11 de diciembre 2023 - 00:00

Reunión de la Reserva Federal: déjalo ser. El aterrizaje suave en piloto automático

Powell consignará su previsión de no hacer más de dos recortes de tasa (de un cuarto de punto cada una) en 2024. Con la tinta fresca del informe de trabajo, todos saldrán satisfechos y nadie convencido.

Jerome Powell

Jerome Powell

La economía estornuda. El mercado de trabajo amaga que sí, pero no. Creó 199 mil puestos netos en noviembre, más que lo esperado y más que suficientes para asolearse y evitar un resfrío. La desocupación venía en alza y prometía llegar a 4%. Nada demasiado grave. No deja de ser el umbral de pleno empleo, según la métrica de la Fed. Y no ocurrió. Mermó dos décimas a 3,7%, su valor mínimo desde julio. La regla de Sahm, un aumento de medio punto porcentual desde el escalón más bajo en los últimos doce meses, no se verificó. No estamos pues en la antesala de una recesión. Y aun de haber cruzado el Rubicón, Claudia Sahm, quien identificó la regularidad estadística, está convencida de que esta vez es diferente. La encuesta de hogares revela la fortaleza subyacente en el mercado de trabajo, que se modera pero no se rinde. Allí surge una visión alternativa, la que explica la caída de la desocupación a 3,7%. El empleo habría registrado un salto de 747 mil, mucho más que en el informe a nivel de establecimientos. Y los desempleados se redujeron en 215 mil. ¿Qué mejor señal para el banco central que un recorte de la tasa de paro en el marco de un franco aumento de la participación laboral?

¿Y qué de las presiones salariales? No se trata de la fuente más apropiada para hacer inferencias, pero igual se la utiliza. A mediados del año pasado, con la inflación minorista en 9%, los salarios promedio por hora crecían a 6%. La Fed, enfrascada en la guerra de tasas a pleno, requería con urgencia una poda de la nominalidad. Pero había otro problema: la demanda excedente de trabajo necesitaba para cerrarse un avance de los salarios reales, y estos estaban cayendo. La comparación actual es el día y la noche. La inflación menguó casi a la tercera parte. El empuje salarial, un tercio. Y ahora sí los salarios reales crecen (y la productividad) y se acorta la brecha entre la oferta y la demanda de trabajo.

La Fed se reúne mañana. Acopió ya la información que precisa por su data dependencia (sumará además el primer vistazo a la inflación de noviembre). Su decisión se conocerá el miércoles. Y no habrá sorpresas.

¿Qué hará? Dejar todo como está, por supuesto. ¿Qué va a tocar? Si tiene por delante la postal del aterrizaje que anhelaba y parecía una quimera. Y por la que luchó desde que, con singular tardanza, comenzó a izar las tasas de interés de cero en marzo de 2022. Nada mejor que silbar bajito. Que se ocupe el piloto automático de llevar a la economía a la estación terminal donde espera la meta de inflación de 2%. No se ven obstáculos en pista. Tampoco el hielo de un súbito enfriamiento. Y en todo caso los mercados lo derretirán al calor de su fiebre galopante.

Jay Powell avisó, la semana pasada, que era prematuro apostar a una baja de las tasas de interés. Nos va a mostrar los planos del banco central, sus proyecciones económicas y un nuevo mapa de puntos. Como una imagen vale más que mil palabras, allí consignará su previsión de no hacer más de dos recortes de tasa (de un cuarto de punto cada una) a lo largo de 2024. Con la tinta fresca del informe de trabajo todos saldrán satisfechos y nadie convencido. Los mercados apuestan a no menos del doble. Saben sí que se resolverá sobre la marcha. En caso de emergencia, el botiquín acumula 550 puntos base de tasas, disponibles para despachar como ansiolíticos.

Wall Street atesora seis semanas consecutivas en alza. No trepa con más fuerza porque es la hora de un recreo aunque se demore el timbre. Así como la economía aterriza, los récords del 3 de enero de 2022 están al caer. Pudorosa, no empuja más alto todavía. Se expande a lo ancho, su talón de Aquiles. Ya no son siete papeles rutilantes, son más de setenta los que clavaron máximos anuales flamantes los últimos siete días. El Russell 2000, la canasta de las pequeñas compañías, y el convidado de piedra del festín, se plegó con entusiasmo a la caravana. Es cartón lleno. Si el Banco de Japón, el último mohicano, quiere subir sus tasas, que lo haga. Son las únicas aún por debajo de cero. No le quitará el sueño. Y muchas gracias Señor Ueda por la cortesía de haber esperado a que primero amainara la tormenta de las tasas largas.

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