19 de febrero 2020 - 00:00

El desafío del futuro de los alimentos: que sea para todos

El consumidor compra a un precio 4 veces mayor de lo que costó realizar un producto alimenticio. Esta larga cadena de abastecimiento o "de encarecimiento", es la que ha definido por más de 50 años la forma en cómo, a qué costo y qué tipo de alimentos accedemos cotidianamente.

Un consumidor compra a un precio 4 veces mayor de lo que costó realizar dicho producto.

Un consumidor compra a un precio 4 veces mayor de lo que costó realizar dicho producto.

Imagen de Jan Reimann en Pixabay 

Una empresa produce alimentos, alrededor de 17.000 puntos de venta (entre mayoristas, supermercados y almacenes) los ponen a disposición del consumidor, en el medio cientos de ineficiencias. Resultado: el consumidor compra a un precio 4 veces mayor de lo que costó realizar ese producto. Esta larga cadena de abastecimiento o “de encarecimiento”, como me gusta llamarla, es la que ha definido por más de 50 años la forma en cómo, a qué costo y qué tipo de alimentos accedemos cotidianamente.

En Latinoamérica una familia destina el 25% de su ingreso para alimentarse, en países desarrollados se gasta un 10% aproximadamente, o sea 2,5 veces menos. Por lo tanto, cualquier innovación que tienda a mejorar el precio y la calidad de los alimentos, tiene una enorme relevancia en las familias de nuestra región.

Es hora de que las empresas tomemos protagonismo sobre cómo vamos a alimentarnos en el futuro, un debate que no solo tiene que ver con la escasez sino con un cambio de paradigma de consumo. Por un lado, el consumidor de hoy está más informado, preocupado por la sustentabilidad; es sensible a los precios y activista de sus creencias alimentarias. Por el otro, valora la practicidad e inmediatez que dan respuesta a su estilo de vida vertiginoso.

En este complejo contexto las marcas tradicionales de alimentos tienen el gran desafío de desarrollar nuevos productos y experiencias adaptadas a esta realidad, es decir, hoy más que nunca se requiere innovar. Y para estas empresas innovar es costoso, lento e ineficiente. Por el otro lado, los startups que hoy están innovando, creando alimentos plant-based o vegetarianos, desarrollan productos que terminan en las góndolas a través de la larga cadena de encarecimiento, llegando al consumidor a precios muy costosos. La innovación si no es accesible para muchos, limita tremendamente su impacto.

Durante los últimos 25 años he visto cómo la tecnología y la alimentación se complementan y pueden servir para que los alimentos del futuro sean de calidad y para muchos. Así, junto con mi socio José Robledo, creamos Frizata.com, una empresa de alimentos convenientes, basada en un sistema de innovación rápido, que permite mejorar los productos una y otra vez como si fueran versiones de software, a partir de modificaciones basadas en las opiniones de nuestros clientes. Invertir en innovación es posible porque vendemos directo a nuestros consumidores, sin intermediarios. Los costos que ahorramos en esta desintermediación los invertimos en desarrollar la mejor versión posible de cada alimento y al bolsillo de nuestros clientes. Un ejemplo es la primera hamburguesa plant-based del país, que recrea la textura, el color y la experiencia de la carne, pero sin carne, ya que está hecha a base de plantas. Se llama FriBurger, un medallón de 113 gramos cuesta la mitad que una hamburguesa de carne en el súper y hasta 8 veces menos que las hamburguesas plant-based importadas.

Venimos a cambiar el paradigma de que es posible comprar mejor calidad de alimentos y gastar menos. Innovación para muchos, impacto a escala.

El futuro de los alimentos nos demanda a las empresas cercanía con nuestros clientes, rapidez para innovar, simpleza, experiencias personalizadas y accesibles para muchos.

(*) Co-fundador de Frizata y emprendedor Endeavor

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