Poner la lupa en la calidad edilicia del acervo arquitectónico del período comprendido entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX suena tentador para evocar las huellas del paso del tiempo.
Huellas arquitectónicas de más de un siglo
Hurgar en el anecdotario que hay alrededor de las edificaciones históricas nos pone a pensar en si hoy sería posible recrear los principios morales de la sociedad argentina de otras épocas.
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El Zanjón de Granados.
Pero mejor es hurgar en el anecdotario que hay alrededor de las edificaciones históricas pues nos ponen a pensar en si hoy sería posible recrear los principios morales de la sociedad argentina de otras épocas.
Para ello, será preciso acordar previamente que los hacedores de la metrópolis moderna -decisores políticos, propietarios y desarrolladores- depositaron en cada ladrillo su mas íntimo orgullo patriótico.
Podría citar páginas enteras con actos encomiables del pasado tanto por parte de las familias influyentes como de obreros de la construcción que extendían su jornada laboral haciendo algunas horas "ad honorem" por la mera satisfacción de formar parte del legado patrimonial que estaban levantando con su manos.
Confieso que más de una vez me he preguntado si en el actual contexto socioeconómico podría haber algún espacio para nuevas epopeyas vernáculas de tono altruista.
La respuesta es un sí categórico, y a las pruebas me remito. En Defensa 755, hay un sitio conocido como el Zanjón de Granados que exhibe bajo tierra reliquias de la Buenos Aires colonial.
Su historia comienza en 1985 de la mano de Don Jorge Eckstein, químico y empresario de raíces húngaras que, con buen tino, puso al descubierto casi cuatro siglos de vida porteña cuando desestimó un muy redituable emprendimiento comercial en pos de una aventura a las mismísimas entrañas de Buenos Aires.
Don Jorge halló túneles construidos hacia el 1780 por familias adineradas que pudieron entubar por cuenta propia el arroyo que pasaba por el lugar, conocido con el nombre “El Tercero del Sur”.
El lugar es algo así como un templo, un calendario vivo que muestra las cicatrices de los cursos de agua y hasta del conventillo que hubo allí en 1830.
Algo parecido sucede con Casa Bolivar, una casa chorizo que data de 1887 ubicada en Bolivar 663, Monserrat. Allí se hizo hace doce años un trabajo muy interesante para refuncionalizarla preservando la fisonomía y los materiales de origen.
Con otro concepto, en Callao 924 el desafío de los desarrolladores de Palladio Hotel fue preservar un fragmento de la historia del lugar, que es mucha.
En ese solar nació Nicolás Rodríguez Peña y, según cuenta la leyenda, hacia 1810 se realizaban allí reuniones secretas para gestar la Revolución de Mayo.
Un siglo mas tarde, funcionó un hotel particulier francés del cual sobrevivió parte de la boisserie de madera de roble que revestía las paredes de dos de los salones principales.
Hoy, esos materiales forman parte del salón Rodríguez Peña y constituyen una huella inmortal del tiempo enclavada en la modernidad del actual edificio.
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