Presentación de «Alivio de luto». J. Sabina (voz, guitarras). Con A. García de Diego (guitarra, teclados, voz), P. Varona (guitarra, bajo), O. Román (teclado, voz, coros) y P. Barceló (batería). (Teatro Gran Rex, 14 de marzo.)
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Llama la atención, aún en el seno del negocio de la música, el fenómeno desatado en Argentina -y fundamentalmente en Buenos Aires- por Joaquín Sabina. No hace tanto tiempo que el cantante vino por primera vez a nuestro país. Es cierto que, desde un comienzo, estableció una afinidad muy fuerte con el público local, tanto que él mismo bromea con que acá lo llaman «gallego» y el Madrid le dicen «el flaco argentino». Pero hasta antes de los problemas de salud, que lo mantuvieron un largo tiempo alejado de escenarios y estudios, eran habituales sus visitas y hasta se lo podía ver comiendo solo -sin que nadie lo interrumpiera- en alguna pizzería de la calle Lavalle.
Su repertorio, apoyado musicalmente en el pop, en el rock blando y en el territorio de los cantautores, sus letras que hablan de vicios, amores fugaces y compromisos por pocas horas, y su cercanía con cantantes y músicos argentinos, como el Polaco Goyeneche, Juan Carlos Baglietto, Charly García o Fito Páez, lo convirtieron en un personaje familiar. Y, a la hora de la enfermedad, todos sufrieron; tanto, que al regreso se lo estaba esperando con los brazos abiertos. Y claro, su nuevo disco se vendió también como pan caliente.
Con este antecedente, el nuevo debut del cantante en el Gran Rex se pareció más a una cancha de fútbol, con gritos tribuneros y festejos emocionados, que a un recital convencional. Incluso, Sabina debió hacer su primer tema, «Amo el amor de los marineros», en medio de una ovación que prácticamente no permitía escucharlo. Seguramente, esta efusividad se repetirá en los siguientes siete Gran Rex y en sus presentaciones de Córdoba, Rosario y Mar del Plata, ya con todas las localidades agotadas.
Para este regreso, y con nuevo disco («Aliviode luto»), el español eligió un formato camarístico, semi acústico, tal como habían sido sus anteriores presentaciones argentinas en la misma sala. Y se acompañó con sus viejos y leales compañeros Antonio García de Diego, Pancho Varona y Olga Román, a quienes otorgó mucho protagonismo. Hizo unos pocos temas de su último álbum -«Pájarosde Portugal», «Pie de guerra», «Resumiendo»- y recitó algunos textos escritos para la ocasión.
Pero, para solaz de su «hinchada», que ha sumado a muchísimos jóvenes, prefirió volver sobre sus canciones más conocidas. Así a lo largo de más de dos horas pasaron títulos como «Ahora», «Con la frente marchita», «Nos sobran los motivos», «¿Quién me ha robado el mes de abril?», «Conductores suicidas», «Una canción para la Magdalena», «Dieguitos y Mafaldas», «Peor para el sol», «Contigo», «Calle Melancolía», «Y nos dieron las diez», «19 días y 500 noches», etcétera. Y la felicidad fue completa, para músicos y público; aunque cueste entender esta locura que llega con algo de retraso, aún cuando no estamos frente a un Sabina en plenitud.
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