Unos días atrás el presidente Javier Milei volvió a insistir con que “para mitad del año que viene o agosto, la inflación va a pasar a ser de cero coma algo, seguro va a empezar con cero″. Esto es congruente con lo estimado en el Presupuesto que proyecta un promedio de 0.8% mensual para todo el año (10.1% anual).
Inflación: un plan en problemas
La inflación ha dejado de estar en boca de los argentinos, lo que no significa que haya dejado de ser uno de los principales problemas de la economía. Mientras tanto, luego de seis meses en suba, Javier Milei sigue corriendo la fecha en que estima “aniquilarla
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El pasado futbolista de Javier Milei como arquero, lo predispone a atajar todas las pelotas que le lance la economía, pero también lo lleva a cargar una serie de defectos.
Dejemos de lado las implicancias de que ya se computan seis meses consecutivos de aceleramiento inflacionario (del 1.5% de mayo, el IPC saltó a 2.5% en noviembre), la realidad es que a pesar de todos sus esfuerzos el Gobierno no ha podido reducir la inflación a menos del 2% mensual y las estimaciones del “establishment financiero” - REM de noviembre- son que a futuro la cosa no sería mucho mejor, con el incremento del IPC rondando en los próximos doce meses 21% (el núcleo, 20%).
Para que se entienda, esto implica una inflación promedio del 1.6% mensual, es decir más cerca del 2%, que del 1% y muy lejos de las promesas presidenciales.
Es cierto que la evidencia apunta a que el poder adivinatorio de Milei y su gente no es de los mejores. ¿Si no, cómo llamar al que en el presupuesto 2025, pergeñado por el equipo de “el mejor ministro de Economía de toda la historia argentina”, el Gobierno proyectara una inflación de 18.3% para este año, que estamos cerrando arriba del 30%.
No es que el “establishment económico” sea mucho mejor en esto de anticipar la suerte de los argentinos (en diciembre 2024 la mediana del REM hablaba de 25.9% -el Top10 de 22.4%- para 2025). Si hemos de ser sinceros, para lo que mejor sirve la recopilación que hace mes a mes el Banco Central de sus profecías (el REM), es para evidenciar que “los profesionales” vienen herrándole más que fiero a la realidad o que viven en una realidad paralela.
Digo “fiero” porque nada justifica que el error promedio en las proyecciones de siete meses vista, sobre la inflación que finalmente tuvimos en octubre fuera de 22% y para noviembre de 26.5%... nada lo justifica más allá de cierto afán (¿afán es la raíz de “afano”?, ¡Si!) por “quedar bien” con el soberano, que curiosamente es uno de sus principales clientes.
¿Por qué apunto a octubre? Simple, aunque no fuera de manera explícita, el objetivo del gobierno era que ese mes -el de las elecciones de mediotérmino- la inflación rondara el 1% mensual para poder cantar victoria ante la inflación y así asegurarse el resultado electoral. Ese mes los precios minoristas treparon 2.3%.
Un arco que se mueve
Cuando Javier Milei aún no era Javier Milei -al menos no el que conocemos hoy- sostenía que el rezago en la relación emisión de dinero-inflación era, para el caso Argentino de 12 a 18 meses.
Esto lo vemos en un “paper” que publicó con su -en aquel entonces amigo y socio- Diego Giacomini de 2017 o las múltiples apariciones mediáticas que fue realizando hasta fines de 2021.
Cuando alcanzó la diputación en diciembre de 2021, estiró los tiempos en seis meses y comenzó a hablar de un rezago de entre 18 y 24 meses, apuntando más de una vez a que durante la convertibilidad habían bastado 20 para que la Argentina se colocara como el país de menor inflación en el mundo.
Durante su campaña 2023 dejó de mencionar el suceso de la Convertibilidad y antes y después de ganar la presidencial, continúo sosteniendo la idea de un rezago temporal de 18 a 24 meses, pero agregando una salvedad:
“El día que uno frena la máquina de emisión de dinero, tarda entre 18 y 24 meses para que la inflación desaparezca” (La Nación del 15 de Noviembre); “La evidencia empírica para el caso argentino dice que si vos cortas hoy con la emisión monetaria, este proceso tarda entre 18 y 24 meses para destruirla y llevarla a los niveles más bajos internacionales” (entrevista en Radio Mitre del 20/11/23); “Si hoy frenamos la inflación tenemos que esperar entre 18 y 24 meses para ver los resultados” (La Noche de Mirta, Canal 13, 23 de diciembre de 2023).
Fuentes o estudios respaldando estas proyecciones, ninguna, pero ahora alertaba que todo dependería de cuando se frenara la emisión.
