31 de mayo 2018 - 11:04

Camila Duro, activista provida: "La legislación en materia de abortos no cambia la mortalidad"

Camila Duro (Foto Twitter)
Camila Duro (Foto Twitter)
"El aborto es un fracaso social, debemos comprometernos con los derechos de las mujeres", dijo Camila Duro, de 24 años, durante su exposición en el Congreso en el marco del tratamiento del proyecto de ley que busca despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo.

La docente, estudiante de Filosofía y referente de la ONG Frente Joven -que promueve el compromiso y la participación de los jóvenes en la sociedad- justificó su postura en contra de la legalización al afirmar a ámbito.com que "no existe el derecho a abortar", que "la adopción de bebés es muy rápida" y que "la legislación en materia de abortos no cambia la mortalidad".

Periodista: Durante su exposición en el Congreso definió al aborto como un "fracaso social", ¿por qué lo considera así?

Camila Duro: Principalmente porque el aborto no es la primera opción de una mujer que se encuentra ante la situación de un embarazo, de hecho creemos que ninguna mujer se embaraza para abortar. Un aborto llega cuando fallaron muchas cosas antes, a título personal o a nivel sociedad. Cuando no tenés un trabajo digno y en blanco donde te puedas tomar tu licencia por maternidad y te terminan echando, como decía Marcos Peña el otro día; o una situación violenta de pareja o abandono. Somos muchos los involucrados en lo social para que esta situación llegue a este desenlace límite. Definirlo como fracaso social apunta a que en realidad hay que solucionar las causas y no querer poner un parche en las consecuencias.

P.: En la audiencia, usted también llamó a "comprometerse con los derechos de las mujeres", ¿decidir sobre su propio cuerpo no es uno de ellos?

C.D.: Decidir sobre su cuerpo sí, pero decidir sobre la vida de otro que ya está ahí no. Creemos que la autonomía personal es total y máxima en todas las decisiones libres que se toman ya sea en el ámbito de la sexualidad, cómo me visto, en mi trabajo o cualquier cosa. En todo caso hay un conflicto de intereses porque, claramente, el derecho a la vida es un derecho humano; mientras que no existe el derecho al aborto, no está consagrado en ninguna convención de derechos humanos.

P.: Sin embargo quienes impulsan la ley aseguran que la despenalización del aborto no se contradice, sino que se fundamenta, en los tratados internacionales de derechos humanos a los que Argentina adhiere.

C.D.: En los tratados internacionales a los cuales Argentina adhiere, la declaración de derechos humanos, existe el derecho a la vida, que es el primer derecho consagrado de cualquier persona. A partir de ahí se tiene derecho a la libertad o derecho a decidir. En lo que es legislación internacional no existe el derecho a abortar, de hecho el mismo proyecto dice 'en ejercicio del derecho a la salud', y justamente como estamos buscando una solución de salud, no es necesariamente un derecho al aborto.

P.: ¿Entendiendo la vida desde qué momento?

C.D.: La vida comienza desde la concepción, no solamente desde la filosofía sino desde la parte jurídica. Argentina adhiere y reafirma en 5 o 6 artículos, tanto en la Constitución como en el Código Civil y en el Código Penal, que la vida comienza en la concepción; con lo cual hoy habría una inconstitucionalidad muy clara porque Argentina cuando adhiere a esos tratados hace la salvedad que persona se es desde la concepción, y niño, desde la concepción hasta los 18 años.

P.: ¿Existe para usted el derecho de una mujer a elegir ser o no ser madre?

C.D.: La maternidad de crianza no es obligatoria. Creemos que se están dando pasos para adelante y lo vemos como muy positivo en el tema de la adopción, el agilizar los trámites y comunicar verazmente. La adopción de bebés es muy rápida y se da en el mismo hospital luego del parto. La que es muy complicada es la de niños más grandes, porque hay pocas familias que quieren adoptar niños grandes. La maternidad de crianza no puede ser obligatoria porque no se puede obligar a nadie a amar a un hijo. Ante la inminencia de la autonomía que tiene el embrión pero no de la independencia con respecto a su madre, ahí es como si chocara a alguien con el auto: aunque yo no tuviera la culpa, me tengo que hacer cargo de esa persona porque la ley me obliga. En este caso, el único derecho que se le da a ese niño es el de vivir y es el que su mamá va a tener que respetar.

