15 de agosto 2003 - 00:00

Obra exquisita con oficiantes muy apropiados

Se puede calificar como exquisito, el espectáculo dirigido por Alejandro Ullúa, con texto de Susannaha Waterr, "Monólogos de la reina". Cantante lírica, dramaturga y directora de escena, la autora fue convocada por el Festival Covent Garden para escribir y dirigir un espectáculo sobre la reina Isabel I. El texto está interpolado con música de la época y las bellísimas canciones de John Dowland, en excelente traducción de Mario Cereti acompañan las confesiones de Isabel, ya cercada por la muerte, interpretada por un bailarín.

María Cormesaña
María Cormesaña
«Monólogos de la reina» de S. Waters. Dir.: A. Ullúa. Vest. M. Zuccheri. Ilum.: R. Traferri. Int.: M. Comesaña, F. Gaggioli y R. Torres (La Casona del Teatro.)

E xquisito es el adjetivo preciso para calificar el espectáculo dirigido por Alejandro Ullúa, con texto de Susannaha Waterr, «Monólogos de la reina».

Cantante lírica, dramaturga y directora de escena, la autora fue convocada por el Festival Covent Garden para escribir y dirigir un espectáculo sobre la reina Isabel I. En sus investigaciones, la autora se sintió intrigada por los encuentros de la Reina con el embajador de Francia en tiempos de Enrique IV de España. En ellos, la Reina ya anciana evoca su vida, desgrana sus recuerdos, confiesa su soledad, su cólera y su nostalgia por la belleza y la juventud perdidas, pero también demuestra su astucia y su manera absolutista de ejercer el poder.

•Sutileza

El texto está interpolado con música de la época y las bellísimas canciones de John Dowland, en excelente traducción de Mario Cereti acompañan las confesiones de Isabel, ya cercada por la muerte, interpretada por un bailarín.

Todo ha sido cuidado con rigor y sutileza. Minuciosamente como una obra de orfebre. El resultado es un espectáculo de un refinamiento poco común, más cercano a una ópera que al teatro de prosa, ya que la interpretación de María Comesaña como la Reina se acerca por momentos a un estilo casi «recitativo». Efecto buscado para que la voz de la actriz también se integre al carácter de la puesta.

Comesaña
puede hacerlo porque posee una voz capaz de jugar con todos los registros. Su caracterización es impecable y el vestuario ideado por Mini Zuccheri realza la imponencia de la figura de esa mujer poderosa y solitaria, a la que aún le duelen su frustrada maternidad, la injuria recibida por ser bastarda y el amor traicionado. Una traición castigada cruelmente, que sin embargo, demuestra la falibilidad del poder frente a los mandatos del corazón.

Franco Faggioli
tiene una bellísima voz de contratenor y Roque Torres encarna acertadamente a la muerte diseñada por la coreografía de Vanina Vucovic.

Los elementos usados en la ambientación obedecen a los principios de Sajonia Meiningen; nada ha sido dejado al azar y todo corresponde a la época y el lugar requeridos por la autora. El diseño de luz de Roberto Traferri refleja el clima casi onírico en el que se desarrolla la pieza.

Es un espectáculo que se apoya en el rigor de la dirección y que cuenta con los oficiantes apropiados. Una sola objeción: la búsqueda de la perfección amortigua la pasión que aún puebla de obsesiones la mente de la Reina; aunque tal vez el celo excesivo obedeció al peso de responsabilidad siempre presente en los estrenos.

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