27 de abril 2006 - 00:00

Kirchnerismo duro se encarna ahora en trío de vigiladores

Guillermo Moreno, Javier de Urquiza, Néstor Kirchner y Carlos «Cuto» Moreno.
Guillermo Moreno, Javier de Urquiza, Néstor Kirchner y Carlos «Cuto» Moreno.
De crispación fácil, tienen el insulto a mano, la rapidez para invitar a resolver una disputa a las trompadas o, la «delicadeza» de sentarse a cerrar una negociación con la pistola abultando la sobaquera, como los viejos -y no tanto- punteros políticos.

Son los compadritos del gobierno, un miniejército que envalentonado por el destrato o maltrato con que Néstor Kirchner rigorea a propios y extraños, no dudan en canalizar una diferencia vía la agresión; son militantes en la diplomacia de Atila. A ellos, en momentos diferentes, el Presidente le ha dado tareas sensibles: los acuerdos con las telefónicas, el cierre de las listas electorales en Buenos Aires, la negociación con los lobbystas del campo o la más simple y primitiva vocería explosiva. Cuidan, además al Presidente como celosos custodios, casi guardaespaldas.

El comisario de precios, Guillermo Moreno; el vice del bloque en Diputados, Carlos «Cuto» Moreno, y el negociador con el campo, el subsecretario de Agricultura, Javier de Urquiza, conforman el trío de artilleros del gobierno que desde sus cargos sobreactúan la bravura en el trato hacia abajo (nunca hacia arriba, claro).

Unos son más públicos que otros. Guillermo Moreno recién ahora, que Kirchner lo catapultó, abandonó el circuito de las empresas de comunicaciones para convertirse en «El Sheriff», categoría que describe su tarea de vigilancia en las madrugadas en los mercados, controlando precios.

Este Moreno, a diferencia de «Cuto», llegó a Kirchner por intermedio de su amigo el ministro de Planificación, Julio De Vido, y encajó a la perfección en el sistema «pingüino» donde el desplante y la mortificación son método. A esto se lo llevó en 2003 el economista Eduardo Curia, un ortodoxo de la economía peronista.

El otro Moreno, el de Tres Arroyos, que fue -como Carlos Kunkel- jefe político de Kirchner en los 70 cuando estudiaban en La Plata, ejercita a diario la misma metodología en el Congreso de la Nación. Es el «malo» del bloque, como segundo de Agustín Rossi, a quien no respeta.

  • Antecedentes

    Inquieto y deslenguado, «Cuto» fue abogado de Kirchner -no es poca cosa ser abogado de un abogado- y luego le cuidó la firma como subsecretario de Legal y Técnica, oficina en la que secundó al cordobés Carlos Zannini, con quien confrontó más de una vez.

    Este Moreno, menos conocido que el otro -con quien tuvo un cruce duro cuando el entonces secretario de Comunicaciones fue a defender el plan satelital- fue quien se sentó arriba del sello Frente para la Victoria en la provinciade Buenos Aires en nombre de Kirchner. Designado apoderado, tuvo a su cargo el control legal del frente kirchnerista en el principal distrito electoral. Con él y su reacciones intempestivas tuvieron que lidiar aspirantes a diputados y concejales de toda la provincia. A su paso, dejó un tendal de rencorosos.

    Ahora, lleva en su «sidecar» a Dante Dovena, un hombrón con fama de rapidez mental, pese a lo aplomado de su andar, se dedica a reconstruir lo que va pisoteando el Moreno que alguna vez fue jefe de Kirchner.

    Otro viejo conocido de Kirchner, Javier de Urquiza, subsecretario de Agricultura, se enardece con poco y se aficiona por el pugilismo sea con otros funcionarios -como con su odiado Campos meses atrás- o con productores que le hacen reproches, como ocurrióel fin de semana en ExpoChacra. Llegado de Santa Cruz, De Urquiza tiene algunas peculiaridades: proviene del radicalismo y fue militante rural en una organización que estaba ligada a la CRA de Eduardo Bussi, hoy por hoy, la mesa agropecuaria más crítica y rebelde a las disposiciones del gobierno. Menos explosivo que los Moreno, De Urquiza no duda en ejecutar el grito o saltear la discusión para amenazar, sin intervalos, a las trompadas.

    Hiperbólicos discípulos del Presidente, «guardia de hierro» propia, a los tres « matones» oficiales los hermana una señal estética, sintomática, que termina de adornar y coronar su condición de compadritos: portan ampulosos y policiales bigotes.
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