27 de septiembre 2001 - 00:00
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Federico Olivera y un teatro a pura fuerza y sangre
«Ugnies Veidas» tiene por protagonista a Kurt, un joven que lee a Heráclito, está enamorado de su hermana y fabrica bombas caseras. Cuando la chica se deja seducir por Paul, un motociclista de mayor edad, Kurt empieza a prender fuego por todo el vecindario. Y sus padres, aunque afectuosos, están demasiado confundidos como para poder ayudar a sus hijos. Lo que hace que el conflicto termine estallando dentro de la misma familia. Dialogamos con él:
Periodista: ¿Por qué su obra tiene fama de tan perturbadora?
Oskaras Korsunovas: Porque hay un malentendido fatal entre padres e hijos que se convierte en una guerra abierta, donde no hay nadie que tenga la razon ni que esté equivocado. Frente al amor incestuoso de sus hijos los padres no saben qué hacer. Lo perturbador de esta obra es que trata de una familia como cualquiera, en la que de repente ocurre algo para nada normal y sin motivación alguna. Por esa razón es imposible encontrar una solución y todo termina en una catástrofe familiar. La obra refleja la sociedad actual, por eso el público termina reconociendo los conflictos que hay en ella.
P.: ¿Hubo alguna reacción hostil por parte del público?
O.K.: En Lituania y también en el Festival de Avignon en Francia tuvimos un encuentro muy interesante con el público. La gente necesitó hablar con ellas los padres se oponen a que los hijos se amen. Claro que aquí es peor porque se trata de un amor incestuoso.
P.: ¿Cambió mucho la manera de hacer teatro tras la disolución de la Unión Soviética?
O.K.: Yo pertenezco a una generación que creció y se educó en pleno régimen soviético, pero apenas me gradué en la Universidad todo cambió. Hubo una gran renovación de valores y sistemas. Alguna gente cambió de profesión, otra emigró... fue una época muy extraña. Yo, por ejemplo, empecé a ensayar mi primera obra en un país y terminé estrenándola en otro, porque apenas unos días después del debut se proclamó la independencia de Lituania.
P.: ¿En qué se benefició el teatro con la caída del viejo régimen?
O.K.: En los tiempos soviéticos el teatro tenía un lugar muy importante en la sociedad por que constituía una especie de resistencia espiritual contra el régimen. En cierto sentido, representaba también a algunas instituciones que estaban prohibidas o demasiado controladas como la Iglesia. Había tanta censura en la Unión Soviética que los artistas debían utilizar un lenguaje muy metáforico. Y la audiencia sabía que lo que se mostraba en escena siempre tenía un significado doble o una segunda intención. En esa época el teatro fue muy popular, la gente sacaba tickets con varios meses de anticipación. Después fue ocupando un lugar diferente en la sociedad, tal vez menos importante. Siempre es más difícil encontrar un tema candente en donde ya no hay prohibiciones. El teatro siempre tiene que encargarse de los temas prohibidos, de hablar de lo que no se habla, sino corre el riesgo de desaparecer. Nosotros, al menos, estamos intentando crear un teatro así.
P.: ¿Qué público lo sigue en Lituania?
O.K.: En la sociedad lituana cambiaron muchas cosas pero en el teatro no tanto. Todavía se conserva una estructura muy antigua y los subsidios apoyan fundamentalmente a los teatros estatales.
P.: Pero usted hace dos años que tiene compañía propia.
O.K.: Yo empecé a recibir apoyo del estado en mis últimas producciones, pero también me ayudan las coproducciones, el ser invitado a festivales muy prestigiosos y las recaudaciones de boletería, porque también hacemos mucho teatro en Lituania. No queremos convertirnos en una compañía que sólo vaya a festivales nos interesa mantener nuestro público local, que en su mayoría son jóvenes de 25 a 30 años, como nosotros. Lo cual es una novedad, porque en Lituania sólo iba al teatro la gente mayor.
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