1 de octubre 2001 - 00:00

"Ginastera fue un maestro que debe ser reverenciado"

Luis Ascot.
Luis Ascot.
(28/09/2001) El próximo lunes, en el Teatro Colón, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires será dirigida por Arturo Diemecke en un concierto que incluirá la «Patética» de Tchaicovsky y el concierto Nº 1 para piano y orquesta de Alberto Ginastera. Por varias atendibles razones la gran Martha Arge-rich cambió este concierto por el de Tchaicovsky para su próxima presentación en el Carnegie Hall. Dialogamos con Luis Ascot, que tocará el temido concierto del compositor argentino más conocido en el mundo musical. Luis Ascot lo ejecutará aquí tal como lo hizo en las principales salas el mundo.

Periodista: Cada pianista antes de abordar el Concierto de Ginastera pasa por un estrés y lo vive como un gran compromiso. ¿Qué tiene de terrible ese concierto?

Luis Ascot: Que cada compás es un problema técnico diferente. No digo comprenderlo, porque para un argentino comprenderlo va dentro de nuestra naturaleza, pero realmente Ginastera en esta obra combinó las dificultades técnicas al máximo, inclusive cosas que son prácticamente imposibles de hacer. Yo que lo he frecuentado, visitado y hablado mucho con él, en ocasión de mi primer abordaje de su obra, aquí en Buenos Aires -que fue en el año '79, con el fallecido Juan Carlos Zorzi-, encontré dos pasajes que mi mano, a pesar de que es bastante grande, amplia y elástica no podía realizar y entonces él mismo con un lápiz, tachó de la partitura una de las notas.

Todavía conservo esa partitura corregida por él, mientras me decía «sí, sí, sí estuve malo en este lugar». Se dio cuenta cuando me senté al piano y le dije «yo esto no lo puedo hacer, es necesario que haya algún cambio, porque a mi mano no le da a pesar de haber estudiado hasta el cansancio, si llego a este punto es porque realmente no lo puedo hacer», y él reconoció que era algo imposible. Aparte, hay que tener un entrenamiento antes de tocarlo, que es casi de estado atlético porque exige muchísima fuerza.

Es un concierto vertical, la mano cae sobre el teclado directamente y es casi siempre en el mismo sentido; la fuerza que se desarrolla en los dedos es muy grande y hay que estar en buen estado físico y muscular, para poder ir del comienzo hasta el fin sin tener, naturalmente, grandes problemas. En síntesis, es uno de los conciertos más difíciles del siglo XX, también uno de los más bellos. Indudablemente, yo tengo un cariño por él inmenso, lo he hecho muchas veces en diferentes partes del mundo: en Europa, Canadá, EE.UU. y en la Argentina muchísimo y cada vez voy más adentro, al interior, me doy cuenta que hay que reverenciar al maestro como una de las figuras principales, no sólo de nuestra música, sino de la música del mundo; debe estar al lado de Stravinsky, Prokofiev y otros grandes compositores.

P.: Cuando toca con orquestas extranjeras, ¿es un problema para ellos entender la rítmica de origen criollo?

L.A.: Sí, sobre todo en el último movimiento que es un malambo final, que es definitivamente un malambo y es un poco complicado. Si se hace con mucho ritmo y fuerza interior y al mismo tiempo con un relax, si uno hace todo eso es que está compenetrado, que tiene el ritmo justo, que los músculos funcionan y de repente hace, como si no hiciese nada, en ese momento fluye el ritmo que debe ser, ése creo que es el secreto de tocar Ginastera interpretándolo como si hicieses música romántica, no como música contemporánea. No hay que tocar las notas en una forma agresiva, hay que tocar las notas con un inmenso cariño y con poder de seducción en el interior del discurso que él plantea, pero siempre desde un punto de vista romántico, porque era un profundo romántico.

Secretos

P.: Además de estas indicaciones de digitación para facilitar su ejecución, ¿Ginastera le dio personalmente algún otro secreto para abordar este concierto o alguna de sus obras?

L.A.: Secreto no, me parece que aceptaba mucho las inter-pretaciones que también le proponían los intérpretes. En un cierto momento en su Sonata, yo empezaba el último movimiento «piano», porque salíamos del tercero que se acaba en un pianísimo, lo hacía casi sin querer, normalmente me salía así y él había escrito «fuerte» y escuchándome me dijo: «Me parece formidable que empieces 'piano', no se me había ocurrido, si alguna vez hago una revisión de esto voy a escribir 'piano' porque el efecto es mucho mayor que si uno comienza fuerte». Naturalmente, nunca revisó la Sonata, pero aceptaba las cosas que uno hacía, a veces daba imágenes, decía «esto me gustaría que sea algo brillante, como una cascada de notas al estilo romántico.»

P.: Hemos leído afirmaciones del mismo Ginastera, diciendo que usted era uno de los grandes intérpretes de su concierto en el mundo. Esta afirmación ¿lo compromete o lo tranquiliza?

L.A.: Esa afirmación es un elogio demasiado grande para mí, yo los elogios los acepto pero no los creo. No me crea una responsabilidad, porque la responsabilidad la tengo en mi cariño por el compositor, para respetarlo siempre, toda la vida; Beethoven no me dijo una cosa semejante y yo toco Beethoven con el mismo respeto que toco Ginastera. Lo considero como un elogio, pero no lo creo. De todas formas, cada vez que lo toque, iré hasta el final de mis fuerzas, hasta el final de mi vida si es necesario para defender la obra que estoy haciendo, en este caso es Ginastera, pero puede ser otra también.

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