Exasperado ante semejante acoso e incapaz de sustraerse al juego casi sádico de su interlocutor, Antonio pone fin a la situación de la manera más cruenta.
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En el siguiente sketch, «Caminos indirectos», se lo ve acompañado por otro empleado ( Hernán Bongiorno) tan molesto como el anterior, ya que entre otras cosas, tiene la manía de «irse por la tangente» y de no responder a ninguna pregunta en forma directa. Una vez más, Antonio está a punto de estallar, pero logra controlarse a tiempo. Se ha dado cuenta de que su interlocutor es incapaz de abandonar ese juego maníaco y entonces decide participar de él transformando su bronca en picardía.
«Razones de espacio» cierra el espectáculo con una historia centrada en la posesividad del amor, cuya acción se desarrolla en un ambiente mucho menos realista. Los personajes viven ahora en la columna (un muy sugerente dispositivo escenográfico) y se desplazan por ella con movimientos acrobáticos. Lamentablemente este recurso no llega a integrarse a la acción dramática y sólo contribuye a desdibujar el curioso triángulo amoroso que plantea la pieza.
La directora Helena Tritek es una magnífica traductora de imágenes poéticas pero, en este caso, no logró imprimirle al material la magia necesaria. Aún así y en líneas generales «En la columna» propone un interesante acercamiento a conflictos que siguen dando pie a inagotables disquisiciones filosóficas.
La autora prefirió ponerlos en acción a través de gente sencilla, muy preocupada por su subsistencia y sin espacio para grandes especulaciones, pero presa de las mismas contradicciones que cualquier intelectual. Sartre decía que la mirada del otro, al enjuiciar nuestros actos, nos roba la capacidad de decidir nuestra identidad, y Gambaro, con su peculiar estilo, logró hacerse eco de esta cuestión a través de tres piezas livianas, graciosas y de neto corte popular.
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