Vigía permanente e inamovible del centro porteño, el Obelisco es la decoración perfecta que engalana la avenida más ancha del mundo. Ubicado en la intersección de la avenida Corrientes y la 9 de Julio, esta obra de 67,5 metros se erige en uno de los puntos más transitados de la Ciudad de Buenos Aires.
Fin del misterio: ¿cómo es el Obelisco por dentro?
Ámbito.com tuvo acceso al mítico monumento porteño. Uno de los íconos de Argentina es visitado a diario por miles de turistas y ciudadanos y muchos de ellos se preguntan ¿qué hay en su interior? Esta nota lo explica.
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Testigo de innumerables festejos deportivos y políticos, y también de protestas sociales, lo que “esconde” el Obelisco en su interior es un misterio al que ámbito.com tuvo acceso.
Una vez abierta la puerta de hierro que da a la zona oeste de la ciudad uno se adentra y se encuentra envuelto en la inmensidad del monumento. Mirando hacia arriba pueden verse los siete descansos cada 8 metros (salvo uno que está a 6 metros del anterior) que separan la base de la punta. Vistos desde abajo o desde lo más alto del Obelisco puede observarse como las separaciones son con un agujero cuadrado intercalado con otro de rombo entre cada una de las paradas. Al final del túnel, dos “ojos de fuego” parecen observar todo desde arriba.
En la planta baja las paredes están pintadas de blanco, pero luego del primer descanso el interior del Obelisco se tiñe de un negro que necesita ser iluminado por luces de emergencias y que permite ver las frases que visitantes dejaron escritas en ellas.
La base y la punta son unidas por una escalera finita que contiene 206 escalones y que en algunos tramos está tan cerca de la pared norteña del Obelisco que la espalda roza el cemento mientras uno va subiendo (siempre atado con un arnés por precaución y bajo la atenta mirada de personal de Defensa Civil).
Algunos de los descansos son amplios y se puede dar la vuelta (pegado a las paredes) al Obelisco, pero otros son tan pequeños que tres personas dejan sin límite de capacidad ese sector.
Finalmente, un chapón con dos agujeros que dejaban pasar la luz solar hacia el interior (los “ojos de fuego” que se veían desde planta baja), dan la bienvenida a la maravillosa punta roma que le da fin al Obelisco.
Allí se pueden ver los cuatros puntos cardinales de la ciudad desde los ventanales. Se siente cerca del cielo, aun cuando ya varios edificios superaron en altura al monumento blanco por fuera y negro por dentro.
En la punta del Obelisco hay una cámara de seguridad y una polea, vieja oxidada y sin uso, colgada del techo, además de un caño lleno de cables que le dan continuidad al pararayos que está en el exterior. “El Obelisco ya no es el edificio más alto de la zona. Es muy difícil que un rayo caiga acá”, explica uno de los operadores que trabajaban con algunos temas de las cámaras y radares allí instalados.
En una de sus paredes existen dos leyendas talladas en el cemento que indican la fecha, año y participantes de la culminación de la obra y las de la inauguración.
La ventana Oeste muestra todo el esplendor de la Avenida Corrientes camino a Callao mientras que la opuesta, la del ala Este presenta el final de los últimos teatros y presenta la diagonal Norte que te deposita en la Plaza de Mayo.
La vista hacia el Sur se interrumpe con el edificio del Ministerio de Acción Social y la imagen de Eva Perón en una de sus fachadas para después seguir camino a la autopista 25 de Mayo y a toda la zona de Constitución. Para el Norte se ve también la autopista Illia, Retiro y el Río de la Plata.
- Un poco de historia
Su construcción comenzó el 20 de marzo de 1936, bajo la presidencia del radical Roberto Ortiz, en conmemoración del cuarto centenario de la llamada primera fundación de la ciudad por Pedro de Mendoza y estuvo a cargo del arquitecto argentino Alberto Prebisch. La obra tardó poco más de dos meses y el Obelisco ya estaba emplazado en el centro porteño el 23 de mayo de ese mismo año.
El lugar elegido para este símbolo argentino no es casualidad, ya que allí se izó por primera vez, en 1812, la bandera nacional cuando la actual Plaza de la República era ocupada por la iglesia de San Nicolás de Bari (hoy en Avenida Santa Fe entre Uruguay y Talcahuano).
No fueron fáciles los primeros momentos del Obelisco en la capital de Buenos Aires ya que el día posterior a la inauguración parte del material utilizado cedió y se cayó al suelo. Para colmo a tres años de su creación, el Concejo Deliberante resolvió su demolición, sanción que vetó el intendente radical de aquel entonces, Arturo Goyeneche.
En 1962 la Plaza de la República sufrió la primera modificación desde la llegada del Obelisco y fue agrandada, pero la medida tomó marcha atrás nueve años después y volvió al mismo tamaño que tenía.
El Obelisco fue decorado por primera vez en 1973 cuando los “disfrazaron” de árbol de Navidad.
En 1987 la Ciudad decidió enrejarlo para que no sufra ningún tipo de vandalismo y hasta el día de hoy continúa de la misma manera.
- ¿Cómo se cuida el Obelisco?
En 2007, debido a los materiales utilizados para una campaña de concientización, algunas partes del Obelisco quedaron dañadas y eso obligó a efectuar los arreglos pertinentes, pero el monumento “no requiere un mantenimiento específico, sólo en casos puntuales como vandalismo u otros temas”, comentó el ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, quien luego contó que para el 80º aniversario “se lo restauró, se lo hidrolavó y se lo pintó (con pintura antivandalismo) y se puso en valor su parte interna”.
Una vez por mes el Obelisco abre sus puertas y allí van también especialistas que controlan la actualidad edilicia del mismo para saber en qué condiciones se encuentra.
"El Obelisco es un ícono para los porteños y argentinos, y su interior es una gran incógnita para todos. Estamos muy contentos que tantos vecinos participen para poder subir, y tengan la posibilidad de disfrutar desde allí arriba la vista que hay de toda la Ciudad”, finalizó Machiavelli.
“¿Dónde tenía la ciudad guardada
esta espada de plata refulgente
desenvainada repentinamente
y a los cielos azules asestada?
Ahora puede lanzarse la mirada
harta de andar rastrera y penitente
piedra arriba hacia el sol omnipotente
y descender espiritualizada.
Rayo de luna o desgarrón de viento
en símbolo cuajado y movimiento
índice, surtidor, llama, palmera.
la estrella arriba y la centella abajo
que la idea, el ensueño y el trabajo
giren siempre a tus pies devanadera”.
Poema El Obelisco, de Baldomero Fernández Moreno, que puede leerse en una placa en la pared del monumento.
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