27 de julio 2001 - 00:00

"Actuar en más de una obra permite variar de fantasma"

Ana María Castel.
Ana María Castel.
"La mujer en el auto" es la primera obra del dramaturgo austríaco Felix Mitterer que se conocerá en Buenos Aires. Dirigida por Teresa Sarrail, la pieza subirá a escena mañana en el teatro Del Sur (Venezuela 2255), con un elenco integrado por Ana María Castel, Jorge Varas, Roberto Municoy, la misma Sarrail, Luis Dartigue-longue, Uki Cappellari y Eduardo Antonini, entre otros. La obra está basada en un hecho real protagonizado por una anciana que, luego de ser víctima de un injusto desalojo por parte de su hijo mayor, decidió «resistir» en la calle refugiándose en el auto de otro de sus hijos.

Su nombre era Emma Lamprecht, y la talentosa actriz Ana María Castel (a quien se vio en «Presente vuol dire regalo», con dirección de Roberto Villanueva, y sigue protagonizando «Las sillas» en el Teatro del Pueblo) es ahora la encargada de darle vida en la ficción.

Periodista: Háblenos de la obra.

Ana María Castel: Cuenta el autor que estando en un festival de teatro en Austria, en donde acababa de presentar una obra muy polémica, se le acercó un espectador para decirle: «Esto no es nada al lado de lo que ocurre en la calle. Usted tiene que venir a ver lo que pasa en la vida real, tiene que enterarse de lo que le sucedió a mi madre».

Mitterer va a ver a la mujer, y ella, que seguía instalada en el auto de su hijo menor, le pide que escriba sobre su caso. Pero él le responde que el arte y la creación están para otra cosa. Sólo atina a enviarle una carta al gobernador y nada más. Al tiempo, se ve que algo de esto quedó en un rinconcito de su alma y decide escribir esta obra.

P.: ¿Cuál es el valor dramático de este episodio real?

A.M.C.: La obra está excelentemente escrita, tiene una estructura muy potente, y sus personajes son ricos y complejos. Es una historia sobre la injusticia y la desidia del poder en la que se destaca la admirable resistencia de una anciana que, pese a todo, no se deja avasallar. Yo creo que en esta mujer está condensado un modo de lucha que es muy femenino, porque rompe con todos los esquemas. A ella la echan de la casa por la fuerza policial y tiene la entereza de pasar todo un invierno dentro de un auto estacionado en la calle con temperaturas de 18 grados bajo cero. Cuando el hijo menor le pregunta desesperado: «¿Qué pensás?», ella responde de un modo simple y concreto: «Yo no pienso nada, de acá no me muevo». No es una ancianita buena, se trata de una mujer muy fuerte que puso ladrillo sobre ladrillo para construir su casa. Esa casa es ella misma.

Poder

P.: ¿A qué se refiere con eso de «un modo de lucha femenino»?

A.M.C.: Yo pienso que a las mujeres sólo nos dejan llegar al poder como hombres, si no, no nos dejan, porque les provocamos pánico y desorientación. No nos quedamos pegadas a lo instituido, podemos disparar para cualquier lado. Las mujeres no entramos en el mundo masculino, sino que más bien desarticulamos los acuerdos que pactan los hombres. Mujeres como Antígona, las Madres de Plaza de Mayo o Emma Lamprecht siempre responden desde un lugar muy concreto.

Esta humilde campesina vive una tragedia, pero ella es tan fuerte que no nos transmite ese clima. Es capaz de escri
birle al gobernador: «Yo, al lado de ustedes, soy la Virgen María», y luego firmar: «Emma Lamprecht, la Virgen María», con lo que, desde luego, provoca un escándalo, pero ella sólo dice: «Yo escribo como pienso». P.: Sus dos últimos papeles también tuvieron que ver con mujeres de fuerte personalidad ¿Encuentra algún punto en común entre ellas?

A.M.C.: En «Presente vuol dire regalo», hice a una viejita muy angelical que vivía en un geriátrico; en «Las sillas», interpreto a una madre muy narcisista y manipuladora; y ahora, paralelamente, incorporo a esta Emma Lamprecht. Pero creo que los tres personajes son muy diferentes entre sí, cosa que me encanta. ¡Ah, yo amaría hacer teatro de repertorio! Te sacás la ropa de un personaje para ponerte la de otro, y eso es algo que, además de enriquecerte, te alivia mucho, porque cuando pasás de un personaje a otro también podés cambiar de fantasma.

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