23 de enero 2007 - 00:00

Fin del sueño chino: Argentina le comprará más de lo que le vende

En noviembre de 2004, cerca del comienzo de la gestión de Néstor Kirchner, visitó la Argentina el premier chino, Hu Jintao. Su objetivo era que el gobierno declare a su país «economía de mercado», cosa que logró rápidamente. A cambio de este peligroso anuncio, se dijo que China invertiría en seis años unos u$s 30.000 millones y que rápidamente se consolidaría como el principal socio comercial del país. Lo primero se desvaneció con el tiempo. Prácticamente, no hay proyectos serios, más allá de algún ferrocarril, que hablen de la llegada de dinero chino al país. Hasta se especuló con una ayuda para pagar deudas, lo que, obviamente, no ocurrió. Quedaba entonces la posibilidad de describir a China como un Estado que aportaba un saldo comercial favorable al país. Pero esto también entró en crisis. De un superávit de u$s 1.772 millones en 2003, el año pasado se pasó a u$s 523 millones y ya se anticipa que en pocos meses la situación se revertirá y la Argentina pasará a tener este año una balanza comercial negativa con China. Las exportaciones a ese mercado continúan sin tener mucho valor agregado y se concentran en soja con poco procesamiento, mientras que las importaciones abarcan desde artículos electrónicos hasta textiles, pasando por juguetes y herramientas. Esto quiere decir que se puede repetir el esquema que se sufre con Brasil, un mercado al que se le exportan productos con poco valor agregado, pero al que se le compran artículos industriales y con el que hay déficit comercial. Para peor, China siempre será menos flexible a las negociaciones que el país vecino.

Fin del sueño chino: Argentina le comprará más de lo que le vende
China fue durante los primeros años de la convertibilidad el mercado más expansivo para las exportaciones argentinas, y el que le permitió al país, vía retenciones a la soja, comenzar a recomponer su situación fiscal interna. Sin embargo, desde 2005 la situación comenzó a cambiar, el superávit pasó de los u$s 1.771 millones de 2003 a los u$s 500 millones del año pasado, y de continuar la tendencia actual, es posible que para julio haya déficit y que China se convierta a fines de 2007 en el segundo mercado importante para la Argentina, donde las importaciones superan a las exportaciones, luego de Brasil. La diferencia con el país vecino es que las negociaciones bilaterales son diferentes, y el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva siempre se mantuvo algo flexible para las relaciones comerciales bilaterales, algo que desde el Estado oriental nunca se logró.

Los datos anunciados ayer por el gobierno sobre la evolución de la balanza comercial de 2006 indican en el caso de China que las exportaciones crecieron 10% y llegaron a los u$s 3.676 millones. Esto indica que las ventas a ese mercado continúan creciendo y que no hay una baja en la demanda china de productos argentinos, especialmente la soja. El problema son las importaciones, que el año pasado subieron 39% y llegaron a los u$s 3.153 millones, lo que provocó que el superávit pasara de los u$s 1.021 millones de 2005 a u$s 523 millones de 2006. Para peor, la tendencia compradora local de productos chinos se aceleró en los últimos meses, especialmente en el caso de electrodomésticos, textiles y maquinaria, lo que provocaría, de continuar la tendencia, que en julio la balanza cambie de signo y ya en ese mes el resultado sea negativo para el país.

En diciembre, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía, había reconocido que las relaciones comerciales entre el país y China habían ingresado en «un curso de colisión». El funcionario había explicado que el problema del enrarecimiento de la situación había sido planteada en Pekín en setiembre pasado, durante un viaje oficial que la Cancillería hizo por China para discutir el comercio bilateral. El mensaje que se llevó a ese país fue que se necesitaría trabajar entre ambos países para que las compras de China incorporen más valor agregado y que se mantenga así la visión de ese mercado como «socio estratégico y confiable». De lo contrario, aseguraba Chiaradía, «la situación podría generar una sensación de que China amenaza el desarrollo local», como se vivió durante décadas en el país.

La intención del gobierno argentino es que China comience a comprarle al país productos con mayor valor agregado, en lugar del simple poroto de soja y sus derivados, commodity que representa más de 85% de las ventas locales al Estado asiático. Sólo logrando incluir exportaciones de aceite de soja o la prometida partida de lácteos, haría que la situación cambie. Sin embargo, por ahora, no hay órdenes de ese origen para estos productos argentinos.

  • Alternativas

    Si las negociaciones para que China compre más productos locales no tienen los resultados esperados, desde la Cancillería de Jorge Taiana y la Secretaría de Industria de Miguel Peirano, comenzaron ya a diseñarse las primeras medidas alternativas para enfrentar la situación. De lo que se habla, es de impulsar restricciones a la compra de aparatos eléctricos y artículos para el hogar provenientes de China, y que se ofrecen en los diferentes hipermercados y supermercados del país a precios menores a los fabricados en el país y en el Mercosur. Según la visión argentina, de efectuarse alguna investigación básica, se podría determinar que existe algún tipo de dumping. La misma situación podría generarse eventualmente en sectores como los juguetes, herramientas y, especialmente, los textiles, el sector donde más crecieron porcentualmente las importaciones de China a la Argentina.

    El problema que podría generar esta actitud, es que como contrapartida el mercado oriental, manejado por el sector público y no por la demanda privada, decida disminuir sus compras de soja a la Argentina, lo que provocaría una caída importante en las exportaciones locales y en los ingresos fiscales provenientes de las retenciones; que por otro lado fueron aumentadas 4% por parte del gobierno.

    Lejos están hoy los días en que China, megaanuncio oficial mediante, se convertiría en la meca para el comercio exterior argentino, y la tabla de salvación para la dependencia económica del país ante el mundo, FMI incluido. El 16 de noviembre de 2004, mientras visitaba Buenos Aires el presidente Hu Jintao, la Casa Rosada había presentado un plan de inversiones locales provenientes de China que llegarían a los u$s 20.000 millones en una primera etapa de cuatro años, más otros u$s 10.000 millones hasta 2010. En esos días hasta se hablaba de la voluntad del gobierno chino de hacerse cargo del pago de la deuda externa local, para que la Argentina pueda liberarse del FMI y de los acreedores privados. Hasta enero de 2007, ninguno de estos anuncios se concretó, y no hay noticias de inversiones más o menos serias por parte del gobierno chino. Esto ya se preveía hacia fines de 2005, pero quedaba la realidad de la relación comercial ampliamente favorable para la Argentina, con una balanza comercial positiva de no menos de u$s 1.200 millones anuales. Es posible que para fines de 2007 toda la estrategia oficial ante el Estado oriental cambie radicalmente, y no sólo no se hable de un inversor de privilegio sino que además se termine analizando la relación comercial con ese país como un serio problema.
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