25 de junio 2007 - 00:00
Arte de Lichtenstein une en París pasado y presente
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«Atelier de l’artiste» de Roy Lichtenstein, que integra la muestra «Evolución» en la Pinacoteca
de París.
Atentos a la atracción que suscita el arte contemporáneo, los franceses buscan ganar posiciones y para lograrlo, acaban de inaugurar la Pinacoteca de París con la exposición «Evolución» del pop estadounidanse Roy Lichtenstein. Ubicada frente a la iglesia de La Madeleine, la Pinacoteca ocupa 2000 metros que pertenecían a la bodega del almacén de comidas Fauchon que linda con la galería.
La muestra de Lichtenstein tiene aspectos en común con la que el año pasado presentó el Malba en Buenos Aires, y revela el origen del proceso creativo a través de bocetos, dibujos, collages y maquetas, pinturas y esculturas. Pero en este caso, permite descubrir la relación que establece el artista con Monet, cuando se apropia de ese clásico de la pintura francesa que son los «Nenúfares» y los pinta en grandes planos, con el punteado propio de la obra gráfica, recurso utilizado para conformar la sombra que define su estilo inconfundible.
La exhibición destaca las eruditas citas de Lichtenstein de las estampas japonesas que inspiraron a los pintores impresionistas, o el modo en que distorsiona los típicos rostros de sus jovencitas con el estilo cubista de Picasso, hasta que se parecen al de Dora Maar. Luego, queda en evidencia la gracia con que monta el busto de un personaje de la cultura popular americana como el Pato Donald sobre un pedestal, parodiando los solemnes bustos que pueblan los palacios de Francia. En esta misma línea se apropia de «La danza» de Matisse y cuelga la célebre pintura en un living.
Así, su serie de bañistas reitera uno de los temas favoritos de Cézanne; unos desnudos tienen como fondo las pirámides de Louvre, y la muestra se cierra con una imponente pintura que retrata el grupo escultórico Laocoonte, botín de guerra de Napoleón que fue devuelto al Museo Vaticano. En suma, toda una gira por las reliquias de Francia, que el norteamericano usa como un ready made, como algo prefabricado. Bajo esta óptica, funde la cultura alta con la baja, el comic y las cuestiones más triviales de la vida tienen el mismo rango que las obras maestras del arte.
«En cierto modo, un cuadro de Picasso ha pasado a convertirse en un lugar común», señala Lichtenstein en una entrevista, y agrega que al convertirlo en obra propia mediante el empleo del contorno lineal y la trama de puntos «lo único que yo quiero hacer es una especie de Picasso para todo el mundo, algo que parezca un malentendido que, sin embargo, tenga su propio valor». A la desacralizante visión de Lichtenstein, París suma la conmoción que provoca la instalación del alemán Anselm Kiefer, el primer artista contemporáneo a invitado a intervenir con sus obras el Grand Palais.
En estos últimos años, cuando los museos, con sus espectaculares arquitecturas y montajes de las colecciones resultan tanto o más convocantes que las obras, París abrió el Quai Branly. Bajo la sombra de la torre Eiffel, en un edificio que lleva la firma de Jean Nouvel, el Museo de las Artes y Civilizaciones de Africa, Asia, Oceanía y las Américas, abre paso a las culturas diferentes.
Cuesta creerlo, las colecciones son imponentes, pero el Sur de Latinoamérica se vislumbra desde acá como un territorio casi inexplorado.
A.M.Q.
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