En un país sudamericano imaginario, pero igualito a Colombia, un ingeniero norteamericano es secuestrado y llevado a lo más profundo de la selva andina. Mientras tanto, su esposa trata de rescatarlo, ayudada por un joven «negociador». Quien a partir de esta síntesis se haya imaginado todos los clichés posibles del subgénero bushiano, digamos que acertó casi por completo.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
Sin embargo, esta nueva pelea de angloparlantes calmos y limpios contra sudamericanos histéricos y sucios tiene algunas actualizaciones dignas de registro. Comienza con una pelea de chechenos y rusos por la plata de un rescate, sigue con una explicación muy interesante sobre cómo se mueve la industria internacional del secuestro (un verdadero drama de estos tiempos) y, más adelante, evidencia cómo, cuando alguien, para reducir gastos, no renueva el seguro contra secuestros de su personal, la empresa no se hace cargo, la agencia no se hace cargo y la embajada norteamericana tampoco. Ni hablar de las fuerzas locales de seguridad.
Sólo que, en este caso, el negociador se apiada de la mujer del otro y se comide a trabajar gratis. ¿Gratis, y tratándose de una rubia como Meg Ryan, que todavía está apetecible? Gratis. La película es tan sosa, que entre Russel Crowe y Meg Ryan no pasa nada.
Hemos visto westerns, hemos visto films de propaganda de la Segunda Guerra, donde el teniente se enganchaba con la mujer de su superior y había toda una emoción romántica alrededor del pecado, el cargo de conciencia y la conciencia de estar viviendo un último adiós en cualquier momento, y después ambos hombres luchaban codo a codo, se respetaban, y alguno de los dos moría, claro, porque entonces no era muy decente que digamos que la mujer se quedara con los dos (ahora tampoco es decente, pero como fantasía está más aceptada). Bueno, no hay problema, acá de eso no pasa nada, salvo un beso tipo «dame fuerzas» cuando llega el momento de la pelea.
Tampoco pasa gran cosa en la pelea, salvo coser rápidamente a tiros a unos delincuentes menores de edad. En fin, se puede ver, no aburre en ningún momento, y es bastante pintoresca pero, la verdad, Taylor Hackford ha hecho cosas mejores.
Dejá tu comentario