Un ícono de la hotelería mundial, el New York Plaza Hotel -favorito de políticos y de estrellas de Hoolywood-, fue vendido a un empresario israelí que planea convertirlo en un apart hotel de superlujo. El precio que se comprometió a abonar Yitzhak Tshuva asciende a u$s 675 millones, que es más del doble de lo pagado en 1995 por el príncipe saudí Alwaleed bin Talal bin Abdul Aziz -sobrino del rey de Arabia Saudita y uno de los hombres más ricos del mundo-al magnate Donald Trump.
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La empresa El Ad, de Tashuva, pagará unos $ 839.000 por cada uno de los cuartos del histórico hotel inaugurado en 1907, lo que hace al precio el más alto por habitación en la historia de la hotelería (aunque no por valor total). Esto, según los expertos, es un indicador de que la industria está recuperándose, luego de la abrupta caída que sufrió como consecuencia de los atentados del 11 de setiembre de 2001.
El príncipe Alwaleed compartía la propiedad del Plaza con el fondo de inversión británico Millennium & Copthorne, especializado en negocios hoteleros. La operación del Plaza está en manos de la cadena Fairmont. El príncipe -sobrino del rey Fahd-es recordado en Nueva York por un incidente que protagonizó pocos días después de los atentados; donó u$s 10 millones para los familiares de las víctimas, pero, al momento de entregarle el cheque con el donativo al entonces alcalde Rudolph Giuliani, expresó fuertes críticas a la política estadounidense en Medio Oriente; «Rudy», casi de inmediato, devolvió el cheque y rechazó el aporte.
Por su parte, Tashuva -que tiene 56 años-nació en Libia y vivió sus primeros diez años en un campo de refugiados judíos, según reveló ayer el diario israelí «Maariv». El empresario de la construcción también es el representante para ese país de Ford Motor Co., y ha encarado numerosos negocios inmobiliarios en Estados Unidos y en Canadá, donde posee activos por varios miles de millones de dólares.
Según la prensa internacional, su plan para el Plaza es convertirlo en un lujosísimo apart hotel; en otras palabras, luego de reformarlo, pondrá en venta las habitaciones y a los nuevos dueños les ofrecerá servicio de hotelería (mucama, room service, conserje, etc.) de primera calidad. De hecho, el propio Trump había esbozado un proyecto muy similar cuando controlaba el Plaza, lo que provocó una ola de reacciones adversas por parte de arquitectos, ONG y políticos neoyorquinos. Tshuva deberá superar un escollo no menor: el Plaza está comprendido entre los «landmarks» ( edificios históricos) de Nueva York y no podrá ser alterado sin la aprobación de las autoridades municipales.
• Camino inverso
Curiosamente, la situación recuerda de algún modo lo sucedido con el Alvear Palace Hotel de Buenos Aires, pero por recorrer el camino inverso. En la década del ochenta (cuando «nadie» viajaba a la Argentina y parecía no haber lugar para un «cinco estrellas de lujo» en el mercado), el Alvear se loteó, y sus habitaciones se vendieron. Un empresario proveniente del sector cosméticos, David Sutton, fue recomprando los cuartos y, con una fuerte inversión, lo puso en valor y lo convirtió en una de las propiedades más buscadas del país. Sin embargo, más de una década después de su ingreso en el Alvear, todavía quedan propietarios que se niegan a vender sus habitaciones.
A pesar de su valor histórico, el Plaza habría perdido el año pasado cerca de u$s 2 millones, y es un hecho que requerirá un fuerte influjo de fondos frescos para volver a su pasado esplendor. En su mejor año (el 2000), el Plaza registró una utilidad superior a los u$s 40 millones.
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