8 de enero 2023 - 19:29

Un condicionante a la política económica de Lula

En el intento de golpe de Brasil se mezclan no sólo posiciones reaccionarias de una parte de la dirigencia política, sino también una activa complicidad de la prensa hegemónica, las fuerzas de seguridad y hasta del poder judicial de ese país.

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Lo ocurrido en Brasil no tiene nada de anecdótico: se trató de un intento de golpe. Hace tiempo ya que una parte de la sociedad brasileña decidió exteriorizar, por derecha, las complejidades que anidan en su seno. Es la irrupción de conflictos que a todas luces no han merecido la atención necesaria, donde se mezclan no sólo posiciones reaccionarias de una parte de la dirigencia política, sino también una activa complicidad de la prensa hegemónica, las fuerzas de seguridad y hasta del poder judicial de ese país.

Hablamos de las hordas fascistas que, por ejemplo, llegaron a distintos puntos del Congreso en Brasilia procedentes del Cuartel General del Ejército, donde fue montado un campamento contra la llegada de Lula a la presidencia. Pero también otros tantos, cientos de ellos, que comenzaron a ingresar el Palacio del Planalto, sede de la Presidencia y hasta algunos rodearon el Palacio de Justicia. Sumado a ello, desde la noche del sábado llegaron a Brasilia numerosos colectivos procedentes de varios estados que no fueron controlados por la Policía Militar de Brasilia. Todo parece indicar que esto fue obra del secretario de Seguridad Anderson Torres, bolsonarista y ex ministro de Justicia de Bolsonaro.

Sería inocente soslayar un hecho relevante: días atrás, el líder de ultraderecha y ex presidente, Jair Bolsonaro, se negó a realizar el traspaso de mando a Lula Da Silva y se refugió en Estados Unidos. Allí, prometió a sus seguidores que aguardasen "novedades" inminentes. Una vez concretados los hechos, el presidente Lula Da Silva sostuvo que se trató de una reacción antidemocrática inédita en la historia del Brasil. Lo mismo señaló el presidente Alberto Fernández. Ambos mandatarios repudiaron los hechos y el brasileño decidió decretar la intervención federal.

Pero quizás conviene señalar además un hecho no menor: la visibilidad de lo sucedido en Brasil podría tener a un objetivo incluso más ambicioso: condicionar no sólo la agenda legislativa de Lula, sino también las ideas de reforma con carácter progresista que el flamante mandatario ha hecho públicas como parte de su proyecto de gobierno.

Por supuesto, implica necesariamente pensar en las conversaciones que el propio mandatario brasileño y su par argentino vienen sosteniendo con la finalidad de fortalecer la llamada “Patria Grande” y, por ende, la posición económica y financiera de la Argentina, registro que necesariamente debe ser contemplado como un contrapeso al señoreaje que usualmente suele esbozar el Fondo Monetario Internacional con los países deudores.

Adicionalmente, huelga apuntar que, en un año clave para las elecciones en la Argentina, la agenda de Lula para con Alberto Fernández incluye un fortalecimiento del comercio bilateral, la integración energética, una moneda común, todas iniciativas que podrían engrosar las aspiraciones del Frente de Todos.

Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, ya que 14% de las exportaciones de nuestro país tuvieron a ese país como destino en 2022. El dato fundamental es que la composición de ese comercio tiene una particularidad: una alta participación de manufacturas, es decir, un elemento fundamental en la generación de empleo de calidad en ambos países.

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