15 de agosto 2019 - 10:13

¿Cómo gobierna el populismo sin plata?

La incertidumbre que genera el posible triunfo de Alberto Fernández provocó una natural reacción de los mercados con una reacción del 30%. El próximo presidente asumirá en un contexto crítico y deberá pensar su estrategia.

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La incertidumbre que genera el posible triunfo de Fernández y Fernández es muy grande e imposible de despejar por el momento. Naturalmente los mercados reaccionaron con una devaluación del 30% y una gran pérdida del valor de las empresas y bonos que supera el 50% en algunos casos. Esta destrucción de riqueza en un solo día casi no tiene antecedentes en el mundo, salvo en caso de guerra. Mucha gente no comprende cómo es posible que se destruya riqueza tan rápido, o piensa que eso no es la economía real, que es solo algo “financiero” como si lo financiero fuera independiente de la economía real. No comprenden que el valor de las empresas no depende de las máquinas, las propiedades y los edificios, sino que depende del flujo de las ganancias futuras (netas de impuestos) descontadas a una tasa de interés que incluye el riesgo país. Inevitablemente junto con la caída del valor de las empresas, caen las inversiones y el salario real. Todos pierden. Los que creen que la alta inflación y las altísimas tasas de interés favorecen al mercado financiero se equivocan, en los países con inflación de un dígito y bajísimas tasas de interés, se expande el crédito, y mejoran la industria, el comercio y los servicios: todos ganan. Por eso un banco privado chileno o peruano vale 7 veces más que cualquier banco privado argentino.

Lo cierto es que el domingo pasamos de la posibilidad de estar saliendo de la recesión a una crisis grave con salida de capitales, freno dramático a las inversiones, aceleración de la inflación, caída de la demanda del dinero y problemas en algunas cadenas de pago. Esto ocurre en un país que ya sufrió 5 recesiones en 10 años, con la gente cansada, el 50% de los niños en la pobreza, con alta inflación y desempleo. En este contexto las medidas del gobierno no son más que unas aspirinas. Y todavía faltan 74 días para la primera vuelta electoral y otros 45 días para entregar el mando, una eternidad. De modo que lo probable es que el próximo gobierno asuma en un contexto crítico, y es lógico suponer que esté encabezado por Alberto Fernández(luego del resultado del domingo el otro escenario es improbable). Siendo así AF tendrá dos opciones partiendo de la base de que asumiría en un contexto donde no le sobrará el dinero para repartir como ocurrió con los Kirchner.

Una alternativa es que siga las enseñanzas de Ernesto Laclau, en ese caso elegiría un chivo expiatorio, típicamente el FMI, los neoliberales, los bancos, los cipayos, etc. A ellos les echaría todas las culpas de los males que sufrirán los argentinos, el aumento de la pobreza, la caída de actividad, la inflación y demás calamidades. Eso le permitiría ganar el favor de una parte de la población que lo vería como el líder defensor y lograría que depositen en él su lívido. Implementa un programa de economía planificada con controles de precios y salarios, cepos o tipos de cambio diferenciales, una maraña de impuestos, retenciones y subsidios que les daría un enorme poder al ministro de economía y al secretario de Comercio, para decidir quién gana y quién pierde. Es decir, una mezcla de todo lo malo que se ha hecho en Argentina tantas veces. En ese caso, es probable que observemos una caída muy profunda, con alta probabilidad de llegar a un default (que los mercados ya muestran superior al 75%). La crisis en ese caso puede ser muy grande porque partimos de un punto peor al que tenía De la Rúa en 2001: la deuda es más alta (85% del PBI vs 54%); la pobreza es mayor, hoy cercana a un tercio de la población y en aquel momento menor a un cuarto; la calidad institucional argentina está 60 puestos más abajo en el índice de Calidad Institucional elaborado por Martín Krause; y estamos en el puesto 148 de libertades económicas de la Heritage Foundation comparado con el puesto 20 que teníamos con De la Rúa. Además, partimos de una altísima inflación y la cantidad de gente que vive del Estado que eran 7 millones en 2001, hoy superan los 21 millones de personas por lo que el gasto público aumentó 15 puntos del PBI; y tenemos 163 impuestos con la mayor presión impositiva de toda América. La crisis sería no solo económica, sino también social y política, con gran riesgo de que reaparezca el temido “que se vayan todos”. Donde para mantener el poder podría compelido a cometer una alta dosis de represión y de avasallamiento de las instituciones.

La segunda alternativa es la que recorrieron Australia, Nueva Zelanda, y Alan García y Fujimori en el Perú. Es decir, que un gobierno de izquierdas asuma y decida hacer un programa de reformas estructurales que sorprenda al mundo. Si fuera así podría, con justicia, adjudicar las carencias que sufrirá la población durante el primer año de gestión a los gobiernos anteriores. Y mientras tanto, ratificar el tratado de libre comercio entre Mercosur-UE; encarar la reforma del Estado y de los impuestos; la desregulación; una reforma monetaria que reemplace al peso; y confiar en los mercados libres; la Argentina podría iniciar por fin el camino al desarrollo. La ventaja es que cuando esto lo hace un gobierno de izquierdas, no solo consigue más fácilmente el apoyo de la población, sino que naturalmente es apoyado por la oposición y es más probable que el camino sea mantenido por décadas con lo que el aumento de las inversiones es más rápido y las tasas de crecimiento son mayores.

Ojalá comprenda que hay otro camino que llevaría a la Argentina al progreso y a Fernández a la categoría de estadista. El mercado por ahora cree que elegirá algo parecido a la primera alternativa. No ayuda claro está, que el candidato pida la liberación del ex presidente Lula preso por corrupción.

*Agustín Etchebarne es director de Libertad y Progreso.

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