La economía argentina navega por aguas más calmas. Tras varias semanas agitadas, el barco parece haber encontrado viento a favor. Dos hechos, ambos imprevistos, explican este cambio de clima.
Navegar con viento a favor no garantiza llegar a destino
La travesía hacia una economía estable y con crecimiento sostenido no será corta ni sencilla.
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La economía argentina navega por aguas más calmas.
Por un lado, el inédito y contundente apoyo de Estados Unidos, que alivió tensiones cambiarias y dio señales de confianza hacia el rumbo económico. Además, la posibilidad de acuerdos comerciales e inversiones de empresas norteamericanas, en el marco del RIGI, abre expectativas de incorporar nuevos motores de crecimiento.
Por el otro, los resultados del 26 de octubre. El amplio triunfo del oficialismo fortaleció al Gobierno y consolidó una base política más estable. El voto de la ciudadanía no fue solo una expresión de apoyo que permitirá mejorar la posición del oficialismo dentro del Congreso. Además, —en su mejor interpretación— refleja el aval de la gente al equilibrio fiscal y las reformas estructurales.
El viaje recién comienza
La travesía hacia una economía estable y con crecimiento sostenido no será corta ni sencilla. En política económica, los vientos favorables ayudan, pero no reemplazan la pericia del capitán ni la coordinación de la tripulación. Avanzar en las reformas estructurales requerirá algo más que determinación: será necesario contar con diagnósticos precisos, estrategias bien diseñadas y capacidad para ejecutar los cambios.
La acumulación de distorsiones en la economía argentina es tan grande que desarmarlas demandará un trabajo paciente y sofisticado. Subestimar esa complejidad sería un error. Mientras más se minimice el desafío, mayor será el riesgo de caer en los mismos errores del pasado.
Hay consenso en que movilizar voluntades políticas es una tarea ardua. Pasar de los grandes títulos a la acción suele ser el punto de quiebre en toda reforma. La conducción del proceso requiere una dosis de flexibilidad para sumar apoyos, sin perder de vista los objetivos principales. Ser firmes en lo sustancial y concesivos en lo accesorio.
Sin embargo, los obstáculos políticos son solo una parte del desafío. Las complejidades técnicas suelen ser menos visibles, pero igual de determinantes. Apenas se intentan traducir los títulos de las reformas en contenidos concretos emergen las dificultades. Hay amplios acuerdos en torno a los grandes temas—laboral, tributario, previsional, coparticipación—, pero ese consenso se desvanece al momento de discutir los “cómo”.
La reforma laboral: un ejemplo que enseña
Reducir la litigiosidad espuria es uno de los objetivos más mencionados dentro del debate laboral. Tiene sentido: los juicios laborales, sobre todo por accidentes y enfermedades profesionales, desalientan la contratación y encarecen el empleo formal. Pero el problema no radica en la ley, sino en su aplicación. Desde 2017, la ley 27.348 estableció mecanismos para profesionalizar los cuerpos de peritos médicos en las justicias provinciales, con el fin de que sus dictámenes se ajusten a los parámetros del sistema de riesgos del trabajo.
La mayoría de las provincias adhirió a la norma, pero los poderes judiciales locales aún no terminaron de implementarla. El resultado es previsible: las sentencias continúan dictándose con criterios dispares y los incentivos a litigar siguen intactos. En este caso, “reformar” no significa sancionar nuevas leyes, sino hacer cumplir las que ya existen. Este ejemplo, aunque muy técnico y puntual, ilustra un punto crucial: las reformas fallan cuando se subestima la complejidad de su instrumentación.
Reformas que exigen buena navegación
En materia tributaria, avanzar hacia un esquema más racional no puede hacerse desde un solo nivel de gobierno. Sin revisar el régimen de coparticipación y definir con precisión la distribución de funciones entre Nación y provincias, cualquier intento quedará a mitad de camino. En la misma línea, para mejorar la equidad y la sustentabilidad del sistema previsional es imprescindible revisar un entramado normativo de más de cien regímenes distintos, muchos fuera del ámbito nacional.
Estas cuestiones técnicas suelen ser tratadas con superficialidad, pero son un factor que condicionan el éxito de la transformación. Allí radica la esencia de los cambios: si no se parte de buenos diagnósticos y se diseñan con precisión las estrategias y los instrumentos, el barco puede tener el mejor viento, pero no avanzará.
Que el Gobierno coloque las reformas estructurales en el centro de su agenda y convoque a las provincias a participar es una señal alentadora. Pero es riesgoso subestimar la complejidad de los desafíos. Ya no se trata de resistir una tormenta o de ganar legitimidad política: se trata de navegar con precisión, con poco margen para errores de cálculo.
* Osvaldo Giordano es economista y presidente del Instituto de Estudios Sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea.
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