3 de marzo 2023 - 00:00

Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte V)

Recalculando. La famosa conferencia del 28 D, con Sturzenegger, Peña, Dujovne y Caputo.

Recalculando. La famosa conferencia del 28 D, con Sturzenegger, Peña, Dujovne y Caputo.

La historia decía que, antes de la primera elección posterior a la presidencial, los presidentes cambiaban la conducción económica. Alfonsín cambió a Grinspun, al designar a Sourrouille; Menem con Roque Fernández reemplazó a Cavallo, Duhalde con Lavagna sacó a Remes Lenicoff y Kirchner voló a Lavagna con Felisa Michelli. De la Rúa cambió a Machinea por el provisionalísimo López Murphy. En base a esta lógica, la vergonzosa y desafortunada performance desnuda, llegaba la hora en que Macri mandaría a Prat Gay para que fuese a hacer gárgaras.

El desarrollo de las políticas PRO en la Argentina hizo que la gente más rica estuviera mejor en 2016, pero esa minoría se resistía a pensar que el mediano y el largo plazo quedaban lejos de estar seguros.

Así opera la codicia, un deseo fuerte y egoísta por tener más, generalmente poder y dinero. La codicia y el deseo por las riquezas son trampas que traen ruina y destrucción. El problema no es el dinero sino el amor al dinero. La codicia nunca está satisfecha, entre más se tiene, más se quiere.

La crisis financiera de 2001 estuvo cerca de establecer una irreversible hecatombe sistémica, y si luego la economía no se tambaleó, es porque 2015 finalizo con 2.1% de crecimiento del PBI, y alrededor de 26.000 millones de reservas brutas. Como dijo Dujovne la bendición del desendeudamiento y, un amplio colchón social.

Profundizar la desigualdad de ingresos agotando el excedente de recursos que se venían acumulando desde 2015, no fue una idea útil a la hora de conseguir los objetivos deseados-como bajar la inflación-.

Provocada que fue la recesión, sin detenerse en los aumentos de tarifas, el desempleo se constituyó en una amenaza flagrante a la paciencia continua que muestra siempre una ciudadanía aletargada.

- ¿Cómo podría el Gobierno de Macri sostener ese derrotero? - ¿Quiénes deberían encabezar el esfuerzo de apelar por los derechos que se estaban esfumando? - ¿Dónde estaba la oposición?

En julio 2016 los únicos críticos del gobierno eran los ciudadanos “de a pie” que no votaron por CAMBIEMOS, profesores universitarios e intelectuales que argumentaban que, si bien el Gobierno debía desempeñar su rol de liderazgo en las decisiones, los sindicatos de trabajadores, las organizaciones que aglutinaban a la Pequeña y Mediana Empresa debían tomar la iniciativa para insistir planteando sus problemas, ya que las grandes multinacionales y los bancos, no presentaban inconvenientes.

Otra vez el neoliberalismo en solo siete meses ingresaba en zona de riesgo. En conversaciones con empresarios se advertía que ellos identificaban disruptores potenciales de una brutal excitación ideológica y sobre todo metodológica que se implantó de una sola pincelada.

Los sindicatos jugaban tiempo de descuento, pero los accionistas y propietarios de un negocio debían haber servido también como protectores-activistas de su mercado, debería haber habido alguna estrategia corporativa que propusiera algún cambio a la situación vigente en la comunidad de negocios.

Las consultoras estábamos repletos de información muy valiosa, aun los que apoyaban mayoritariamente al gobierno macrista, todos estaban al tanto de los riesgos que presentaba una visión inconsistente, no convincente ni constructiva para los inversores, los trabajadores, el gobierno y el futuro del país.

MAL PRONÓSTICO DE JP MORGAN

Una vez que comienza un enfoque económico y político con las características de Cambiemos en la Argentina, es muy difícil volver atrás. No sabíamos lo que “de verdad” pensaba el Gobierno, pero el recurso dialéctico era: “en el futuro vamos a estar mejor”.

El futuro es incierto, no se puede hacer cálculo probabilístico sin tomar una muestra, rigurosamente. Sin una muestra no se puede calcular la esperanza matemática, ni el promedio, ni el desvío estándar, como enseñamos en la universidad. Y, como la única muestra que tenemos siempre es actual o del pasado, no existía forma de sostener lo que el gobierno afirmaba. Al no poder tener una distribución de probabilidades futura, solo se podía extrapolar el acontecer histórico y con parámetros que supuestamente fueran similares en el futuro. El problema del gobierno era que los empresarios siempre quieren calcular el futuro y, cuando lo hacen bajo los términos de agosto 2016, sabían que las inversiones productivas no podrían llegar nunca.

El gobierno lució apremiado por las presiones sociales, por eso anunció la ejecución de mucha obra pública detenida.

Con caída de la recaudación, por la eliminación de impuestos y retenciones la brecha fiscal se amplió, la deuda externa en dólares en un poco más de un semestre aumentó alrededor de 24.000 millones de dólares.

Recuerde que en diciembre/enero 2016 decíamos desde nuestra columna en “Diario Registrado”, que no solo no iba a bajar el déficit fiscal en 2016, sino que iba a crecer. Si además llegaba a retrotraerse el aumento tarifario, el déficit fiscal primario se iba a potenciar. A ese déficit primario del primer semestre 2016 debíamos sumarle los intereses que generarían los 24.000 millones de dólares de deuda nueva-unos 1.900 millones de dólares anuales-, más los 900 millones de dólares mensuales de intereses que pagaba o devengaba el BCRA por las LEBACS- Las letras del Banco Central‎ (una bicicleta infernal que ya habíamos vivido con Martínez de Hoz).

