16 de julio 2002 - 00:00

Giro: la UCR, arrepentida ahora de apoyar a Duhalde

El radicalismo ya dio oficialmente por terminado el acuerdo UCR-PJ en la provincia de Buenos Aires. El puntapié inicial lo dio el fin de semana Leopoldo Moreau cuando, por primera vez, reconoció en público como un error la alianza radical con Eduardo Duhalde, durante un retiro espiritual partidario en Exaltación de la Cruz. Mientras tanto, en la definición de la candidatura presidencial, el mendocino Roberto Iglesias se presentó dispuesto a comenzar la campaña, pero poniendo condiciones. El gobernador de Mendoza, que fue abucheado en el retiro espiritual del radicalismo cuando reivindicó la figura de Ricardo López Murphy, subordinó su candidatura a que «exista un programa realista en la campaña»: «El radicalismo tiene que tener una propuesta electoral coherente, moderna, y que le ofrezca al país una salida. Prefiero perder la elección, pero diciéndole la verdad a la gente de cuál es el camino a seguir que nosotros entendemos como el correcto», dijo a medios del interior, «si no, no cuenten conmigo».

• Valentía

Moreau fue más valiente, de todas formas, que Federico Storani y participó en el debate con los dirigentes partidarios de todo el país, mientras que el ex ministro del Interior no quiso poner la cara en la Estancia La Mimosa. Moreau allí llegó a reconocer que se habían equivocado al cerrar el acuerdo con Duhalde, argumentó que había temor a un golpe en ese momento, pero concluyó: «Quizá no medimos las consecuencias». La sinceridad no lo libró de recibir un mar de críticas.

De todas formas, el retiro espiritual convocado por Angel Rozas no tuvo resultados concretos más allá de la decisión de avanzar a las elecciones presidenciales en soledad y sin acuerdos con otros partidos y ordenar a la Convención Nacional una reforma a la Carta Orgánica.

En cuanto al Congreso, sí hubo avances: la conducción del radicalismo consiguió que avanzaran las negociaciones para reunificar el bloque radical del Senado. Así deberían volver a la bancada los senadores que se fueron en protesta a la colaboración del radicalismo con el gobierno de Duhalde y contra la posición tomada por Raúl Alfonsín: RodolfoTerragno, Juan Carlos Passo, Mónica Arancio de Beller y Gerardo Morales. Esa unificación podría producirse esta semana.

Pero el faltazo de
Storani le quitó peso político al encuentro y provocó broncas en los dirigentes de provincias que buscaban pegarles a los radicales bonaerenses. A pesar de la mufa que circula entre las filas partidarias, la UCR consiguió reunir a más de 300 dirigentes de todo el país. Pero cometiendo un típico error radical: sesionar a puertas cerradas. Fue el primer error de la convocatoria ya que sin cámaras ni micrófonos presentes nadie se esmeró mucho en definiciones y, en realidad, sólo se escuchó un informe de situación sobre cada provincia y un pobrísimo debate final sobre la participación del radicalismo en el gobierno de Duhalde y el futuro electoral.

Sí quedó claro que los dirigentes radicales del interior estaban decididos a dar pelea en la elección y no matar el partido. Pero
Rozas destruyó ese clima cuando pidió la caducidad de mandatos del Comité Nacional. Aunque en realidad el tema no era nuevo. El jujeño Morales había pedido una interna completa de toda la UCR para establecer una nueva conducción, «porque la actual claramente no tiene interés de conducir», dijo.

Tanto fue así que la reunión debió durar dos días, pero a las dos horas de empezar, los organizadores se dieron cuenta de que el sábado no iba a volver nadie al encuentro.

Otro castigado del retiro espiritual fue
Angel Rozas: planteó la necesidad de impulsar la caducidad de todos los mandatos partidarios y volver a elegir la estructura de conducción del Comité Nacional. Lo hizo en tan malos términos que muchos entendieron que hablaba de los mandatos de cargos electivos y terminaron atacando la idea.

Al final,
Moreau y Horacio Pernasetti no le aceptaron una salida rápida de la conducción partidaria y le dijeron: «Hágase responsable del tiempo político que le tocó». Fue una prueba de las pocas ganas que existen en la UCR de discutir el «que se vayan todos».

• Crítica

Pero la mayor crítica que se le hizo a Rozas en el encuentro fue no articular una estrategia clara para encapsular los problemas del radicalismo de la provincia de Buenos Aires, de donde partió la alianza con Duhalde y buena parte de los problemas que tiene hoy el partido.

Frente a eso, los delegados del interior poco hablaron de la debacle partidaria sufrida con la caída del gobierno de
Fernando de la Rúa y mucho menos expresaron ideas creativas en torno a las candidaturas presidenciales.

Sorprendió
Iglesias, cuando hizo una suerte de reivindicación de López Murphy y los problemas que tuvo para implementar sus ideas en el gobierno de De la Rúa: «Ojalá en algún momento nos hubiéramos dedicado a escuchar a los correligionarios», dijo. Rozas no hizo demasiadas consideraciones sobre su propia candidatura y Rodolfo Terragno se limitó a decir sobre el tema: «Bueno, vamos a ver, yo hasta agosto voy a pensar si soy candidato». La imagen del encuentro era cordial, pero en las palabras sólo faltó que volaran las sillas, típico del estilo radical.

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