palanza de 1985, Gran Premio de Honor de 1987 y el de la Fundación Fortabat de 1994.
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