El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, enfatizó que la pandemia expuso con mayor fuerza la problemática social en los grandes centros urbanos. En cuanto a la Argentina que viene dijo que hay que ir hacia un modelo competitivo, globalizado, y de fomento de desarrollo de la actividad privada, de la mano de obra intensiva en cinco sectores: construcción, textil, producción de alimentos, las personas que cuidan personas y el reciclado.
Daniel Arroyo: "El problema más grave de la Argentina es el precio de los alimentos"
El ministro de Desarrollo Social habló en exclusiva con Ámbito. Beneficios sociales, inflación, y ayudas a sectores afectados por la pandemia.
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Periodista: ¿Qué ha cambiado con la pandemia y cuáles son los lugares más necesitados que identifican?
Daniel Arroyo: En la Argentina la problemática social está en los grandes centros urbanos. En mi cabeza están: Conurbano, Rosario y Gran Rosario, Córdoba y Gran CBA, San Miguel de Tucumán y Gran San Miguel. Hay muchos más pero si ahí estamos complicados quiere decir que en términos generales los grandes centros urbanos (el 70% de la gente vive en grandes centros urbanos) ahí está la problemática. La Argentina tiene 31 grandes aglomerados pero esos 4 definen, en mi mirada, la problemática central. La pandemia generó tres situaciones nuevas: 1- Generó nueva pobreza. Gente que no era pobre y se empobreció (no por problemas de vivienda, no se trata de alguien que le falta piso de material o no tiene condiciones en la vivienda). Esto es lo que el año pasado estuvo muy asociado a los comedores: gente que por primera vez fue a un comedor o un merendero que nunca había ido. Hoy, hay mucha gente sigue en los comedores, pero mucha gente no, ya volvió al trabajo. 2- Se reconvirtió la actividad productiva y son las changas locales. Prepandemia la lógica de la construcción era: la persona se levanta, va a la rotonda, allí espera enganchar un laburo y sale del barrio a trabajar. La pandemia cambió esa situación para moverse menos, nosotros siempre hablamos de “cuarentena comunitaria” y entonces surgió mucha changa local. Hace poco se volvieron a hacer 9 días de mayor cierre, de restricciones más profundas, no impactó tanto en el tema de las changas porque se reconvirtió en el ámbito más local. Para eso es un fenómeno nuevo: antes la gente salía del barrio y ahora mucho trabajo se da en el propio barrio. 3- Y después, lo tercero que cambió la pandemia es que extendió el fenómeno más complicado que tiene la Argentina, sacando el precio de los alimentos, que es el sobreendeudamiento de las familias. Entonces la gente se endeuda: el de clase media paga el mínimo con tarjeta y patea para adelante o no paga las expensas, el más pobre va a al financista de la esquina y toma crédito al 200% de interés anual.
P.: ¿Y lo positivo que deja la pandemia?
D.A.: De lo positivo hay dos cuestiones que vinieron para quedarse: en los barrios no hay grieta. En los barrios no hay grieta: hay un cura, un pastor y un montón de gente poniendo el cuerpo y laburando. Dirigentes sociales más de acuerdo con el gobierno, menos de acuerdo. Hasta tres o cuatro meses todo era lo alimentario, hoy es máquina, herramienta, laburos, changas, el “¿Cómo hacemos?”. En el barrio no hay grieta y para mí eso vino para quedarse. Creo que la sociedad está tres pasos adelante de la política y tienen en claro que: hay que organizarse, trabajar y darle para adelante en un barrio. La recuperación de lo comunitario y la idea de que “hay que tirar todos juntos”, para mí se reconstruyó en la pandemia y creo que es un fenómeno que se va sostener y por eso hay tantos movimientos locales porque surgen de lo que tiene que ver con la vida cotidiana.
P.: ¿De qué modo articula el Ministerio de Desarrollo con las Organizaciones Sociales?
D.A.: La Argentina tiene una gran red social que está formada por organizaciones sociales, por iglesias y por escuelas, básicamente. La política social hoy tiene dos grandes ejes de llegada a los barrios: uno es la asistencia alimentaria, otro es la generación de trabajo. Son los dos ejes que tenemos como política social. La atención alimentaria tiene una parte que es directa a las personas. La Tarjeta Alimentar se carga el tercer viernes de cada mes para las madres que tienen chicos menores de 14 años. Van y compran los alimentos que quieren y como quieren. No tienen que extraer dinero del cajero sino comprar alimentos de manera directa. Cada tercer viernes del mes que se carga son $18.000 millones para todos los beneficiarios. Es la política más grande en términos presupuestarios; y apostamos a que la gente consuma leche, carne, frutas y verduras. Ahí tenemos buenas y malas: hemos extendido la cobertura alimentaria pero tenemos un problema serio. En abril del año pasado teníamos un 62% de las compras que eran de leche frutas y verduras, en cambio para abril de este año es del 50%. El precio de los alimentos ha complicado la situación y ha empeorado la calidad nutricional en la Argentina.
