El desafío ruso intriga a los cerebros de EE.UU.
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El presidente ruso, Dimitri Medvedev, no se
ha alejado ni un paso de la línea fijada por su
mentor, Vladimir Putin, durante su gestión.
Todos los actos del gobierno apuntan a restaurar
el poder de Rusia en los asuntos internacionales.
Fareed Zakaria, el editor de Internacionales de «Newsweek» y autor del éxito editorial «El mundo post-norteamericano», considera que la invasión rusa a Georgia favorece la unidad entre EE.UU. y la Unión Europea, lo que el candidato demócrata Barack Obama llamó la «unión transatlántica» en su gira por Europa hace un par de meses. Según Zakaria, en un mundo que autorregula los nacionalismos y unilateralismos por medio de la globalización y la integración, Rusia es lo que es solamente por el precio momentáneo del petróleo. «Con la suba del precio del barril, Rusia está más disfuncional, corrupta, dictatorial y asertiva. Es su petro-riqueza lo que le otorga independencia e indiferencia a las normas internacionales». «Para ponerla a raya, basta con que baje el petróleo», concluye.
Los políticos, en cambio, ven que Rusia ya salió de la «catastroika» que siguió a la desintegración de la URSS y que el mundo entró en un período post post-Guerra Fría, como dijo hace poco el canciller británico David Miliband. Para él, la historia comenzó de nuevo y los tanques rusos enterraron el momento unipolar. En cambio, Robert Kagan, asesor de política exterior del candidato republicano John McCain, cree que «Europa está en otro siglo XIX; evaporó el fin de la historia y lo reemplazó con un antiguo cálculo geopolítico de manera más moderna».
Zbigniew Brzezinski, ex asesor del presidente-Jimmy Carter en política exterior, dice que Rusia pasa por una crisis de liderazgo post-imperial. «Triunfará la economía capitalista y su vulnerabilidad está demostrada por la fuga de capitales durante el conflicto con Georgia». Brzezinski considera que la elite empresarial rusa no va a permitir que Moscú se desconecte de Occidente, donde tiene sus cuentas bancarias y estudian sus hijos. En cuanto a EE.UU., Francis Fukuyama, el autor de «El fin de la historia», anticipa una mayor disminución de la influencia norteamericana en el orden mundial. Pero sobre todo, ve que EE.UU. perdió credibilidad moral y dejó de lado las reglas básicas de la negociación. «Washington nunca negoció: siempre habló en voz alta».
«Nunca un gran imperio se retira para siempre», dijo Henry Kissinger para referirse a Gran Bretaña durante la Guerra de las Malvinas. Algo que bien se puede aplicar hoy para Rusia. Lo mismo que esa frase acuñada por Winston Churchill en plena Segunda Guerra Mundial: «Rusia es un acertijo envuelto en misterio, que a su vez esconde un enigma».
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