13 de agosto 2025 - 20:41

Un Dickens rioplatense en el Teatro Nacional Cervantes

“Luciérnagas, sueño bastardo” se estrena el jueves próximo en el Teatro Nacional Cervantes. Cuenta con actuaciones de Mariano Botindari, Andrés Ciavaglia, Lautaro Delgado Tymruk, Paula Ransenberg, Alejandro Segovia y Paula Staffolani,

Luciérnagas se sitúa en la Buenos Aires del siglo XVIII, cuando un Virrey excéntrico, cuyo nombre pocos recuerdan, intenta llevar a cabo su sueño de sembrar el progreso en estas costas remotas.

"Luciérnagas" se sitúa en la Buenos Aires del siglo XVIII, cuando un Virrey excéntrico, cuyo nombre pocos recuerdan, intenta llevar a cabo su sueño de sembrar el progreso en estas costas remotas.

“La obra resuena hoy porque revisita un proyecto importado y fallido, algo que vemos de forma cíclica en nuestros 200 años de historia. Estamos atrapados en un loop de frustraciones constantes”, dice Horacio Nin Uría, autor y director de “Luciérnagas, sueño bastardo”, que se estrena el jueves próximo en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes.

Con actuaciones de Mariano Botindari, Andrés Ciavaglia, Lautaro Delgado Tymruk, Paula Ransenberg, Alejandro Segovia y Paula Staffolani, la obra se sitúa en la Buenos Aires del siglo XVIII, cuando un Virrey excéntrico, cuyo nombre pocos recuerdan, intenta llevar a cabo su sueño de sembrar el progreso en estas costas remotas.

Entre otras cosas, crea una casa para albergar a los niños producto de relaciones extramatrimoniales. Pero los resultados no serán los pretendidos. Paradójicamente, ese proyecto caprichoso, ese plan fallido, marcará un hito fundacional en la mitología de estas tierras.

El diseño de vestuario es de Magda Banach; la escenografía de Marcelo Valiente, la iluminación de Claudio Del Bianco y la música original de Julián Rodríguez Rona. Conversamos con Nin Uría.

Periodista: ¿Cómo apareció el universo situado en la Buenos Aires del siglo XVIII y este personaje del Virrey excéntrico?

Horacio Nin Uría: El disparador inicial fue una edición de La Gaceta de Buenos Aires donde leí lo de los niños y esa imagen me llamó mucho la atención. Como Dickens del Río de la Plata, esos niños vivían en una imprenta. Me pregunté también cómo sería ser un niño en el siglo XVIII en el Río de la Plata. Los chicos no están tan presentes en las lectura de esos tiempos, no solemos preguntarnos cómo era ser un nene, la idea de niñez es bastante posterior. Me topé con el Virrey Vértiz, no tan conocido, quien en su breve gobierno instaló cosas determinantes para lo que vino después. Hubo muchas cosas que pasaron en el proceso de la colonia, que no es un periodo muy visitado, y esas cosas llegaron para quedarse. Las ideas de alumbrado público, la imprenta, los primeros diarios, el primer teatro. Ese Virrey tenía inquietudes culturales, era un personaje muy rico por su complejidad, a la vez terminó su mandato y volvió a España, siendo que no era español, había nacido en las indias, en Mérida. Esas cuestiones sintetizan tensiones históricas de estos 200 años.

P.: ¿Por dónde orilla la historia y cuáles son los temas de la obra?

H.N.U.: Transcurre en la casa de los niños Espósito, de las primeras instituciones para albergarlos, que ya eran una realidad imposible de disimular. Me interesa en tanto funciona como una hipocresía fundante de la Argentina nacida en el Río de la Plata. Es lo que instala que lo ilegítimo funciona como placebo moral de la época, la mitad de los nenes se morían. En paralelo se reivindica la figura de las cuidadoras, heroínas anónimas que van a contramarcha de los intereses de los gobernantes e individualismo de cada época y traccionan la historia.

P.: ¿Cuál es ese hito fundacional del que habla la obra y los mitos de nuestro país?

H.N.U.: La obra revisita el mito del desembarco de las primeras ideas modernas de estas tierras, cómo se gestó ese paradigma con las ideas iluministas como la primera imprenta o el teatro La Ranchería como una especie de resistencia al desembarco de este progreso, con muchas comillas.

P.: ¿Qué anclaje hay con este presente?

H.N.U.: La obra resuena porque revisita a este clan inicial con este proyecto importado y fallido, algo que vemos de forma cíclica en estos más de 200 años donde estamos atrapados en un loop de frustraciones constantes. A al vez la obra echa luz de esperanza y no es del todo pesimista en tanto aparecen héroes anónimos. Quizá esos no tienen una calle con su nombre pero sostienen todo y nos dan esperanza.

P.: ¿Cómo trabajaste en el Cervantes? ¿Cómo está hoy el teatro?

H.N.U.: Trabajé muy bien, con gente profesional que le apasiona lo que hace, decidida a sacar el teatro a flote y cuidarlo. Por eso funciona como un oasis en este momento donde la cultura atraviesa un momento difícil. Hay una gran conciencia de que todos queremos lo mejor y que sobreviva. Donde lo público es tan denostado y se apela no solo a sobrevivir sino al nivel de excelencia.

P.: ¿Cómo ves la cultura hoy?

H.N.U.: La cultura está golpeada, creo que pensando en la dialéctica de la obra habla de cómo en momentos oscuros aflora lo humano. La cultura está cumpliendo el rol de reservorio de la subjetividad. A pesar de la dificultad de construir el futuro, aparece un lugar donde encontrarse con otros, crear y mirar hacia adelante.

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