22 de diciembre 2006 - 00:00

Una muerte asistida abre en Italia una intensa polémica

Piergiorgio Welby en una de sus últimas fotos (izquierda). El médico que lo ayudó a morir, Mario Riccio, se defendió en una conferencia de prensa (derecha).
Piergiorgio Welby en una de sus últimas fotos (izquierda). El médico que lo ayudó a morir, Mario Riccio, se defendió en una conferencia de prensa (derecha).
Roma (EFE, AFP, Reuters, ANSA) - El fallecimiento de Piergiorgio Welby, que cumplió el miércoles su deseo de ser desconectado de la máquina que lo mantenía con vida, disparó ayer en Italia un intenso debate sobre la eutanasia y la muerte asistida.

Piergiorgio Welby, un enfermo de distrofia muscular que desde hace meses reclamaba la muerte asistida, no había conseguido que los tribunales reconocieran lo que consideraba un «derecho personal», pero con su deceso logró su objetivo de obligar al país a debatir el tema.

Tras su fallecimiento, la conmoción dejó paso a la polémica entre aquellos que consideran necesario crear una legislación que regule estos casos y los que acusaron al médico que lo ayudó a morir de «homicidio» o consideraron el gesto «como una instrumentalización política».

Aunque haciendo hincapié en la importancia de la defensa de la vida, el primer ministro italiano, Romano Prodi, comentó que un país y un gobierno no pueden no tener en cuenta este caso y reflexionar sobre él y consideró que se había abierto un debate que «se tendrá que continuar».

Desde la coalición conservadora en la oposición, el diputado de Forza Italia Enrico la Loggia, destacó que la muerte de Welby es un acto «ilegal» y denunció a quienes piden tratar la eutanasia en el Parlamento de hacer «una bárbara instrumentalización del caso», ya que para solicitar un debate en ese foro «hay otras razones y otros métodos».

  • Pedido de arresto

    En la misma línea, el diputado de la democristiana UDC Luca Volonté pidió a «la autoridad judicial que arreste al culpable de este homicidio, lo castigue con las leyes del Estado y que no quede impune».

    Lejos del trasfondo político, para la familia de Welby, lo importante ahora es que «no se olvide a Giorgio y su batalla» y se recuerde «la determinación que tenía para pedir su deseo».

    Welby, que el 26 de diciembre cumpliría 61 años, se encontraba postrado en una cama desde 1997 y vivía gracias a un respirador artificial. En sus largos días de enfermedad, el italiano se dedicaba a escribir ensayos y poemas, y comenzó su batalla en setiembre, cuando envió una carta al presidente de la República, Giorgio Napolitano, en la que planteaba su «derecho a la eutanasia».

    Posteriormente, envió también una petición oficial a uno de los médicos que lo trataban para pedir que suspendiese el tratamiento y se desconectara el respirador, y presentó su caso ante el tribunal civil de Roma.

    Pero ni el tribunal civil ni el informe comunicado ayer por el Consejo Superior de Salud que estudió el caso le dieron la razón al enfermo, al considerar que su situación no se trataba de «ensañamiento terapéutico», la única forma jurídica que habría servido a Welby para cumplir su deseo de renunciar al tratamiento médico.

  • Decisión

    Welby decidió no seguir esperando una resolución jurídica a su batalla, y el anestesista Mario Riccio, un médico que trabaja en un hospital de Cremona (norte de Italia), decidió «poder concederle su deseo», ya que no encontraba «ningún obstáculo».

    Riccio indicó ayer, en una conferencia de prensa convocadapor el Partido Radical italiano, que en estos días se habían convertido en portavoces de la batalla de Welby, que el enfermo le confirmó « plenamente su voluntad» de «ser sedado y poner fin» con la respiración artificial.

    Riccio le suministró una anestesia intravenosa, para que no sufriera al faltarle el aire, después desconectó el respirador, y Welby falleció en veinte minutos, poco antes de la medianoche del miércoles.

    La hermana de Welby, Carla, dijo que todo había sucedido «como él quería» y agregó que «ha sido un gran director aun en esta situación, ha querido darse cuenta de todo, saludar a todos, a cada uno en la manera justa».
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