Nos encontramos en un momento crucial para la educación superior de nuestra nación. Desde el corazón de nuestra universidad pública, observamos y participamos activamente en un escenario que, si bien presenta desafíos complejos, nos impulsa simultáneamente a una reflexión profunda y a una acción decidida. La universidad no es solo un espacio de aprendizaje; es un pilar fundamental para el progreso de nuestra sociedad, un instrumento de inclusión y el motor indispensable para el desarrollo de nuestro país y de cada una de nuestras provincias.
La universidad pública: un baluarte imprescindible en tiempos de transformación
El contexto del país invita a una reflexión profunda y a una acción decidida. En ese marco, la educación atraviesa un momento crucial.
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La educación atraviesa un momento crucial en nuestro país.
Las universidades públicas estamos enfrentando un desfinanciamiento histórico que impacta directamente en nuestro funcionamiento y, lo que es aún más preocupante, en nuestras funciones sustantivas. Hablamos de la investigación que busca soluciones a problemas acuciantes, de la extensión que conecta el conocimiento con las comunidades, y de la docencia que forma a los profesionales y ciudadanos del mañana. Esta situación compleja exige una mirada crítica, pero también una visión proactiva. La experiencia acumulada no debe ser vista como un ancla al pasado, sino como el cimiento que nos permite transformar el presente y edificar un futuro más prometedor.
El futuro que se avecina demanda mucho de nosotros. Necesitamos generar respuestas innovadoras que no sólo se adapten a los cambios vertiginosos de nuestro tiempo, sino que también los anticipen y los moldeen. Esto implica tomar decisiones basadas en las necesidades reales de nuestra sociedad, de nuestro aparato productivo y de nuestros ciudadanos. Y, sobre todo, exige una conducción responsable que priorice el interés público y el valor estratégico de la educación. La universidad pública es un espacio de pensamiento crítico, de libertad de cátedra y de pluralismo, valores que debemos defender y fortalecer activamente. Es en este crisol donde se forjan las ideas y los talentos que impulsan el crecimiento equitativo y sostenible.
En este sentido, es imperativo que reforcemos la necesidad de fortalecer la educación pública en todos sus niveles. No es un gasto, es la inversión más estratégica que una nación puede hacer en su propio porvenir. Una educación pública robusta y accesible es la garantía de igualdad de oportunidades, la vía para reducir brechas sociales y la plataforma para que cada individuo pueda desarrollar su máximo potencial. Esto, a su vez, tiene un impacto directo en la capacidad de nuestro país para competir globalmente, generar conocimiento propio y resolver sus desafíos endógenos.
Además, debemos abordar una deuda fundamental: la necesidad de mejorar los salarios docentes. Los profesores universitarios, con su dedicación y expertise, son el corazón de nuestra institución. Su labor no sólo implica la transmisión de conocimiento, sino también la mentoría, la investigación y la formación integral de los estudiantes. Un reconocimiento justo de su invaluable trabajo es crucial para asegurar la calidad educativa, atraer a los mejores talentos y retener a aquellos que ya dedican su vida a esta noble profesión. La precarización de la labor docente debilita directamente la capacidad de nuestras universidades para cumplir con su rol esencial.
Nuestro propósito es claro: volver a poner la formación universitaria como baluarte del desarrollo del país y de las provincias. Esto significa que cada egresado de nuestras aulas no sólo porta un título, sino que lleva consigo la capacidad de innovar, de liderar y de contribuir significativamente a su comunidad y a la nación. La universidad pública genera conocimiento pertinente, forma profesionales comprometidos y actúa como un motor de ascenso social, promoviendo la movilidad y la igualdad de oportunidades.
En estos tiempos de incertidumbre y de grandes expectativas, la universidad pública reafirma su compromiso inquebrantable. Estamos llamados a ser el epicentro de la transformación, el faro que ilumina el camino hacia un futuro más justo, próspero e inclusivo. Este es un desafío que nos convoca a todos: al Estado, a la sociedad civil, al sector productivo y, por supuesto, a toda la comunidad universitaria. Con la visión clara de nuestras necesidades, estoy convencido de que la universidad pública seguirá siendo, como siempre, la mejor inversión en el futuro de todos.
* Decano de la Universidad Tecnológica Nacional - Regional Paraná
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