P.: ¿En cuanto al trabajo qué se está haciendo?
D.A.: El eje puesto en el trabajo es donde hay trabajo articulado con organizaciones sociales y las iglesias. Tenemos un programa que se llama Potenciar Trabajo, hay un millón de personas que arrancan cobrando el 50% del salario mínimo ($12.200), tiene que trabajar o en la construcción, o en el textil, o en la producción de alimentos, o en el cuidado de personas o en el reciclado. En alguno de estos cinco sectores productivos y ahí trabajamos con: organizaciones sociales, con iglesias y con cámaras empresariales. Las personas tienen que trabajar 4hs en una unidad de gestión: sea un municipio, sea una organización social, sea un ámbito comunitario o un comedor comunitario, o una cámara empresarial.
Cuando es para una cámara empresarial la gente hace capacitación en la planta, en pyme, en la empresa, 25 horas semanales y se le completa hasta llegar al salario mínimo. Las organizaciones sociales, las iglesias, los que trabajan en los barrios son parte de la solución porque trabajan y articulan y ven a los que nadie ve (que son los más pobres, los que tienen fuertes dificultades en la Argentina). Buscamos articular permanentemente y, en general las organizaciones sociales con dificultades, están haciendo ese traspaso al mundo del trabajo, a montar actividades productivas, así que apoyamos mucho con eso y bajando máquinas y herramientas para poder desarrollar las actividades. Las personas entran solas a Potenciar Trabajo, se anotan directamente en el registro que tenemos en RENATEP, cruzamos la base de datos y en función de eso las personas que corresponden, entran en el programa. Muchas organizaciones sociales han montado actividades comunitarias (comedores comunitarios, merenderos) o actividades productivas, sobre todo el tema gastronomía, textil y construcción son los tres ejes en los que más se han enfocado las organizaciones sociales. La persona de Potenciar Trabajo decide entre tres opciones: tiene que contraprestar o estudiar o montar su propia actividad productiva. Si va a contraprestar 4hs decide dónde hacerlo (en un comedor, merendero o una actividad productiva que puede ser en una organización social u en otro lugar), o estudia o la otra opción es: nosotros tenemos créditos no-bancarios para acceder a máquinas herramientas para montar emprendimientos productivos.
P.: ¿Hay un mapa de las organizaciones o cómo llega al Estado a esos grupos?
D.A.: A las organizaciones sociales las dividiría en tres: hay históricas en Argentina, que arrancaron en los 90’s con reclamos, con planteos y que se han ido reconvirtiendo. Dos, las organizaciones sociales más “temáticas”, vinculadas en general a las iglesias o a temas específicos, que la crisis los fue llevando a poner panaderías, herrerías o actividades productivas. Y tres las que están surgiendo nuevas. Hay un fenómeno de más fragmentación en la Argentina de distintos tipos de organizaciones sociales: más locales, más barriales. Diría que el fenómeno que se va dando en Argentina es que lo comunitario es más local, más barrial. Hay organizaciones muy grandes pero hay un montón de gente que en el barrio lo está llevando adelante. Ese mapa nosotros lo tenemos porque trabajamos y articulamos permanentemente pero es un mapa que va cambiando todo el tiempo. El fenómeno de organizaciones sociales más pequeñas es un fenómeno latonimaericano, no sólo argentino.
P.: ¿Qué opina de aquellas voces que siempre han estado en contra de la ayuda Estatal?
D.A.: Distinguiría. Entiendo al que está laburando un montón, le cuesta mucho llegar a fin de mes y dice “uh, como puede ser que haya gente que tiene plata del estado”. Al laburante lo entiendo. Me parece que, más allá de eso, hay una mirada sobre los planes sociales que primero no tiene que ver con datos, la AUH lleva 11 años en la Argentina. Es la política más extensa. Un debate ha sido siempre “si la gente se embaraza y tiene hijos para tener un plan”. Cuando arrancó, hace 11 años, el promedio de hijos era 1,8 menos de 2 hijos por familia. Hoy, once años después, es: 1,8. O sea, no hay debate: es un dato.
Once años después, el promedio de hijos de las familias es el mismo. Las familias no se embarazan para tener un hijo, las chicas no es que buscan tener hijos para tener un plan.
En ese plano, entiendo que le cuesta mucho llegar a fin de mes, se esfuerza, trabaja y dice “¿Cómo puede ser que me están cortando acá o que el Estado de esto y a mí no me toque?”. Pero no al que lo hace con una mirada política que intenta generar de eso una construcción de algo que no es real.
P.: En un informe de la UCA dijo que la pobreza se hubiera triplicado si no hubiera recibido ayuda estatal durante la pandemia ¿Eso es cierto?