A la vez, con un PBI en caída libre (-2%) era lógico esperar menos recaudación y peor relación deuda/PBI. Todo esto sucedía sin un plan de estabilización del FMI (cuya delegación llegaba ¿a observar? en septiembre 2016, luego de 11 años de ausencia) para intentar salir de la inflación que se duplicó en solo ocho meses de la gestión del presidente Macri.

Si la intención verdadera era bajar la inflación en 2017, sería necesario un plan que incluyera una política monetaria más contractiva, una política fiscal más ahorrativa y eso era imposible sin un acuerdo con la sociedad. El panorama era complejo en materia fiscal, la ley de reparación histórica a jubilados implicaba una “quita real” de magnitud, requería de un aumento del gasto previsional de $ 67.000 millones, entre aumento de haberes y pago de deuda retroactiva, que representaban una rapiña a los jubilados que aceptaran.

No conforme con un discurso demagógico que los ancianos compraron (pudimos recomendarles que rechacen cobrar 4 años de indemnización cuando llevaban 10 años de juicio, para empezar). Los que ganaron el juicio triplicaron sus ingresos y retroactivos. El Gobierno quería ganarse a los “nuevos gordos”, y decidió devolverles $ 30.000 millones de las obras sociales. Con el objeto de congraciarse también con los gobernadores y así devolver los apoyos prestados en el Senado-haciéndose cómplices de la rapiña a los viejitos-, procedieron a la devolución de los recursos de la Anses a las provincias, que implicaba traspasarles $ 37.600 millones en 2016 y $ 28.400 en 2017. Todo esto sin contar que la elección de medio tiempo tendría su impacto sobre las cuentas públicas en 2017. Iban a tener que cañonear el gasto porque la popularidad de Macri se estaba esfumando.

El alto déficit fiscal que supieron conseguir, mientras aplicaron menor emisión monetaria del BCRA para financiarlo-pero manteniendo en parte la dominancia fiscal-, conllevaba un aumento del endeudamiento del sector público creciente. Concretamente, para lograr gobernabilidad-sindicalistas-gobernadores-oposición-medios, el gobierno se endeudaba y “arreglaba con todos y todas”.

Por otra parte-la política monetaria-, el BCRA aplicaba una política monetaria de metas de inflación, y utilizaba la tasa de interés de las LEBAC a 35 días como instrumento moderador. En estos esquemas teóricos, para bajar la tasa de inflación, el BCRA debería haber aplicado una tasa de interés real positiva y alta, para reducir la demanda agregada y disminuir la expectativa de inflación. El inconveniente es que tenía compromisos de emisión de base monetaria y debía emitir para financiar al sector público y pagar los intereses de la deuda en LEBAC. Para que el esquema fuera coherente, la demanda de pesos debería concordar con lo que el BCRA debía emitir.

Dado que los mercados no deseaban tantos pesos como los que el BCRA debía emitir, trataría de aplicar esos pesos a más LEBAC. En ese contexto, el endeudamiento violento que ya mostraba el stock de LEBAC (más de 70% en 8 meses), tendería a aumentar más, empeorando la situación por la necesidad del BCRA de mantener tasas de interés reales positivas para reducir la inflación. En ese escenario el stock de LEBAC comienza a ser explosivo porque la demanda de pesos era inferior a los compromisos de emisión del BCRA y mucho peor, porque el costo real de la deuda en LEBAC era fuertemente positivo, para que se pudiera mantener las tasas reales positivas para bajar la inflación.

En conclusión, el BCRA de Sturzenegger emitió $193.700 millones para comprar dólares y financiar al Tesoro; aunque los mercados sólo demandaron $ 49.500 millones. El exceso de pesos remanente, unos $ 144.200 millones se fueron a comprar de LEBAC, que, al mantenerse el mismo tipo de cambio nominal, rindió la extravagante tasa de interés en dólares de alrededor de 32% efectiva anual.

Otra vez la bicicleta financiera, a través de las LEBAC que ya ascendía a $ 600.000 millones (unos u$s 41.700 millones al tipo de cambio), de los cuales el 34%, unos $204.000 millones ya constituían un déficit cuasi fiscal, de alrededor de 2.5% del PBI.

En síntesis, las economías de ese enfoque quieren acumular, no apetecen consumir, son economías financieras, no economías reales. El corto plazo condiciona al mediano y largo plazo. Recuerde que, en esos programas económicos, ni el consumo ni el gasto público son protagonistas, sino las inversiones y el crecimiento de las exportaciones se consideran llaves de un crecimiento sustentable.

Aunque es muy difícil predecir, aun con los modelos econométricos mejor desarrollados que han demostrado que solo sirven para analizar el pasado; JP Morgan y toda la banca de inversión estaban haciendo simulaciones.

Las expansiones monetarias remuneradas o no remuneradas ya se habían creado y el tiempo nunca vuelve atrás, por eso la incertidumbre comenzaba a crecer y no llegaba la inversión extranjera directa (IED) que paradójicamente pertenece al enfoque de pensamiento económico que expresaban los teóricos del gobierno y los mercados. Según ese modo de ver, la forma (praxis) en que se estaba aplicando el marco teórico, no era la forma en que se debían corregir los desequilibrios macroeconómicos (mala praxis) para atraer inversiones que no fueran golondrinas. (continuará)

Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani

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