14 de junio 2007 - 00:00

Estupendo documental sobre un claro ejemplo de desidia

El muy buen documental de Lorena Muñoz tiene una notable y muy variadarecopilación de material de archivo, una fotografía que rinde homenaje a lospintores convocados y una acertada lista de entrevistados.
El muy buen documental de Lorena Muñoz tiene una notable y muy variada recopilación de material de archivo, una fotografía que rinde homenaje a los pintores convocados y una acertada lista de entrevistados.
«Los próximos pasados» ( Argentina, 2006, habl. en español). Dir. y guión: Lorena Muñoz. Documental.

Ya el título mismo de este hermoso documental de Lorena Muñoz anticipa su estilo, que llega a cierto nivel poético, y su sentido, que es de casi resignada advertencia: hay entre nosotros unas cosas valiosas que muy pronto entrarán en el pasado. No sólo una pintura de David Alfaro Siqueiros que se está arruinando en un depósito, sino también otras, como el propio recuerdo de esas cosas.

El trabajo, exhibido e insuficientementepremiado en el Bafici del 2006, investiga creación, traslado y cercana pérdida del famoso mural que pintó Siqueiros en el sótano de la quinta «Los Granados», que tenía Natalio Botana en Don Torcuato. Para quien llegó tarde a la Argentina: Botana fue el arriesgado creador del formidable diario «Crítica», el Rey Bandido del que hablaba García Lorca con agradecimiento, notable empresario y bon-vivant que invitaba a festicholas, evocadas por otro bon-vivant de menos bolsillos, el impagable Roberto Talice, en su libro de recuerdos «300.000 ejemplares por hora». Y Siqueiros era, ya en ese momento, uno de los más grandes artistas plásticos de Latinoamérica, un comunista mexicano refugiado en Argentina, y, también, un enamorado de la mujer que lo estaba acompañando, y a la que Botana ya le había echado el ojo. ¿Suficiente para hacer una película?.

Llevado por las circunstancias, el artista toma como colaboradores nada menos que a Berni, Castagnino y Spilimbergo, y hace una creación singularísima, un experimento que se adelanta a su época, pero que pronto será, por sus imágenes, una obra vergonzosa para los siguientes moradores del lugar, y al cabo del siglo terminará siendo asimismo un ejemplo claro de desidia gubernamental en materia de cultura, y un caso testigo en la vigente discusión sobre los límites del derecho privado en materia de obras de valor universal.

«Los próximos pasados» rastrea lo que pasó con esa obra, emplea una interesante maqueta para darnos una idea de cómo pudo hacerse un mural en un sótano abovedado, y cuáles eran sus figuras, atiende las especulaciones de pintores y novelistas, registra las explicaciones de críticos y técnicos, y vuelve, muy bien acompañada, al lugar donde estuvo la quinta, para descubrirnos esos años '30, cuando el país era otro, y ahí, cerca del criadero de faisanes, el artista se dormía junto a su mujer amada (que ya para entonces empezaba a ser también la amada del mecenas). Y descubre además, como una ironía de estos tiempos, lo que pasó con los espacios públicos que los viejos muralistas reclamaban para el arte popular, y hoy se usan, en el mejor de los casos, para el arte publicitario.

En ése y otros aspectos, el documental se emparenta con otro muy bueno que Muñoz había hecho con Sergio Wolf, «Yo no sé qué me han hecho tus ojos», sobre el misterio de la cantante Ada Falcón, que en pleno éxito se escondió para siempre en un convento, pero el trabajo de ahora es todavía más bueno. Sólo caben elogios para la fotografía que rinde homenaje a los pintores convocados, el guión y la edición que orientan al espectador por los diversos caminos propuestos (por algo aparece el registro de un hombre desmalezando el acceso a la quinta), la música que nos sumerge en el misterio y la nostalgia, la notable y muy variada recopilación de material de archivo, que incluye la propia voz de Siqueiros, y la grata selección de entrevistados, desde Alvaro Castagnino, siempre de buen humor, hasta el ingeniero que hizo posible un traslado imposible y terminó estafado.

Hacia el final, el espectador puede sentirse casi como los obreros del subte de «Fellini-Roma» que descubrían unos frescos del Imperio Romano y casi de inmediato los veían desvanecerse al contacto con la luz. También puede sentir que acaso la película tiene unos minutos más de la cuenta. En compensación, y en mayor grado, también tiene mucho interés, belleza, y razón de ser.

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