D.A.: La UCA lo que marca es la indigencia, la extrema pobreza del 10,1%. Si no hubiera estado la Tarjeta Alimentar, Potenciar Trabajo, la AUH y otros programas sociales hubiera sido del 27,9%. Eso marca dos cosas: que hay una gran red de atención social y que ha habido mucha política social y que la situación es muy crítica y que el problema más grave de la Argentina es el precio de los alimentos. Esta red social que el Estado ha conformado, que no es solo que la encaré desde que soy ministro sino que tiene una historia en la Argentina. Sí, tiene el desafío de transformar los planes sociales en trabajo. Tengo dos ejes: la asistencia alimentaria y el trabajo. El eje central es el trabajo en los meses, y en los años que vienen.
Transformar “el plan” en trabajo. La pandemia cambió la agenda: ¿Cómo se puede avanzar en la nueva Argentina bajo ese objetivo?
D.A.: El problema de Argentina es en parte la solución. El país tiene 4 millones de personas que viven hacinadas: sin agua, sin servicios básicos y hay que construir viviendas. Tiene una parte de la población que no va a sala de 3 y 4 años.
El problema de la falta de infraestructura es en parte la solución. El trabajo que viene es: por un lado muy competitivo, muy globalizado y muy tecnológico. Y por otro lado, muy mano de obra intensiva la construcción, textil, producción de alimentos, las personas que cuidan personas y el reciclado.
El Estado tiene que acompañar a fomentar el desarrollo de la actividad y la inversión privada, el desarrollo para poner en marcha la infraestructura que falta.
Estamos urbanizando 400 barrios. Urbanizar barrios es: abrir calles, es poner agua, son servicios básicos, es cocina y baño y mejorar las viviendas, es arreglar el tablero de electricidad para que no terminen con problemas de incendio. Eso, además del derecho al hábitat, hay un montón de gente trabajando en la construcción.
Estamos haciendo 800 jardines de infantes. Además del derecho a la primera infancia, para que los chicos vayan a salas de 3, 4 y 5 años, es achicar la desigualdad: es que todos vayan al jardín y es gente trabajando en la construcción y maestras jardineras.
El trabajo mano de obra intensivo es uno de los puntos claves de la reconstrucción de la Argentina y que es un tiempo de combinar derechos y trabajo. Y en ese sentido soy muy optimista sobre el futuro porque tenemos muchas dificultades pero está claro el modelo de desarrollo hacia adelante: competitivo, globalizado, fomento de desarrollo de la actividad privada y mano de obra intensiva en estos cincos sectores productivos.
P.: ¿Existe la posibilidad de que haya nuevos refuerzos de los planes sociales?
D.A.: Vamos evaluando todo el tiempo la situación y en función de eso vamos tomando nuevas medidas sociales.
Hasta acá, desde el 9 de abril en adelante, que es cuando arrancamos con la segunda ola, se tomaron un conjunto de medidas: primero se dio un bono de $15.000 para 1 millón de personas que tienen la AUH. Luego el REPRO, que este pago el Ministerio de Trabajo que es importante porque es para la gente que trabaja en el sector privado (por ejemplo, en la gastronomía) pero esta vez llegó al emprendedor. Porque en la Argentina una persona que hace pizza y empanadas, y tiene dos ayudantes, no es un “empresario gastronómico” sino que es un laburante de la gastronomía. Ahora reconocido como trabajador y también la ayuda le llegó ahí.
Ampliamos la Tarjeta Alimentar, ahora con familias con chicos de hasta 14 años, estamos hablando de 4 millones de chicos a los que llega esta contribución.
Generamos un bono para los trabajadores del programa Potenciar Trabajo de $6.000.
Hemos generado un conjunto de medidas y políticas. Vamos evaluando la situación y si es necesario vamos a tomar medidas adicionales. Siempre enfocados en la emergencia alimentaria y en poner plata en el bolsillo de los que la pasan peor en nuestro país.
P.: ¿Cuál es el termómetro para darse cuenta si hay que dar más ayuda?
D.A.: Tenemos tres termómetros: uno es la cantidad de gente en los comedores. Tenemos 10 millones de personas en comedores y merenderos. Hay 10 mil comedores, se toma una muestra de 500 y vamos viendo que va pasando. Ahora se mantiene la cantidad de gente en los comedores y eso es un problema porque habiendo más changas y más movimiento económico, la gente hace changas, el peón de albañil gana $700 / $800 por día, el oficial “más armadito” $1200/ $1500 y esas personas también van al comedor. Entonces, se está manteniendo la cantidad de gente que va a los comedores.
El segundo indicador son las zonas del país. Arrancó la cantidad de casos muy fuerte en el conurbano bonaerense, en la ciudad de Buenos Aires y se extendió al resto del país.
Y el tercero, son esos cinco sectores productivos: construcción, textil, producción de alimentos, las personas que cuidan personas y el reciclado. En esos cincos sectores está la mano de obra intensiva y es lo que hay que evaluar permanentemente. En función de eso vamos tomando medidas adicionales para acompañar a esos que los pasan mal.
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