Justificó Cristina pujas con la prensa: defiende intereses, dijo
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Cristina de Kirchner, el
viernes en Washington,
donde improvisó ante 110
seminaristas sobre las
relaciones entre el gobierno
y el periodismo. Ideas
apresuradas, algo de
confusión, pero reveló claves
de por qué el gobierno se
pelea con la prensa.
• Simplificaciones
Demasiada simpleza la trasladó a la descripción del sistema político que, dijo, se «articula» (su verbo predilecto) en partidos que son la expresión de intereses y un sistema de comunicación que ella descubre que también responde a intereses. Otra simplif icación: los partidos políticos pueden expresar intereses pero antes de ello, representan al público y sus derechos.
Además, por origen histórico, geográfico o aun de sector social, pueden agregar la defensa de un interés patrimonial (partidos obreristas, o de campesinos, o de comerciantes, etc.).
Esta teoría no es inocente porque se inspira en la politología de raíz autoritaria del siglo pasado en la que se crió el peronismo actual que describía el modelo ideal de democracia en una democracia de corporaciones en la cual las ideologías le dejaban paso a la defensa de intereses sectoriales. Esa democracia llamada «orgánica» que se intentó construir en España y en Portugal proponía esta suerte de sistema de democracia de mercado donde se conjugarían los intereses corporativos.
• Capciosa
Esta reducción es capciosa en la exposición de la senadora porque la usa para decir que los medios como sistema han dejado de cumplir el rol que tuvieron en el nacimiento del sistema político para encarnar también intereses comerciales e ideológicos. Esta simplificación lo que hace es justificar la descalificación desde la política del rol de los medios, algo que es parte de la habitualidad del gobierno que ella representa. El corolario sería obvio: en la selva en la cual todos defienden un interés, el sector que ella representa es superior porque representa los intereses del pueblo, de la mayoría, como si los demás partidos, o los medios que quedan equiparados a otro partido, defendiesen canalladas antinacionales y antisociales. Tanto parece creer en esto la senadora que volvió a decir en público: «En la Argentina ha habido economistas que han defendido las recetas que tanto daño le han causado al país y que están en contra de los intereses nacionales». En la charla que dio en The New School había dicho que ante esas posiciones «el gobierno debe ser inflexible porque enfrentar esas ideas -quizás las que aplicó su partido en la década de los años '90- es una política de Estado». La charla la comenzó con una declaración de modestia pero con destinatario: «Cuando se anunció mi presencia aquí -dijo-, un diario o un periodista dijo que yo iba a dar una clase de periodismo, pero no vine a eso, no soy experta en medios, no es mi profesión, soy abogada y política». Como todos quienes improvisan dijo que el problema se dividía en tres (siempre todo se divide en tres tesis, hipótesis, opiniones, soluciones, etc.) y por supuesto, le salieron cuatro... Jugueteó con las palabras «sistema de representación» frente a «sistema de comunicación» y se cansó de relacionarlos en conflicto y en armonía desde Mariano Moreno, pasando por Bartolomé Mitre (fundador, dijo, de uno de los diarios más importantes, pero mortificó a «La Nación» al llamarlo « general», por militar, ya que en esa casa se prefiere al Mitre historiador y abogado).
Por cierto que descubrió la importancia en esa relación entre los dos sistemas de la radio y de la TV, a la que atribuyó una magia única, informar en el instante y reducir un debate que antes llevaba meses en un parlamento a una definición en dos minutos. No aportó ninguna percepción sobre la cualidad del fenómeno; sólo se dijo sorprendida por la magia de la TV que es la inmediatez. De ahí pasó a quejarse, obviamente, de la guerra del rating y de los animadores que quieren hacer pelear a los políticos en una relación, claro, «a veces perversa», se quejó.
Sin mucha información, elogió el hecho de que algunos diarios de este país adelantasen preferencias electorales. «Acá 'The New York Times' y el 'Washington Post' dicen: preferimos a éste u otro candidato, ésta es la línea editorial y lo vamos a apoyar», cuando en realidad ese pronunciamiento se hace horas antes de los comicios y no como anuncio de que se dará información sesgada en beneficio de alguno de los candidatos.
• Protestas
Sobre el final de la charla, los organizadores vieron que la senadora miraba el reloj y anunciaron que no habría preguntas. Un par de seminaristas saltaron enojados y recordaron que no se había cumplido el horario previsto -dolían los 800 dólares pagados y Cristina debía aún 15 minutos de exposición-. «Por favor, gritó un ecuatoriano enojado, no se ha cumplido el tiempoestipulado para la exposición.» Cristina debió acceder a responder a tres preguntas por escrito, con lo cual demoró más, algo que aprovechó para más autoelogio («soy como soy, así le gusto al Presidente, no soy esposa de nadie, soy senadora antes que él presidente -pero no antes de que fuera gobernador, a raíz de lo cual pudo recién ella ser senadora, a decir verdad-). Se calificó como de «pensamiento progresista».
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