P.: ¿No es esa una visión cosificadora de la mujer, que la convierte en un envase?

C.D.: En realidad, es como si la ley nos cosificara todo el tiempo porque, en el fondo, obligaciones con respecto a la vida de los demás tenemos todo el tiempo, y la ley no nos cosifica sino que nos humaniza. En todo caso, nos obliga a tomar opciones más humanas que resguardan la vida de todos, del bien común y de cada persona.

P.: La estadística habla de 500 mil abortos por año en Argentina, con lo cual se concluye que la penalización no disuade a las mujeres de realizar la práctica sino que las obliga a hacerlo en la clandestinidad, ¿no cree que regularlo beneficiaría a la salud de las mujeres?

C.D.:
Eso está bastante estudiado en el mundo. La conclusión a la que llegaron los científicos es que la legislación en materia de abortos no cambia la mortalidad ni el acceso a la salud por parte de las mujeres, no tiene consecuencias directas ni positivas ni negativas, se mantiene neutral. No es que la realidad del aborto no existe, existe y lo que nosotros estamos pidiendo son soluciones superadoras que salven las vidas de los dos. El aborto es una situación límite, no querida por nadie, incluso quienes están a favor del proyecto de ley asumen que no es algo querido, nadie se embaraza para abortar y en eso estamos de acuerdo. La salud completa no se da con una ley de aborto porque también hay muertes por aborto legal. Las mujeres que se mueren hoy por un aborto se mueren porque el sistema de salud no logra, por ejemplo, controlar una hemorragia. Lo que realmente hay que solucionar es la salud obstétrica de las mujeres, el Estado tiene que hacer una inversión muy fuerte.

P.: Usted menciona que la legalización del aborto no reduce la mortalidad materna, pero estadísticas de organismos como Amnistía Internacional demuestran que en países como Canadá o España, donde la práctica es legal, los números son notablemente más bajos.

C.D.: Lo que digo es que no es la legalización la que impacta en la mortalidad. Las políticas que solucionan este problema son la prevención del aborto, la educación y la salud. Por ejemplo, Canadá tiene una tasa de abortos bajísima porque trabajó en la previa, casi no llega gente a hacerse un aborto.

P.: Usted admite que la problemática del aborto existe, ¿entonces qué cree que va a pasar si no se aprueba la ley?

C.D.: Esta es una oportunidad buenísima para buscar soluciones verdaderas que den salud, no que den muerte.

P.: ¿Cuáles serían estas soluciones?

C.D.: En primer lugar, hay que atender educación, salud y servicios sanitarios básicos. Hoy, de las 245 muertes que tenemos de mortalidad materna el 78% son por causas obstétricas, ya sea directas o indirectas. Hoy las mujeres nos morimos porque no accedemos a un sistema de salud digno. Hay que llevar salud a los lugares que más lo necesitan, a los lugares más pobres, más postergados.

P.: Pero justamente las mujeres pobres son quienes no pueden acceder a un aborto seguro, mientras que quienes tienen recursos económicos tienen menos riesgo de vida.

C.D.: Keyla Jones accedió a un aborto de calidad en el hospital de Esquel y se murió precisamente por esta práctica. No creemos que haya un aborto seguro, lo que hay que buscar es que la mujer no se encuentre en estas circunstancias. Nosotros trabajamos en barrios vulnerables, en villas, y la realidad es que las mujeres pobres no quieren abortar. Este es un problema que afecta mucho más a las clases medias y altas y se está usando a las mujeres pobres como excusa.

P.: ¿Pueden los principios morales o religiosos estar por encima de una cuestión de salud pública?

C.D.: Acá el debate se está dando desde lo jurídico, desde lo médico, en todo caso desde una moral social, porque en el fondo habla de qué país queremos ser y dónde ponemos las prioridades. La religión de las personas no se puede separar de lo que las personas son. Más allá de eso hay que poder definir esto en términos objetivos y científicos.

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