2 de agosto 2001 - 00:00
La "divina" Sarah revive en teatro
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A.B.: ¡Ah, él necesita a la diva!
J.S.: Claro que la necesito porque es el motivo de mi existencia. Si ella fuera una vieja de barrio, mi personaje no estaría con ella, sigue ahí porque es Sarah Bernhardt. Entre ellos arman un juego de amo y esclavo, muy perverso y doloroso en algunos momentos, pero en otros, muy divertido. Aunque ella aparentemente es muy fuerte y creativa, el espectador va a poder ver que todo eso nace de un alma que sufre, está triste, se divierte y que en ocasiones también goza haciéndolo sufrir al otro, a veces es mala.
A.B.: El también es malo con ella.
J.S.: Bueno... Pitou le dice sus cositas también, pero como no se anima a decírselas directamente, lo hace a través de los personajes que ella le obliga a interpretar. Es un juego muy simpático que ofrece la oportunidad de ver a dos actores jugando a creernos que somos distintos personajes y que vamos y venimos por distintos sentimientos.
P.: La obra narra los últimos meses de vida de una gran actriz. ¿Cómo reacciona esta mujer de 75 años frente a ese límite?
J.S.: Ella va a morir y lo sabe, y en algunos momentos se desespera por no ser inmortal. Ella quisiera seguir haciendo teatro durante 300 años; una vida no le alcanza. Yo, desde mi personaje, la veo como una enferma terminal, esa persona que amás y que, sin embargo, en cierto momento te empieza a tratar mal. Pero después de todo ¿con quién se va a sacar la bronca si no es con vos, habiendo perdido algo tan importante como una pierna? Y además está la angustia y esa soledad infinita ante la cercanía de la muerte.
A.B.: Yo creo que para ella este final no tiene nada de melancólico, porque Sarah sigue en actividad y no sólo proyecta hacer un personaje más joven que ella, sino que pretende quitarle muchos años más.
Arquetipo
P.: ¿«La Bernhardt» es el arquetipo de una actriz?
A.B.: Yo traté de aislarme del personaje Sarah Bernhardt, busqué a la mujer fuerte y poderosa que habiendo transitado una vida muy rica se siente en los últimos peldaños de su vida tratando de agarrarse de las telarañas que puede para seguir viviendo. Fuera de esto ¡basta de Sarah Bernhardt para mí! Lo fantástico de este autor es que muestra a esta mujer -a la que todo el tiempo se le cruzan el pasado, su vida anterior y sus actuaciones-de una manera muy sintética y nada ampulosa. A ella la gana el deseo de estar un rato más en la vida actuando, exigiéndole a esa suerte de mayordomo y secretario que la ayude a vivir un rato más.
J.S.: De alguna manera es el paradigma de la actriz, pero sin regodearse en eso. Es más una anciana a la que le falta una pierna y necesita amor. Uno escucha a alguien que va a morir, pero ella es tan orgullosa, tan petulante y bravía que habla del sol como si fuera un par. Y para hacerlo mezcla textos de la «Fedra» de Racine. Pienso que el espectador que tiene una cultura teatral va a poder disfrutar de muchas cosas extra. En cuanto al público más sencillo tenemos para ofrecerle un vínculo apasionante y entrañable.
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