Para muchos de nosotros, es un anécdota interesante y, a veces, hasta sorprendente, cuando el artista revela que le tomó unas horas o incluso menos, escribir tanto letra como melodía, con lo que luego conformaría un éxito en las radios y medios de difusión, que además resonaría pegadizamente en muchos lugares a los que concurrimos.
La vida de una canción
Para muchos de nosotros, es un anécdota interesante y, a veces, hasta sorprendente, cuando el artista revela que le tomó unas horas o incluso menos, escribir tanto letra como melodía, con lo que luego conformaría un éxito.
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Pensando al artista o compositor como miembro de la sociedad sobre la que escribe, es imposible que éste se aparte de ella, que no ponga en su obra, en algún punto, ideas populares, anteriormente leídas, escuchadas, vistas, como una suerte de eco social, que no solo despiertan cierta familiaridad en el oído del que las recibe una vez terminadas, sino que también pueden llegar a ser asociadas a momentos clave en la vida individual o social.
Cuando los artistas hablan de escribir una canción, hay tantas técnicas y métodos como artistas en sí. Complementan matemática, filosofía, experiencias personales, hechos sociales y hasta toman contenido de otras canciones ya editadas, trayendo al mundo una idea nueva, simple y básica, a veces acompañada con un instrumento, que necesita tiempo y esfuerzo para crecer.
Hay músicos que piensan sus canciones como una cosecha de vino, por lo que las guardan un tiempo, las dejan madurar y van intentando darse cuenta qué copa o elementos necesitan para un crecimiento sano. Otros, en cambio, se inclinan a darles un entrenamiento intensivo, similar a los deportistas que empezaron a practicar desde la niñez.
De todas formas, en este periodo de crecimiento, la canción esta sujeta a los giros que el artista quiera darle, es totalmente dependiente de su creador o dueño, lo cual es fundamental para formar su estilo. En muchos casos, es un tanto llamativo escuchar los primeros demos o ideas de una canción en proceso de crecimiento, y luego escuchar el proyecto terminado y definido, por la cantidad de cambios que puede llegar a tener, sin dejar de ser la misma.
Finalmente, el paso que solo logran, relativamente, pocas canciones: su grabación y publicación. Ya sea en un estudio profesional, una sala de grabación o desde una notebook, las canciones son grabadas, editadas y distribuidas en el mercado. Cada vez son más las canciones que concretan esta acción (solo en la plataforma Spotify, hay más de 70 millones de tracks), por lo que alcanzan lo que podemos reconocer como el fin último de la mayoría de ellas: ser escuchadas.
Una vez cumplido este último paso, es casi imposible que la canción muera, porque se encuentra ahora en oídos de todos, y en boca de cualquiera que la recuerde. Incluso más si se convierte en la banda sonora de alguna película, serie, o de algún evento específico, social o personal (todos conocemos la canción del mundial de fútbol Italia 90, que se volvió a escuchar mientras la Nazionale, todavía en el estadio, festejaba la Eurocopa 2021, 31 años después de su estreno). Queda ligada, a través de nosotros, a este recuerdo, al contexto o idea, quizás simplemente por mero gusto del oyente, y pasa a la inmortalidad.
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