Acá es donde entra a terciar Juan Carlos de Pablo -hoy el economista favorito del Presidente, luego que Domingo Cavallo, al que había definido como “el mejor economista de la historia argentina” cayera en desgracia a principios de año– quien en su afán por apoyarlo lo “escrachó” al develar que lo de los 18/24 meses no surgió de ningún análisis sesudo “del León”, sino que “Milei repite una cosa que dijo Friedman en 1973 referido a los EEUU, y es que vos cortás la emisión hoy y la tasa de inflación se entera al año y medio” (“Por qué la inflación puede bajar antes de los 18 meses que promete Milei”, Juan Carlos de Pablo, 1 de diciembre de 2023).
Según decía entonces el veterano economista, la estimación de Friedman de los 18-24 meses “ya no es cierta ya que la caída de la tasa de inflación ha sido fulminante cuando se subió las tasas de interés”. Su conclusión fue que “En el fondo [Milei] está diciendo: mejor que yo diga 18 meses y resulta que esto se cura en 12”, "¿Viste cuando el piloto del avión dice que el vuelo dura dos horas y él sabe que dura una hora y media? es para que no lo jodan", "(Milei) Abre el paraguas y si después la cosa no es tan grave, la gente va a decir 'ah bueno, seguimos para adelante'".
El optimismo del “Profe”, sobre la inflación desapareciendo antes de los 18 meses, tenía que ver con lo vivido durante la convertibilidad, su confianza en "Javier" y especialmente con una presentación de Federico Sturzenegger que él dirigió ante la Academia Nacional de Ciencias Económicas (El uso del concepto de equilibrio general en su aplicación a la política monetaria, 16 de marzo de 2016).
En aquel entonces, quien fungía de presidente del BCRA afirmó: “Nuestros modelos nos indican que la política monetaria tiene rezagos de unos seis meses. La inflación que vemos es producto de una fuertísima expansión en los agregados que vivimos en la segunda mitad del año 2015 y que tendrá efectos que se expandirán durante el primer semestre”.
Lamentablemente ni el Central ni Sturzenegger jamás dieron a conocer ese modelo, que no hace falta acláralo demasiado: fracasó.
El 13 de julio de 2024, el Presidente anunció el inicio de la fase dos de su plan económico y el fin de la emisión "Pasar de exceso de oferta cero a emisión cero implica cortar también la emisión por compra de dólares. Compramos dólares e inyectamos pesos y lo que hacemos esterilizar los pesos colocando dólares en el mercado y de esa manera nos aseguramos que la cantidad de dinero quede constante. Quiere decir que de acá en adelante la base monetaria en Argentina no crece más"
Esto, refrendado por el ministro Luis Caputo, lo que implicaba según la teoría monetaria del gobierno, era que los argentinos dejaríamos de sufrir la maldición de la inflación en algún momento entre diciembre de este año y junio de 2026.
Lo interesante del caso, es que el proceso “fuerte” de reducción inflacionaria comenzó en enero de 2024, pasando del 25.5% de diciembre 2023 a 4.2% en mayo, antes de que se anunciara que se cortaba la emisión. Es decir, una caída de 21.4 puntos u 83.7% frente a 1.67 puntos o 40% desde entonces.
Interesante porque esto nos pone frente a una dicotomía: o la teoría monetarista no funciona o el gobierno no dejó de emitir pesos (o ambas). Según informa el BCRA, si bien es cierto que entre junio 24 y julio 25 se morigeró el ritmo de la emisión respecto a lo vivido entre aquel marzo y aquel junio, es recién a partir de agosto de este año que parecería ser que podemos hablar de que “se cerró la canilla de la emisión monetaria”.
La cosa es que durante todo 2024 el Presidente continuó insistiendo con la idea que en no más de 24 meses iba a “destruir” la inflación, que iba “llevarla a los niveles más bajos internacionales” (por ese entonces, 4.2% anual), lo que surgía de la “evidencia empírica” colocándola en la zona del 0% anual.
Llegamos así a los primeros meses de 2025 y a pesar de que lo logrado era notable, aunque significativamente menor a lo de la convertibilidad (en aquellos primeros doce meses la inflación se redujo a 1.29% y a 1.05% en los veinticuatro, frente al 2.73% y algo en torno al 2% de ahora), estaba claro que la inflación no sería eliminada antes de terminar este año.
El 28 de agosto pasado, durante su disertación ante el CICyP, el presidente volvió a correr una vez más la fecha de la defunción inflacionaria.
“Días atrás recibí un mensaje de un amigo que es profesor en la Universidad Nacional de Córdoba, Enrique Neder, que es profesor de teoría monetaria, y uno de sus alumnos hizo su tesis sobre dinero, inflación y los rezagos monetarios. Los rezagos que tiene, cuando yo emito y cuando pega la inflación. Y básicamente lo que encuentra es que en promedio ese rezago es de veintiséis meses, o sea, no muy distinto de nuestra hipótesis de los veinticuatro meses. Por lo tanto, esto significa que habiendo fijado la cantidad de dinero el año pasado, para mitad del año que viene la inflación será historia”.
