4 de septiembre 2008 - 00:00

El desafío ruso intriga a los cerebros de EE.UU.

El presidente ruso, Dimitri Medvedev, no seha alejado ni un paso de la línea fijada por sumentor, Vladimir Putin, durante su gestión.Todos los actos del gobierno apuntan a restaurarel poder de Rusia en los asuntos internacionales.
El presidente ruso, Dimitri Medvedev, no se ha alejado ni un paso de la línea fijada por su mentor, Vladimir Putin, durante su gestión. Todos los actos del gobierno apuntan a restaurar el poder de Rusia en los asuntos internacionales.
La irrupción, abrupta, de Rusia en el conflicto de Georgia obliga a reubicarla dentro del tablero mundial. ¿Qué significa esta nueva Rusia repleta de ínfulas? ¿Estamos ante una « remake» de la Guerra Fría? ¿Llegó el fin del «momento unipolar» que sostenían algunos o de la multipolaridad, defendida por otros? ¿Regresó la Rusia imperial y hegemónica? ¿Dónde se coloca ahora EE.UU.? ¿Hay un nuevo orden mundial? Son algunas de las preguntas que varios intelectuales, como Francis Fukuyama, Paul Kennedy, Fareed Zakaria y Paul Johnson ya empezaron a contestar.

Si queremos entender a la Rusia actual se necesita un «nuevo pensamiento», dice Paul Kennedy. Para este historiador británico, autor de «Auge y caída de los imperios» y el reciente «El parlamento de la humanidad», existe una diferencia crucial entre el conflicto Este-Oeste planteado a partir de Georgia, con el de la Guerra Fría que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y finalizó con la desintegración de la URSS en 1991. «Esta vez los lazos económicos que unen a ambos lados son mucho más fuertes», resaltó en un reciente artículo en «The Guardian», y Moscú «necesita el acceso a los mercados de Occidente, mientras que Europa precisa el gas y el petróleo rusos». Distingue, además, que durante la Guerra Fría, bajo el régimen soviético, «la intelligentsia rusa admiraba, en secreto, los valores democráticos occidentales, mientras que veían a sus propios líderes como matones». «Hoy», dice Kennedy, «esa intelligentsia ya no existe: fue aplastada o cooptada por Vladimir Putin», con lo cual la conexión con Occidente sería exclusivamente comercial o económica.

Otro historiador británico, Paul Johnson, autor de «Intelectuales» e «Historia de los judíos», cree que hablar de relaciones internacionales es «una manera elegante y eufemística para referirse al anárquico mundo actual». Johnson considera que EE.UU., y Occidente, empujaron demasiado a Rusia. No se puede avanzar en la occidentalización más allá de Eurasia, apunta. «Eso lo aprendieron Napoleón y también Hitler; ahora le llegó el momento a George Bush». Para este pensador, se acabó la era de la supremacía incuestionable de EE.UU., posterior a 1991, que Charles Krauthammer denominó «el momento unipolar».

  • Supremacía

  • En cuanto al poder del presidente Dimitri Medvedev y de su mentor, el primer ministro Vladimir Putin, Johnson señala que reside en dos soportes temporarios: la cuestión energética y el nacionalismo ruso. Así como los hidrocarburos son recursos no renovables, tampoco puede durar la supremacía rusa sobre cien etnias distintas, sometidas bajo el temor y la enemistad.

    Fareed Zakaria, el editor de Internacionales de «Newsweek» y autor del éxito editorial «El mundo post-norteamericano», considera que la invasión rusa a Georgia favorece la unidad entre EE.UU. y la Unión Europea, lo que el candidato demócrata Barack Obama llamó la «unión transatlántica» en su gira por Europa hace un par de meses. Según Zakaria, en un mundo que autorregula los nacionalismos y unilateralismos por medio de la globalización y la integración, Rusia es lo que es solamente por el precio momentáneo del petróleo. «Con la suba del precio del barril, Rusia está más disfuncional, corrupta, dictatorial y asertiva. Es su petro-riqueza lo que le otorga independencia e indiferencia a las normas internacionales». «Para ponerla a raya, basta con que baje el petróleo», concluye.

    Los políticos, en cambio, ven que Rusia ya salió de la «catastroika» que siguió a la desintegración de la URSS y que el mundo entró en un período post post-Guerra Fría, como dijo hace poco el canciller británico David Miliband. Para él, la historia comenzó de nuevo y los tanques rusos enterraron el momento unipolar. En cambio, Robert Kagan, asesor de política exterior del candidato republicano John McCain, cree que «Europa está en otro siglo XIX; evaporó el fin de la historia y lo reemplazó con un antiguo cálculo geopolítico de manera más moderna».

    Zbigniew Brzezinski, ex asesor del presidente-Jimmy Carter en política exterior, dice que Rusia pasa por una crisis de liderazgo post-imperial. «Triunfará la economía capitalista y su vulnerabilidad está demostrada por la fuga de capitales durante el conflicto con Georgia». Brzezinski considera que la elite empresarial rusa no va a permitir que Moscú se desconecte de Occidente, donde tiene sus cuentas bancarias y estudian sus hijos. En cuanto a EE.UU., Francis Fukuyama, el autor de «El fin de la historia», anticipa una mayor disminución de la influencia norteamericana en el orden mundial. Pero sobre todo, ve que EE.UU. perdió credibilidad moral y dejó de lado las reglas básicas de la negociación. «Washington nunca negoció: siempre habló en voz alta».

    «Nunca un gran imperio se retira para siempre», dijo Henry Kissinger para referirse a Gran Bretaña durante la Guerra de las Malvinas. Algo que bien se puede aplicar hoy para Rusia. Lo mismo que esa frase acuñada por Winston Churchill en plena Segunda Guerra Mundial: «Rusia es un acertijo envuelto en misterio, que a su vez esconde un enigma».

    Dejá tu comentario

    Te puede interesar