Kirchnerismo duro se encarna ahora en trío de vigiladores
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El otro Moreno, el de Tres Arroyos, que fue -como Carlos Kunkel- jefe político de Kirchner en los 70 cuando estudiaban en La Plata, ejercita a diario la misma metodología en el Congreso de la Nación. Es el «malo» del bloque, como segundo de Agustín Rossi, a quien no respeta.
Inquieto y deslenguado, «Cuto» fue abogado de Kirchner -no es poca cosa ser abogado de un abogado- y luego le cuidó la firma como subsecretario de Legal y Técnica, oficina en la que secundó al cordobés Carlos Zannini, con quien confrontó más de una vez.
Este Moreno, menos conocido que el otro -con quien tuvo un cruce duro cuando el entonces secretario de Comunicaciones fue a defender el plan satelital- fue quien se sentó arriba del sello Frente para la Victoria en la provinciade Buenos Aires en nombre de Kirchner. Designado apoderado, tuvo a su cargo el control legal del frente kirchnerista en el principal distrito electoral. Con él y su reacciones intempestivas tuvieron que lidiar aspirantes a diputados y concejales de toda la provincia. A su paso, dejó un tendal de rencorosos.
Ahora, lleva en su «sidecar» a Dante Dovena, un hombrón con fama de rapidez mental, pese a lo aplomado de su andar, se dedica a reconstruir lo que va pisoteando el Moreno que alguna vez fue jefe de Kirchner.
Otro viejo conocido de Kirchner, Javier de Urquiza, subsecretario de Agricultura, se enardece con poco y se aficiona por el pugilismo sea con otros funcionarios -como con su odiado Campos meses atrás- o con productores que le hacen reproches, como ocurrióel fin de semana en ExpoChacra. Llegado de Santa Cruz, De Urquiza tiene algunas peculiaridades: proviene del radicalismo y fue militante rural en una organización que estaba ligada a la CRA de Eduardo Bussi, hoy por hoy, la mesa agropecuaria más crítica y rebelde a las disposiciones del gobierno. Menos explosivo que los Moreno, De Urquiza no duda en ejecutar el grito o saltear la discusión para amenazar, sin intervalos, a las trompadas.
Hiperbólicos discípulos del Presidente, «guardia de hierro» propia, a los tres « matones» oficiales los hermana una señal estética, sintomática, que termina de adornar y coronar su condición de compadritos: portan ampulosos y policiales bigotes.
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