Al promediar noviembre, la Fundación Larivière abrió en el Distrito de las Artes de La Boca con la extensa exhibición “Los sueños de la mujer araña”. Curada por el teórico Alexis Fabry, la exposición pone ante la vista del público el perfil de la colección especializada en fotografía latinoamericana de Jean Louis Larivière. El acento está puesto en las turbulencias sociales y políticas que atravesaron -o, a pesar del fin de las dictaduras, todavía atraviesan- el territorio, pero también en el deseo de rescatar la identidad de las grandes ciudades y testimoniar “los procesos de modernización y las identidades disidentes, la sexualidad, la noche”. El conjunto de fotografías sorprende por la libertad y la diversidad inusual del criterio de selección. La muestra incluye grandes nombres, como los retratos de Annemarie Heinrich, junto a otros anónimos; luego, si bien hay fotos de gran formato, hay también otras de tamaño postal; hay collages, fotos pintadas e intervenidas, impresas y serigrafiadas; obras, finalmente, donde se combina la foto con otros materiales y soportes, como la imagen pintada con pólvora de Tomás Espina. Una rareza es el abanico con varios retratos que ostentan pelo natural.
La estética de la “mujer araña” en una inigualable colección de fotos
La Fundación Larivière expone, en el Distrito de Artes de La Boca, una exhibición que revela una mirada “disidente” para los cánones de la época.
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Por su propia condición, la fotografía remite inexorablemente al pasado. Pero la selección de imágenes de los años 60 y 70 del siglo XX arraigada a la ficción de la novela pop de Manuel Puig, “El beso de la mujer araña”, habla de una realidad que resulta más cercana a los enigmas del propio presente y de un futuro que se imagina inestable, que a los problemas del pasado. La imagen de la pobreza de Marco Antonio Cruz, la manifestación de la CGT en la Plaza de Mayo de Daniel Merle y la “Bocanada” del hambre de Graciela Sacco, abordan temas de actualidad.
El prólogo del catálogo destaca la pintura de época de la novela de Puig. Recuerda que los dos prisioneros de una cárcel bonaerense, un fantasioso homosexual encerrado por abusar de un menor y un viril militante izquierdista, comparten una celda y en la forzada convivencia entablan una extraña amistad. En este escenario surge una relación nueva y extraña, un “hombre nuevo” , sin antecedentes en la literatura y en la vida. El amor de estos personajes antagónicos que entablan una relación de intimidad afectiva y sexual, “tenía mucho de herejía”, observa Antonio Muñoz Molina en su presentación del libro “El beso de la mujer araña”, y aclara que la editorial francesa de Puig se negó a publicarlo. Hoy, dos editores franceses, Fabry y Larivière, le ponen imágenes y crean un contexto donde se vincula la violencia de las dictaduras en Latinoamérica, con el glamour, el sexo, la transgresión y la pasión por el cine. “El primer protagonista gay no caricaturesco que encontré en una novela escrita en español, fue Molina”, señala Muñoz Molina. Y en la prisión bonaerense aparece “el ensueño cinematográfico” que cobra forma en las fascinantes narraciones que le cuenta el diseñador de vidrieras gay a su compañero de celda, Valentín, torturado por la Policía militar hasta matarlo. Molina también muere. Aunque carece de ideologías, los compañeros de su amante guerrillero lo balean para impedir que hable. La violencia atraviesa la sociedad del siglo XX y las fotografías rondan el texto de Puig para mostrar el desprecio por la vida, una actitud tan evidente en la derecha autoritaria como por la izquierda politizada.
Pero si bien el drama está presente en la muestra con autores como Adriana Lestido, Sara Facio o Eduardo Longoni, el humor y la ironía que caracterizan a Puig se encuentra en la foto de una muchacha que muerde una aceituna de Alejandro Kuropatwa, las tomas de los salones de belleza o el detrás de escena del programa de Mirtha Legrand con Carlos Menem como invitado, de Nicolás Goldberg. Allí la realidad se confunde con la ficción. El triste universo de la prostitución se refleja en la foto de Jorge Aguirre y, el de los cabarets donde actúan los travestis, en los trabajos de Jorge Domenech y Paz Errázuriz. Muchos son los artistas que llegaron al país desde Europa, entre ellos está George Friedman. Vale la pena dedicar una mirada a las fotografías que se entrelazan a la perfección con el relato de Puig.
El origen de la Fundación, un flamante museo de fotografía latinoamericana en realidad, se remonta a 1992, cuando el coleccionista y Dudu von Thielmann, una excepcional gestora cultural, crearon Ediciones Larivière y publicaron “Estancias argentinas”, su primer libro. La editorial ya tiene en su catálogo varias joyas dedicadas a la arquitectura y las series de libros dedicados de modo preferencial a los artistas Marcos López, Facundo de Zuviría y Marcos Zimmermann. Potenciar la riqueza del acervo cultural sudamericano, en particular el argentino, es el objetivo principal de la Fundación.
La Colección Larivière atesora más de 3.000 fotografías, mayormente vintage y con el acento puesto en el período que va desde 1940 hasta 1990; predominan, al igual que en la muestra, las de Argentina, junto a las piezas de México, Perú, Colombia, Chile, Venezuela y Brasil; además de Cuba, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Costa Rica, Guatemala y Panamá. Una biblioteca integrada por más de 800 títulos dedicados a la fotografía latinoamericana completa su patrimonio.
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