Cuba: Fidel vive, Raúl dignifica
Es conmovedor cómo las dictaduras declinantes tratan de imaginar castillos en el aire para evitar los efectos del desmoronamiento inevitable que en algún momento llega -siempre cuando muere el dictador-. Le toca ahora a Fidel Castro, a quien sus lugartenientes ya ven en el ocaso de sus días y buscan la manera de que un final lógico de su vida -padece una enfermedad de la cual creen no se recuperará- no los arrastre al oprobio, como ocurrió al caer otras dictaduras sangrientas. El hermanísimo de Fidel, Raúl Castro, dibujó en público un sucesor ideal, el Partido Comunista, es decir, el sello que él preside en Cuba. Admitió por primera vez que Fidel ya no retomará el poder en la isla, una noticia que conmovió adentro y afuera de ese país como el anuncio de una fatalidad que precipitará un cambio que el endurecimiento del régimen ha prolongado más de lo que muchos esperaron. Con el ocaso del dictador el miedo decae en quienes han padecido el terror y empieza a ganar a quienes lo ejercieron con prepotencia.
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Considerado más pragmático que el líder cubano aunque con una personalidad menos carismática, Raúl Castro aprovechó el miércoles a la noche su encuentro con los cuadros más jóvenes del régimen para sentar las bases del nuevo estilo del gobierno con una premisa clara: «Cuando alguien trata de imitar, fracasa».
Partiendo de esta máxima, dibujó las líneas de su modelo de gestión, que contrasta con la fórmula de toma unipersonal de decisiones y los largos discursos de Fidel, quien, según algunos de sus biógrafos, llegó a batir un récord de nueve horas ininterrumpidas.
Raúl Castro recordó que desde que asumió provisionalmente el poder estableció que «no tenía que estar haciendo todos los resúmenes ni hablar en todos los actos. Esa línea es la que debemos seguir», dijo.
«Los discursos se colegian con los cuadros más empapados del tema» y para los «asuntos importantes del Consejo de Ministros solemos hacer igual».
Un modelo de toma de decisiones que, apuntó, aplica también con la cúpula del ejército, que lidera desde hace casi medio siglo.
«Conmigo participan una batería de 12 generales de una o más estrellas. Todos opinan, todos discuten y al final, si no veo que hay un consenso verdaderamentemayoritario no se llega a ninguna conclusión, si no es urgente», afirmó.
Raúl también animó a los jóvenes a «discutir hasta la saciedad», aunque, «en el lugar adecuado, el tiempo oportuno y la forma correcta. De las discrepancias siempre saldrán las mejores decisiones», afirmó.
Además, «no es necesario pronunciar discursos largos como hace Fidel», dijo el presidente interino de Cuba, durante una intervención de poco más de media hora.
Consciente del problema generacional que existe en la cúpula del poder, el general Castro, de 75 años, lanzó también un mensaje claro para los jóvenes.
«Nosotros estamos concluyendo el cumplimiento de nuestro deber. Hay que darle paso a nuevas generaciones paulatinamente», sentenció, sugiriendo por primera vez desde la enfermedad del dictador el carácter definitivo de la transición política en curso.
La intervención de Raúl Castro, el segundo discurso marcadamente político que pronuncia desde que asumió el poder, no dejó indiferentes a diplomáticos y observadores.
«Ya había indicadores de que Raúl estaba llevando las riendas del gobierno, pero este discurso lo confirma», apuntó diplomático europeo que pidió mantener su nombre en el anonimato.
«Escuchamos un discurso muy revelador y práctico, que responde a una postura más pragmática y eso ayudará mucho al país, sobre todo si se acometen los cambios importantes pendientes», opinó un observador.
Las palabras del hombre a cargo del régimen se conocieron pocos días después de que medios de todo el mundo publicaron diversas versiones según las cuales el dictador sufre una enfermedad terminal que lo llevará a la muerte en cuestión de meses.
El diario «Granma», órgano oficial del gobierno cubano, salió al cruce de esas versiones, originadas principalmente en fuentes de la inteligencia estadounidenses, pero en vez de desmentirlas criticó duramente a sus emisores. «Al récord criminal de más de 600 intentos de asesinato, organizados por los servicios de inteligencia norteamericanos, se suma la morbosa obsesión de implorar por la pronta desaparición» de Castro, «como si esa apuesta garantizara el tan ansiado plan de anexión de la isla», señaló.
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