26 de julio 2006 - 00:00

Kagel: "No conviene dar a los espectadores solamente bombones"

Mauricio Kagel: «Hace 35 años que no veníaa la Argentina. La verdadera revelación hasido para mí el interés de la gente por mi música».
Mauricio Kagel: «Hace 35 años que no venía a la Argentina. La verdadera revelación ha sido para mí el interés de la gente por mi música».
De pie, el compositor de fama internacional Mauricio Kagel se asemeja a un faro. Y algo de eso hay en su personalidad. Argentino, a punto de cumplir 75 años en diciembre, está siendo homenajeado por el Centro de Experimentación del Teatro Colón, junto con otras instituciones, con un festival de sus obras que se desarrolla en diferentes ámbitos de la ciudad. Hace 35 años que Kagel no venía al país.

Mañana, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, con la dirección del mexicano Arturo Diemecke, tocará dos obras de Kagel, y desde el 26 hasta el 30 de julio en el Teatro Margarita Xirgu, sede provisoria del CETC, se estrenará «La rosa de los vientos», otra de sus creaciones. Dialogamos con él:

Periodista: ¿Por qué se fue usted de Buenos Aires? Leí hace un tiempo que usted había dicho que extrañaba el olor de la ciudad.

Mauricio Kagel: Lo que dije fue que extrañaba el perfume. Creo que es mucho mejor decir el perfume que el olor... Me fui porque en ese entonces yo quería hacer música electrónica y no había un estudio aquí. Entonces me fui a Colonia, Alemania, donde estaba el estudio más avanzado de Europa.

P.: ¿Y suele hacer visitas de las que no nos enteramos?

M.K.: No, nunca vine, y tampoco me buscaron. Yo tenía mucho que hacer y recibía invitaciones de todo el mundo; luego la situación se estabilizó, y hubo una especie de nocomunicación con la Argentina.

P.: ¿Cuál es el lugar de la música contemporánea en este tiempo?

M.K: Mire, la música contemporánea en Europa es muy fuerte, posee sus cenáculos, su público. También en Estados Unidos hay cierto público para el que se la cultiva, pero siempre hay que seguir iluminando, siempre tratando de hablar con el público, y aquí la verdadera revelación ha sido para mí el interés de la gente por mi música.

P.: ¿Usted piensa que sumando a la música otros elementos, ya sean de las artes plásticas o del cine, o del teatro, la música gana en su significación?

M.K.: Puede ganar en diálogo con otros medios, pero también puede perder. Yo creo que no hay ninguna fórmula que asegure eso. Hay mixturas muy interesantes, obras en las que intervienen el video, el film y la música, pero yo creo que nunca se puede asegurar el resultado. Depende de la habilidad, de la concepción, de la estructura, de si el compositor le da a las cosas el sentido apropiado. Nunca hay que olvidar la densidad del mensaje. Creo que el diálogo no está prohibido pero tampoco asegura nada.

P.: ¿Usted cree que la música puede trasmitir mensajes ideológicos? Se lo pregunto por lo de «Eine Brise» que se hizo en los exteriores del Colón.

M.K.: Yo creo que la música en sí es anodina. No tiene ninguna dirección. Y la dirección se proyecta. Por ejemplo, una misma marcha puede servir para la izquierda como para la derecha. Eso demuestra que realmente la música puede ser usufructuada por diversos tipos de ideologías. Y muestra que realmente no hay ninguna fórmula. Ahora bien, si hay alguna música que tiene una calidad muy especial que desprecia lo fácil, así también hay música muy fácil que desprecia lo difícil. Estas músicas siempre pueden ser adaptadas a ideologías muy fuertes.

P.: En la ejecución que usted hizo de su « Sinfonía de cámara», en el primer concierto del Colón, había mucha gente que se aburría. ¿Usted percibe eso?

M.K.: No hay que darle a la gente demasiados bombones. Hay que dejar que realmente la gente trabaje y si no le gusta lo que hacemos, que espere, que piense por qué no le gusta. La «Sinfonía de cámara» es una pieza de música absoluta, y esto a la gente le da temor. Cuando el público conoce la música, una sinfonía de Brahms, o de Beethoven, la actitud es distinta. Cuando no conoce la música tiene que concentrarse, tiene que entrar. Por supuesto esto cuesta trabajo y esfuerzo. Es como quien dice «el bombón fue la segunda parte». Pero si hubiera comenzado por la segunda parte, entonces la «Sinfonía de cámara» no la hubiera escuchado jamás.

P.: Hay otras cosas que son muy divertidas o muy originales, pero no esta obra. Aquí parece estar el centro neurálgico de su creación como compositor.

M.K.: Exacto. Yo lo hice con esa intención. Esta sinfonía es un camino de tachuelas, pero no para que la gente sienta el dolor que ellas producen. Lo hago para que la gente se concentre y no pise mal. Hubo mucha gente que sintió gran placer ella, pero si alguien quiere escuchar sólo lo fácil debe ir a otra parte.

P.: ¿Usted reconoce alguna influencia, en su música, de algún compositor argentino?

M.K.: No, de los argentinos seguramente no. Soy producto de la primera mitad del siglo XX, y en esa época había maestros como Varése, Schoenberg, Stravinsky, a los cuales tuve como ejemplo, y seguí la secuencia de su obra, la trascendencia de su obra, el oficio de ella, para mí fue una escuela perenne.

P.: En la sinfonía de cámara hay mucho de los compositores que me nombra.

M.K.: Exacto. Pero mire, las influencias no son imitativas sino subcutáneas. La Sinfonía de cámara es una obra muy importante no sólo por la factura sino por el planteo. Yo llego allí en la instrumentación por dos voces con las que multiplico las octavas, y esa tonalidad no hubiera podido cuajar si hubiera comenzado con otro planteo.

Entrevista de Eduardo Giorello

Dejá tu comentario

Te puede interesar