21 de agosto 2001 - 00:00
"Jamás nos gustó que nos llamaran un grupo 'under'"
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«El arreglo fue que nosotros construíamos la sala y por dos años la utilizábamos, después le pertenecerá al Centro Cultural Recoleta. No hay en la Ciudad espacios que no sean a la italiana, donde se puedan sacar las butacas y el escenario, con capacidad para 700 personas», explica Baldinu, quien luego de dirigir a De la Guarda en Londres, Las Vegas y Nueva York, entre otras ciudades, vuelve Buenos Aires, despojado del mote de «under» que, reconoce, siempre le pesó.
Periodista: ¿Tuvieron que hacer concesiones a los productores que los contrataron en el exterior?
Pichón Baldinu: Siempre manejamos nuestra propuesta artística hasta que le llegó a gente que se interesó en nuestro show. Hicimos un management para dirigir el grupo hacia la posibilidad de entrar en el mercado americano, y tuvimos que cambiar nuestra manera de funcionar para ingresar en ese mercado y para que los productores siguieran interesados. Logramos que nuestra marca fuera cada vez más poderosa y llegara a más lugares.
P.:Ya está hablando como un experto en marketing.
P.B.: Bueno, antes funcionábamos en un mercado artístico cercano al de los festivales. Pero en Nueva York ingresamos en un mercado comercial que compite con los 300 shows que hay para ver en el circuito off Broadway.
P.: ¿Cómo trabaja con los performers internacionales?
P.B.: Se los contrata por el período que se hace el show, se arma una compañía y viven juntos. Mezclar un italiano con un neocelandés, una china con un francés, más un par de americanos logra una mezcla interesante. Cuanto más mezcla haya, más rico el capital cultural que hay en un actor.
P.: O sea que Villa Villa conoce sería un show globalizado.
P.B.: En realidad, el show es local; su base, la manera de dirigir, la música, la iluminación. El espectáculo sale de acá pero es un show que tiene un lenguaje universal y eso es lo que le dio salida al exterior y éxito. No se limita a una lengua ni a códigos específicos de una cultura. Es un show occidental y no sé qué pasaría si lo hacemos en China, donde tenemos algunas ofertas.
P.: ¿Lo adecuarían para los códigos orientales?
P.B.: No, trataríamos de entender qué cosas nos puede dejar la experiencia de hacer el show con el público de allá. De todas maneras el show está cerrado en su guión, lo que hicimos últimamente es un final nuevo.
P.: ¿Ese final se estrenará acá?
P.: ¿Siente que se los valora más ahora que triunfaron en el exterior?
P.B.: Hay un valor agregado. Nuestra obra siempre fue catalogada de «under» pese a que nos matábamos para ser populares y masivos. No nos gustaba para nada la etiqueta del «under» porque implica ser para unos pocos, original sí, raro sí, pero no masivo. El «under» no es una calidad artística sino un estado artístico, no deja encajar en ningún lado porque no tiene lugar.
P.: El público que convocan tampoco es del todo «under».
P.B.: Buscamos la mezcla para todo tipo de gente y para todo tipo de edades. Muchos de los que vienen a ver «Villa Villa» no van al teatro y provienen más bien del rock. Otros son público de teatro clásico, o de teatro intelectual, o comercial. Y a ese público nos interesa agarrarlo del corazón y exprimirle las emociones.
P.: ¿Villa Villa pretendió venir a llenar a principios de los '80 ese vacío de «fiesta callejera»?
P.B.: En esa época la única fiesta que quedaba en la Argentina era el fútbol, donde de alguna manera siempre se quiere asesinar al otro. Vimos que no había ningún espacio que conglomerara la celebración, donde la gente fuera a divertirse, a exponerse con otra gente. Eso es lo que pasa en el show y en otros países, la gente no tiene ningún libro que le explique lo que es Villa Villa. Va y lo experimenta.
P.: ¿Cómo los afecta la realidad argentina cuando están en el exterior?
P.B.: Es otro mundo. Cuando uno toma el remise a Ezeiza con piquetes en el medio, se deja la Argentina y se entra en Estados Unidos, un país que funciona bárbaro. En Nueva York nadie asalta, todo el mundo tiene trabajo, hay plata, alquilar un auto no cuesta nada, al igual que la nafta. Y uno se agarra la cabeza porque cuando vuelve a la Argentina vuelve a la realidad. Allá estamos de visita.
P.: Sin embargo pueden sentirse privilegiados. Recibieron 300 mil dólares de parte del Gobierno de la Ciudad para construir una sala, llamada Villa Villa.
P.B.: Nosotros llevamos la propuesta y ellos la recibieron con los brazos abiertos. Creo que dieron un apoyo muy grande, en una sala que tiene importante capacidad eléctrica, acustizada e insonorizada con tratamiento especial, un techo especial para que se cuelguen seis actores de un punto, y demás cosas. Y se hizo en un tiempo récord.
P.: ¿Es cierto que el Gobierno porteño les solicitó cobrar precios más populares una vez por semana y ustedes se negaron?
P.B.: No, de hecho los miércoles cobramos 15 pesos. Ocurre que esto es un espectáculo con una inversión de 450 mil pesos, además de los 250 mil dólares que pusimos en la sala, y tratamos de poner la entrada más barata que nos permitiera recuperar el dinero que invertimos. Sabemos que lo de la sala fue un riesgo pero lo preferimos antes que actuar en una carpa nuevamente, donde en definitiva se paga un alquiler y, cuando uno se va, ese espacio sigue siendo el patio trasero que era antes.
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