La CIA admite que intentó asesinar a Fidel Castro con la ayuda de la mafia
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Fidel Castro.
Una fuente de la Oficina de Seguridad, Robert Maheu, propuso el nombre de Roselli, un supuesto miembro de la Mafia.
Maheu, al que Roselli conocía como un contable, contó a éste en una reunión en el hotel Hilton Plaza de Nueva York que le había contratado una compañía que estaba sufriendo fuertes pérdidas económicas debido a las medidas de Castro en Cuba y que sus dirigentes estaban dispuestos a pagar 150.000 dólares de entonces para eliminar al presidente cubano.
A Roselli se le iba a "dejar claro que el Gobierno de Estados Unidos no estaba, ni debería estar, al tanto de la operación".
Roselli "inicialmente no quiso verse implicado, pero (...) se mostró de acuerdo en presentar a un amigo, Sam Gold, que conocía a gente cubana.
Roselli dejó claro que no quería dinero a cambio de su intervención y creía que Sam haría lo mismo.
Ninguno de los dos individuos recibió dinero de fondos de la Agencia", explican los documentos.
Gold, un alias de Momo Salvatore Giancana, a su vez, planteó que matar a Castro con armas de fuego podría resultar un problema y sugirió suministrarle algún tipo de píldora en la comida o la bebida.
Media docena de píldora "de un alto contenido letal" se entregaron a Juan Orta, un funcionario cubano que había recibido pagos de la mafia del juego y que tenía vínculos con Castro. Orta, tras varias semanas de supuestos intentos, "se echó atrás y pidió que se le relevara. Propuso a otro candidato, que hizo varios intentos sin éxito".
Finalmente, el proyecto se suspendió debido al fracaso del episodio de la Bahía de Cochinos, en abril de 1961.
Otras actividades que revelan los documentos es el confinamiento en una celda especialmente construida, sin otro objeto que una cama, de un defector de la KGB, Yuri Ivanovich Nosenko, entre agosto de 1965 y octubre de 1967.
Asimismo, se enumera el seguimiento de supuestos disidentes y el espionaje a dos periodistas en Washington de los que se sospechaba que podrían estar difundiendo información clasificada recibida de "una serie de fuentes del Gobierno y del Congreso", entre marzo y junio de 1963.
Esta serie de documentos, casi 700, se escribieron hace 30 años, cuando el entonces director de la CIA, James Schlesinger, pidió a sus empleados, en una de las cartas desclasificadas hoy, que le detallaran "cualquier actividad que esté ocurriendo, o haya ocurrido, que se pueda interpretar como fuera de la carta legislativa de esta agencia".
Según Tom Blanton, director de los Archivos de Seguridad Nacional -un organismo dependiente de la Universidad George Washington y especializado en la investigación de documentos desclasificados-, los papeles resultantes de esa orden son "el equivalente de los altos cargos de la CIA yendo al confesionario a pedir perdón por sus pecados".
El director de la CIA, el general Michael Hayden, adelantó la semana pasada que su agencia desclasificaría los documentos.
Las llamadas "joyas de la familia" ofrecen una vistazo a "unos tiempos muy distintos y una agencia muy distinta", explicó Hayden, al reconocer que cuando el Gobierno oculta información las conjeturas suelen "llenar el vacío (de información)".
Hasta ahora, sólo un puñado de documentos de estos archivos secretos de la CIA, altamente censurados, habían salido a la luz pública.
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