2 de agosto 2001 - 00:00

La "divina" Sarah revive en teatro

Alicia Berdaxar y Jorge Suárez.
Alicia Berdaxar y Jorge Suárez.
Jorge Suárez y Alicia Berdaxagar son los protagonistas de «La Bernhardt» («Memoirs» en el original), una pieza escrita por John Murrel en 1974 y que fue éxito en París a principios de los '80 bajo el título de «Sarah y el grito de la langosta». La versión que se estrena hoy en el Multiteatro de Corrientes 1283 cuenta con la dirección de Eduardo Gondell; el vestuario y la escenografía son de Graciela Galán y el diseño de iluminación, de Ernesto Diz.

A lo largo de una hora y cuarto, la obra muestra a la mítica actriz francesa intentando escribir su segundo tomo de memorias con la ayuda de su fiel y algo malhumorado valet Georges Pitou. El es el encargado de recrear a distintos personajes relacionados con el pasado de la diva, entre ellos, al escritor Oscar Wilde.

Periodista: ¿Qué conocían de Sarah Bernhardt antes de abordar esta obra?

Alicia Berdaxagar: Yo sabía lo mismo que saben todos los que andan en esto, que era una mujer muy excéntrica, que dormía en un ataúd y algunas pocas cosas más. Pero hay toda una generación que creció escuchando su nombre. Recuerdo que cuando éramos chicos y nos poníamos demasiado pesados, nuestras madres nos decían: «No te hagas la Sarah Bernhardt» como queriendo decir no te hagas la artista. Después leí mucho material sobre ella, además de sus memorias y un libro muy interesante de Françoise Sagan, que es una especie de reportaje imaginario.

Ahí me enteré de muchas cosas de su vida privada y amorosa, pero no quise ver la película que filmó porque eso ya es luchar con fantasmas. El personaje es muy apasionante, pero más me fascinó la obra y el vínculo que se establece entre esas dos personas. Jorge Suárez: Es muy interesante lo que el autor deja entrever en esos diálogos entre una diva de la dimensión de Sarah Bernhardt y su secretario privado.

A.B.: ¡Ah, él necesita a la diva!

J.S.: Claro que la necesito porque es el motivo de mi existencia. Si ella fuera una vieja de barrio, mi personaje no estaría con ella, sigue ahí porque es Sarah Bernhardt. Entre ellos arman un juego de amo y esclavo, muy perverso y doloroso en algunos momentos, pero en otros, muy divertido. Aunque ella aparentemente es muy fuerte y creativa, el espectador va a poder ver que todo eso nace de un alma que sufre, está triste, se divierte y que en ocasiones también goza haciéndolo sufrir al otro, a veces es mala.

A.B.: El también es malo con ella.

J.S.: Bueno... Pitou le dice sus cositas también, pero como no se anima a decírselas directamente, lo hace a través de los personajes que ella le obliga a interpretar. Es un juego muy simpático que ofrece la oportunidad de ver a dos actores jugando a creernos que somos distintos personajes y que vamos y venimos por distintos sentimientos.

P.: La obra narra los últimos meses de vida de una gran actriz. ¿Cómo reacciona esta mujer de 75 años frente a ese límite?

J.S.: Ella va a morir y lo sabe, y en algunos momentos se desespera por no ser inmortal. Ella quisiera seguir haciendo teatro durante 300 años; una vida no le alcanza. Yo, desde mi personaje, la veo como una enferma terminal, esa persona que amás y que, sin embargo, en cierto momento te empieza a tratar mal. Pero después de todo ¿con quién se va a sacar la bronca si no es con vos, habiendo perdido algo tan importante como una pierna? Y además está la angustia y esa soledad infinita ante la cercanía de la muerte.

A.B.: Yo creo que para ella este final no tiene nada de melancólico, porque Sarah sigue en actividad y no sólo proyecta hacer un personaje más joven que ella, sino que pretende quitarle muchos años más.

Arquetipo

P.: ¿«La Bernhardt» es el arquetipo de una actriz?

A.B.: Yo traté de aislarme del personaje Sarah Bernhardt, busqué a la mujer fuerte y poderosa que habiendo transitado una vida muy rica se siente en los últimos peldaños de su vida tratando de agarrarse de las telarañas que puede para seguir viviendo. Fuera de esto ¡basta de Sarah Bernhardt para mí! Lo fantástico de este autor es que muestra a esta mujer -a la que todo el tiempo se le cruzan el pasado, su vida anterior y sus actuaciones-de una manera muy sintética y nada ampulosa. A ella la gana el deseo de estar un rato más en la vida actuando, exigiéndole a esa suerte de mayordomo y secretario que la ayude a vivir un rato más.

J.S.: De alguna manera es el paradigma de la actriz, pero sin regodearse en eso. Es más una anciana a la que le falta una pierna y necesita amor. Uno escucha a alguien que va a morir, pero ella es tan orgullosa, tan petulante y bravía que habla del sol como si fuera un par. Y para hacerlo mezcla textos de la «Fedra» de Racine. Pienso que el espectador que tiene una cultura teatral va a poder disfrutar de muchas cosas extra. En cuanto al público más sencillo tenemos para ofrecerle un vínculo apasionante y entrañable.


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