Lo notable es que además de correr otra vez sus estimaciones -en dos meses-, lo que hizo el Presidente fue dejar de hablar de un rango para volcarse sobre la fecha límite.
Esto nos lleva de nuevo a Milton Friedman que, en “Un programa para Estabilidad Monetaria” (dic.1960) terminó sosteniendo que el freno a la inflación puede tomar cualquier cosa entre 4 y 29 meses, pero que no había ninguna base para saber cuánto sería.
Más recientemente -y en coincidencia con Chiristiano, Eichenbaum y Evans- S.Arouba & T.Dreschesel estimaron que Friedman se “quedó corto” y que no es hasta pasados 43 meses que las contracciones monetarias comienzan a tener un efecto significativo sobre los precios en los EE.UU., con el máximo pasado los 54 meses (“The Long and Variable Lags of Monetary Policy”, 2024).
Lamentablemente, ni el nombre del autor de la tesis, ni la tesis han sido reveladas para poder realizar un “peer review”, ni Neder ha realizado ninguna aclaración, por lo que nos quedamos con nuestras estimaciones preliminares.
La evidencia es que si bien la teoría cuantitativa del dinero parecería sostenerse en Argentina en el largo plazo (correlación de 85% a 10 años), a 24 meses (correlación 67%) la vinculación es insuficiente para asegurar con alguna certeza que un shock monetario tenga un efecto sobre la inflación o para predecir en qué sentido será.
De haber existido alguna relación de mediano plazo, esta parecería haberse manifestado más significativamente hacia los 31 meses (a futuro sería en enero de 2027).
Insisto, es solo una estimación preliminar, un juego econométrico sin mayor validez que lo anecdótico y que va de alguna manera en línea con lo encontrado por los últimos estudios sobre rezagos monetarios y que no nos permite descartar la idea que la última predicción del REM para 2026 no esté tan errada.
Claro que esto merece un contexto. Como argentinos y viniendo de donde venimos, veinte por ciento al año puede parecernos poco y hasta satisfacernos. De hecho, no sería algo extraordinario (lo de alcanzar el 10.1% seria más raro), teniendo en cuenta que a nivel global (data Banco Mundial) en 67% de los casos la inflación se redujo al año siguiente de colocarse entre el 30% y 40%, cayendo en promedio 5.8 puntos (desviación estándar: 4.9).
El problema es que aun así estaríamos dentro de los 15 países con mayor inflación del planeta (este año estuvimos en el puesto sexto, en 2024 fuimos segundos y en 2023 cuartos). El diez por ciento que estima el gobierno mejora algo la cosa, pero aún estaríamos entre los 20 con la mayor inflación del globo.
En ambos casos quedamos muy lejos de la promesa presidencial de una inflación anual debajo de la media mundial (3.3% para 2025) tendiendo al 0% anual. En castellano, nuestro país continuaría siendo un “paria inflacionario”.
Un punto para no dejar de lado es que el proceso de reducción de la inflación en Argentina se dio en un marco global de caída de los precios (inflación global), luego de haber alcanzado el 8% en 2022.
De acá es interesante que históricamente cuando la inflación argentina fue mayor al 30% anual (ex los dos años de hiper) la correlación entre la variación de los precios locales y los globales (en dólares) llegó al 49%, mientras en aquellos años en que tuvimos una inflación inferior al 20% anual, la correlación cayó al 2%.
Esto requiere más investigación -en particular lo referente a la influencia del mecanismo de atraso, adelanto cambiario-, pero a priori no podemos descartar la idea que la desinflación global de los últimos años ayudó en alguna manera al proceso mileista, algo que podría muy bien no darse en la misma magnitud durante los próximos meses, dada la reducción de la inflación local.
Puede que sea por su pasado como arquero o tal vez por su presente como político, Javier Milei ha venido corriendo una y otra vez el arco de la “de la aniquilación de la inflación” desde aquellos 12-18 meses que nos hablaba cuando era un simple economista mediático en 2021, hasta los 26 meses a partir del fin de la emisión o 32 meses desde que asumió de los que nos habla ahora.
Sin dudas que lo logrado en el frente inflacionario es notable y los argentinos lo agradecemos al punto de ya no pensar más en la inflación como uno de los temas más relevantes. Tal vez ya no parezca una “Espada de Damocles” sobre nuestras cabezas, pero esto no significa que no siga siendo una espina en nuestros zapatos y que en algún momento no vayamos a espetarle al gobierno haber corrido tantas veces el arco.
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