Las turbulencias que atravesaron al Gobierno durante buena parte del año se disiparon con la victoria electoral. El respaldo en las urnas proyecta un diciembre sin convulsiones para Javier Milei y, sobre todo, le abre la oportunidad de redefinir la segunda etapa de gestión, aquella que exigirá resultados más tangibles, tanto en lo político como en lo económico.
Del ajuste a la construcción: Javier Milei se apoya en Karina y los gobernadores para la fase de reformas
Tras el triunfo electoral, el Presidente sabe que en la segunda parte de su mandato deberá lograr crecimiento, empleo y señales de inversiones. El ajuste ya no alcanza para mantener las expectativas.
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Karina Milei se relegitimó tras el triunfo electoral. Ahora el Presidente se apoya más que nunca en ella.
Hay una sensación de regreso al inicio, como si el Gobierno volviera a aquel diciembre de 2023 en el que todavía persistían las expectativas de mejora. El recorrido no fue lineal, y este reseteo tiene una ventaja: buena parte del ajuste prometido –y aceptado por la sociedad– ya está hecho. El interrogante es si Milei tomó nota de los errores que atravesaron el rumbo de La Libertad Avanza y si hay voluntad de corregirlos para encarar con más músculo las reformas fiscal y laboral, los dos desafíos que asoman en el horizonte.
Entre las primeras conclusiones del relanzamiento se anota un fortalecimiento de Karina Milei y la elección de los gobernadores como socios principales del nuevo ciclo. También, la absorción del PRO, más allá de Mauricio Macri, como corriente funcional al oficialismo. En paralelo, el peronismo volvió a desangrarse en internas y la CGT renovó autoridades con la conciencia de que deberá sentarse a negociar cambios en el régimen laboral. LLA, al menos por ahora, tiene viento a favor.
La inflación bajó, aunque se mantiene en la franja del 2% mensual. El equilibrio fiscal asoma como el mayor logro de estos dos años, junto con el reacomodamiento de las variables macro. Pero Milei sabe que la etapa que viene no puede sostenerse en la lógica del ajuste perpetuo. Necesita crecimiento, empleo y señales de inversión, para que el equilibrio fiscal –su mantra innegociable– no se convierta en un límite político. El superávit fue el símbolo de la primera mitad; el crecimiento deberá ser el emblema de la segunda.
Tras la victoria electora, una apertura política en busca de las reformas
En el plano institucional, se abre una ventana para volver a foja cero con los aliados potenciales. Durante buena parte de 2025, y en el calor de las campañas, muchos se habían hartado de los desplantes y de las confrontaciones. En ese sentido, las designaciones de Diego Santilli en Interior y de Manuel Adorni como jefe de Gabinete expresan el intento de relanzar el vínculo con dirigentes de otros espacios dispuestos a acompañar el rumbo reformista del líder libertario.
Si la salida de Guillermo Francos y de Lisandro Catalán sugería un avance de Santiago Caputo, principal detractor de ambos, la postergación del “superministerio” para el asesor dejó otra postal. La gran ganadora de octubre fue Karina Milei, que emerge fortalecida en la eterna interna del triángulo de hierro. Adorni se referencia en su órbita, mientras que Santilli, figura del PRO post Macri, pasará a monopolizar la relación con las provincias, un rol que Caputo ambicionaba.
Como presidenta del partido, Karina impuso en su momento la táctica de los “violetas propios” en todo el país, incluso a costa de enfrentarse con gobernadores aliados. Luego dictó la estrategia para compensar la derrota de septiembre: buscar al votante ausente en lugar de tentar a quienes habían migrado al peronismo. Un acierto que hoy, puertas adentro, nadie discute.
Diego Santilli y Manuel Adorni se reunieron los gobernadores oscilantes, como Raúl Jalil, de Catamarca.
El reinicio de la gestión mostró además una mayor apertura política. En el acto de despedida de Francos, Milei se mostró más afable, saludó a veinte mandatarios y compartió gestos con algunos a los que antes esquivaba, como el porteño Jorge Macri. También hubo un saludo calculadamente cálido entre Karina y Caputo en Casa Rosada, una escena que buscó transmitir convivencia.
Santilli ya comenzó a recibir a los jefes provinciales. Si Francos tenía “una caramelera sin caramelos”, como ironizaba un gobernador, el exdiputado del PRO deberá llenarla con dulces reales. El dilema es concreto: ¿puede sostenerse la ausencia de obra pública sin paralizar la infraestructura y sin dejar al Gobierno sin moneda de cambio para negociar acuerdos federales? Los mandatarios ya mostraron sus cartas: cualquier ofensa vieja puede olvidarse si se solucionan los problemas de gestión.
Los gobernadores que vuelven a la Rosada
El proyecto de Provincias Unidas evidenció sus límites en la primera prueba electoral. La unidad de mandatarios tan disímiles puede servir para fines económicos o regionales, pero carece de proyección política de largo plazo. En esa fragilidad, Milei encuentra una oportunidad para recomponer puentes y avanzar con su paquete de reformas. Hasta los peronistas que habían “olido sangre” vuelven a escuchar propuestas, como ocurrió en la votación de la ley Bases.
Una muestra se dio el viernes, cuando llegaron a Casa Rosada dos mandatarios que habían enfrentado al Gobierno en las urnas y en el discurso: el peronista Raúl Jalil (Catamarca) y el chubutense Ignacio Torres, de raíces PRO pero alejado del macrismo. Este último se llevó la promesa de una baja permanente de retenciones para la extracción de crudo pesado, clave en un distrito con yacimientos convencionales. Jalil, en tanto, fluctuó estos dos años entre la colaboración y la oposición, como una forma de subsistir. Este lunes seguirán las bilaterales, con Martín Llaryora, Marcelo Orrego y Gustavo Sáenz, todos de extracciones distintas pero dentro del juego de los provincialismos que buscan mantener una ventanilla abierta en la Rosada.
En paralelo, también trajinó la Casa de Gobierno Barry Bennet, el nexo entre Milei y Donald Trump que Santiago Caputo muestra como parte de su centralidad. La política exterior volvió a ser terreno de disputa interna. En el “karinismo” le bajan el precio a la influencia de Bennet y hasta señalan que su llegada a la Casa Blanca “es una gran mentira”. La reunión entre Caputo y el asesor estadounidense fue, más que nada, una forma de medir fuerzas.
Como sea, la etapa que se viene es de menos ajuste y más construcción, de resolver internas y de atraer aliados. El vértigo del ajuste deja lugar al tiempo más lento de la gestión. El Presidente encara un doble desafío: consolidar el orden fiscal sin asfixiar la economía, y convertir la legitimidad electoral en gobernabilidad política.
Diciembre parece despejado, pero el 2026 exigirá algo más que épica. Como repiten en su entorno, “ya no alcanza con resistir; ahora hay que construir”.
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